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Y vaya papelón de los querellantes y sus inductores. Gente sin paz ni perdón. Han tenido que ser los tribunales civiles quienes echaran por tierra algo sin sentido. Y sobre todo sin el menor sentido eclesial Qué triste final para algunos. Merecido se lo tenían. Pues ha llegado. Fue la justicia de los hombres. Parece más bien la justicia de Dios.
La única ausente es la justicia de la Iglesia de Barcelona. Sin amor, sin perdón, sin paz.