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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El P. Agustín Arredondo, de la Compañía de Jesús, cumple cien años

Hoy, cinco de marzo, Agustín Arredondo, sacerdote profeso de la Compañía de Jesús cumple cien años en la casa de retiro que los jesuitas tienen an Alcalá de Henares. Según las informaciones que tengo con la cabeza lúcida y dificultades de movimiento. Desde el enorme afecto que mi familia y yo le profesamos, queridísimo P. Arredondo, nuestra más cordial felicitación en este día. Y, sobre todo, gracias. Gracias a usted y gracias a Dios por habernos dado un sacerdote como usted.

Hace muchísimo tiempo conocí al P. Arredondo. Amigos de la Ciudad Católica nos reuníamos todos los martes para estudiar la doctrina de la Iglesia y en esas reuniones había un jesuita, bueno y docto, alma además de aquelintento desgraciadamente fracasado o, mejor dicho, obstaculizado, de salvar las esencias de la Compañía con una división de sus miembros. Era el P. Eustaquio Guerrero con quien tuve enorme amistad. Cuando la muerte le retiró de entre nosotros, donde era la referencia doctrinal sabia y segura, le sustituyó el P. Arredondo. Cambiamos un extraordinario jesuita por otro jesuita extraordinario. Con lo que la situación de orfandad, si se pridujo, apenas duraría unas semanas.

Cientos de martes de trato con él hicieron surgir enseguida una enorme amistad. Hasta el punto de que fue él quien casó a una de mis hijas. Muchos años llegó a lugar donde celebrábamos, y seguimos celebrando nuestras reuniones, antes general Sanjurjo, hoy Abascal, en una vespa. Siempre con su sotana. Jamás vi al P. Guerrero o al P.Arredondo de clergyman. Siempre sotana y fajín jesuítico. No recuerdo cuando prescindió de aquel medio de locomoción, en el que creo recordar que tuvo algún accidente por el que fui a visitarle al hospital. Pero posiblemente iba todavía en Vespa con ochenta años.

En los Congresos de la Ciudad Católica, tanto en Madrid como en otras ciudades, nos acompañó siempre. Y a las reuniones semanales mencionadas vino hasta que la edad le impuso el retiro a Alcalá de Henares. Desde allí incluso quiso estar bastante tiempo todavía entre nosotros publicando en Verbo sus Glosas Complutenses siempre actuales, inteligentes, incisivas…

Siempre le interesaron las cuestiones económicas en ralación con la doctrina de la Iglesia y en ello era una autoridad. Y como además era de una actividad incansable, mejor diríamos que sacerdote de enorme celo, estaba permanentemente ocupado en el servicio de Dios. Muchísimos años fue el sucesor del también para mí inolvidable P. Caballero, en la atención espiritual a los Caballeros del Sagrado Corazón. Un buen amigo, muy vinculado a ese apostolado, ha querido agradecerle tanta entrega encargando que se dijeran misas en las iglesias donde tantas veces la había celebrado el P. Arredondo, agradeciendo a Dios su ministerio. Persona tan ocupada estaba siempre dispuesto a encontrar un hueco para todo aquello que se le reclamara en servicio de Dios y de su Iglesia. Entre otros muchos recuerdos que tengo de él os traeré sólo uno. En la Unión Seglar de Nuestra Señora de la Almudena de Madrid al morir el gran cardenal Mindszenty decidimos celebrar un solemne funeral por su eterno descanso. Por todo lo alto. En los Jerónimos. La iglesia se abarrotó. Y el sermón fúnebre, que encargamos al P. Arredondo, fue verdaderamente extraordinario.

Dios me ha obsequiado con la presencia en mi vida de muchos excelentes jesuitas con los que llegué a tener gran amistad. Muerto recientemente el P. Loring ya sólo me queda el P. Arredondo. En el recuerdo, inolvidable, Guerrero, Caballero, Alba, Ceñal el bueno, Parente, Pérez Argos, Bidagor, Criado, Sánchez de León, Gómez Hellín, González Quevedo… Hoy la Compañía de Jesús está en horas bajas. Tal vez porque los jesuitas de hoy no se parezcan a nada a los que fueron mis amigos. De los que apenas me queda ya el P. Agustín Arredondo, que hoy cumple cien años.

Una larga vida en entrega a Dios, a su Iglesia y a la Compañía de Jesús. Nunca he entendido bien por qué felicitar los cumpleaños. Pero no romperé la costumbre y desde aquí mi felicitación. Pero sobre todo mi agradecimiento. Que no vale nada ante el agradecimiento de Cristo. Y estoy seguro de que Él le está enormemente agradecido por todo lo que le ha dado. Por una larguísima vida de amor. Ha corrido usted bien la carrera. Muy bien. Él le impondrá, cuando toque, la corona de laurel de los vencedores.

Un gran abrazo, queridísimo P. Arredondo.  

 

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