Lejos de mí el calificar a Manuel María Bru de rata. Ni mi conocimiento, escaso, sobre su persona me autorizaría a ello y, además, pienso que no es el caso. Otra cosa es que pretenda hacer méritos ante la nueva situación. Lo que humanamente se puede entender. Quien como yo no ha tenido el menor privilegio ante lo que se va ni lo espera de lo que viene y que vive feliz sin tener que agradecer nada personal al que se despide ni al que llega, puede ver desde el balcón, e incluso comprender, movimientos situacionales de clérigos con expectativas. O que se creen con ellas. Y, además, desde esa indiferencia, puede decir con toda libertad lo que se le antoja. Pues ello no me va a dar ni quitar nada. Porque uno, aunque vive en la Iglesia, no vive de ella.
Entiendo sin el menor problema que haya gente triste y otra feliz ante la marcha del cardenal Rouco. Y por supuesto todos aquellos que hubieran sido agraviados, con razón o sin ella, por el cardenal es lógico que ahora estén felices. Si al cardenal le saliera un número elevado de enemigos, que excediera del descontado, debería pensar que algún fallo tal vez tuviera en sus relaciones personales. Entre las que yo nunca estuve. Pero esa es cuestión que atañe al cardenal y no a mí. Voy a Bru y por lo que acaba de escribir:
http://www.abc.es/sociedad/20140907/abci-relevo-episcopal-201409071020.html
Manuel María Bru, clérigo que como todos fue joven y al que comienza a pasársele el arroz, fue un privilegiado en el Roucato. Con méritos o sin ellos, que tampoco lo sé, era persona muy importante en la COPE. Si allí lo hizo bien o mal sería injusto por mi parte enjuiciarlo porque lo desconozco. Seguro que hay bastantes que nos podrían informar de ello. Me parece recordar que tomó una decidida posición contra Jiménez Losantos aunque la caída de éste en la cadena de los obispos creo que no le supuso a Bru medallas distinguidas. Pero puedo estar equivocado.
La situación ha cambiado, Rouco se ha ido, y desconozco cual puede ser el futuro de este sacerdote, señorito socialmente, es hijo de conocido notario, y que está muy próximo a cumplir 51 años. O sea, todavía en edad episcopal. Mitra que ya no le puede conseguir Don Antonio María Rouco. Y sigo refiriéndome a hechos. Que si tiene ambiciones episcopales o no también lo desconozco.
Pues con ambiciones o sin ellas, con resentimientos a su anterior arzobispo o tal vez amores aunque yo estos no los haya apreciado, con ganas de hacer méritos ante lo que llega o simplemente como muestra de un corazón efusivo y entusiasmado con cualquier decisión pontificia, se nos ha descolgado con un artículo diré que algo desmesurado y que a no pocos les parecerá pelotillero. Aunque no haya sido esa la intención de nuestro sacerdote. Dios me libre de pensarlo.
Ya he expresado varias veces lo que pienso sobre la renovación de la iglesia española que ha impulsado Francisco con los nombramientos de Madrid y Valencia. Dos cuasi septuagenarios y de curriculum abiertamente conservador, al menos hasta el 28 de agosto, me parecen un continuismo de libro. Eso tiene, en principio, de renovación, lo que Manuel María Bru de cura guerrillero en Hispanoamérica. Pero en ese análisis de los nombramientos hay todavía más cosas chocantes. «Nuevos vientos del Espíritu». De los vientos cabe esperar cualquier cosa. Los hay de Poniente y de Levante, del Sur y del Norte. pero yo no veo al Espíritu unos dias cierzo y otros sahariano. Pienso yo aunque tal vez esté equivocado y el Espíritu no sepa a donde soplar.
La renovación que nos trae ese viento era, al parecer, «impostergable». Bru dixit. Pues a mí me parece una memez. Y lo que nos trae ese viento es a dos personas que tienen un notabilísimo mérito. Ambas fueron elegidas vicepresidentes de la Conferencia Episcopal. Viento sin duda profético que anticipaba lo impostegable. Pero los vientos son muy suyos y son capaces de dejar en mal lugar a quien los invoca. Porque si es mérito importante haber sido elegido por sus iguales una vez vicepresidente de la CEE debe ser ya el acabose ser elegido presidente en cuatro ocasiones y por los mismos. O eso no era viento del Espíritu. Tal vez sólo sea viento lo que Bru califique de tal. Y debe saber no poco de eso porque a veces los vientos bruan. Y bruar es hacer un ruido áspero y bronco como el del buey. Así que mejor dejar los vientos y al Espíritu y aceptar a los nombrados como los legítimos pastores nombrados por el Papa y punto. Olvidándonos de vientos, de Espíritus y de bueyes. Por el bien de Bru. Que yo no he dicho esas chorradas.