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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El vicario general de Mallorca canta la palinodia

O Paquito chocolatero

Lo de este vicario general debería servir de aviso a cuantos émulos hay del Bobo de Coria, que son multitud. No llegaron a horas veinticuatro y envainándosela. Todo un héroe. Supongo que el obispo, a quien su vicario general dejó a los pies de los caballos, habrá intervenido exigiendo algo. Poquito pero algo. Porque en otro caso quien quedaba fatal era el obispo.

Personalmente pienso que así no arregla gran cosa. Lo que tiene que hacer Don Javier Salinas es destituir inmediatamente a ese vicario general impresentable. Reconociendo que se equivocó, o le equivocaron, en la elección. Porque ese Vera no puede seguir a la verita suya en el puesto eclesial más importante de la diócesis después del que ocupa Su Ilustrísima. Si no quiere pasar por Su Vergüencísima.

Tienen que enterarse de una vez todos que con internet ha cambiado el escenario y el modo de obrar de los actores. Hace veinte años nadie se enteraba de las estupideces que pudiera decir un vicario general. Hoy son inmediatamente de dominio público. Todos los vicarios generales de España saben esta mañana lo que ayer dijo el de la verita suya, de Salinas, y como con la alborada, o antes, cantó la gallina. O el gallo de Morón. Y todos los obispos. Y muchísimos curas.

Se ha acabado el decir memeces y que salgan gratis. Porque gratis ya no salen. Hay que pagar por ellas. Y este vicario ha pagado muy poco. De momento. Todo el mundo sabe ya que el obispo de Mallorca se ha buscado un vicario general impresentable. Por el aspecto también. Él verá. Porque hoy a Vera le conoce ya todo el mundo. Y tiene más plomo en el ala que goles en su bota Cristiano Ronaldo.  

¿Qué está con la doctrina de la Iglesia? Ni Don Javier se lo cree. Dijo cuatro machadas, le hyan inflado los morros y ahora a ver como mete en el envase la pasta dentífrica. Pues, monseñor Salinas y señor Vera, eso es ya imposible. 

Y Don Lucas Riera, vuelva usted de vicario general. Yo le puse a escurrir pero usted era otra cosa. Eso de que otro vendrá que bueno te hará con Vera lo reconozco hasta yo. Jamás pensé que algún día pudiera ir con una pancarta ante la hermosa catedral mallorquina que dijera: «Queremos a Riera. Y que echen a Vera». Estoy empezando a considerarlo. O con dos. Una en cada mano. La otra diría; No es de Murgui medicina la llegada de Salinas».

Señor obispo: Sea serio. De ese vicario general tiene que prescindir cuanto antes. Por el bien de todos. El de la diócesis, el suyo y hasta el de Vera. Que para ese cargo es evidentísimo que no vale. Y si el obispo se empeña en sostener a tales individuos es inevitable que se piense que quien tampoco vale es el obispo. Se la ha metido doblada, le ha dejado fatal. Pues una parroquia forana y que se vaya enterando de lo que vale un peine.  

No sé por qué. O tal vez lo sepa pero no quiero dar más explicaciones. Pero por algo me ha venido a la mente aquello que compañeros de otras Armas dicen a los de Caballería. Y que habla de la inteligente mirada del caballo.  

 

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