Victoria con sabor agridulce del socialista António Costa. Repetirá mandato en Portugal pero se le ha escapado entre las manos la mayoría absoluta tras una votación que cambia la relación de fuerzas en la política lusa.
La larga noche electoral deja varias lecciones: Los portugueses están desencantados de la política -como demuestra el récord de abstención, más del 45,5 %-, no le dan un cheque en blanco a los socialistas, castigan a la derecha tradicional -pero abren la puerta a la derecha alternativa- y no quieren bipartidismo.
El voto joven y urbano ha ido a formaciones minoritarias, como el vegano y animalista PAN, que cuadruplica el único diputado que tenía hasta ahora, o el izquierdista Livres, que se estrena en el Parlamento.
En el polo opuesto, también se estrenan Chega (Basta), de derecha identitaria, e Iniciativa Liberal, con un estilo similar al Ciudadanos español.
Con los datos cerrados en la mano, al filo de la medianoche, Costa compareció para decirle a los portugueses que ha entendido el mensaje y que repetirá la «geringonça». Eso sí, «con un Partido Socialista más fuerte».
Tiene ahora un 36,6 % de votos, cuatro puntos por encima de los conseguidos en su derrota de 2015, y sube 20 escaños (hasta 106). Una mejora sustantiva, pero lejos todavía de la mayoría absoluta (116).
Está abierto a reeditar la alianza de izquierdas que le llevó al poder hace cuatro años, con el Partido Comunista y el Bloque de Izquierdas, y a negociar también en el PAN. Pero el camino no se antoja fácil.
La «geringonça» encontró un Portugal ahogado por la austeridad y un electorado descreído. Hoy, el país es un modelo en Europa y se ha convertido en un destino internacional de moda.
Pero, al contrario de lo que ocurría hace cuatro años, cuando el viento soplaba a favor de la economía lusa, la coyuntura internacional es adversa -en especial por el zarpazo que supondrá el «brexit» para Portugal– y la izquierda no aceptará un acuerdo en las mismas condiciones.
La «geringonça» no ha traído réditos electorales para los socios de Costa. El PCP se ha quedado con el 6 % de votos, tres puntos menos que en 2015, y el Bloco rozando el 10 por ciento, algo por debajo de sus resultado de hace cuatro años.
No obstante, los líderes del PCP y el Bloco se han apresurado a tender una mano a Costa. Aunque todo tiene un precio.
«El Bloco está aquí, preparado para negociar una salida que dé estabilidad al país», ha dicho su líder, Catarina Martins. «El Bloco siempre fue garantía de estabilidad».
«Negociar solo con el Bloco», apunta a Efe el analista António Costa Pinto, «no sería una solución ideal para los socialistas».
Jerónimo de Sousa, el dirigente comunista, ha sido más tajante: «Estamos decididos a dar combate a todas las medidas negativas. No permitiremos que se den pasos atrás». A priori, no quiere un acuerdo global.
Costa necesita estabilidad y garantías de que podrá concluir sus cuatro años de legislatura. Y dice que ha tomado nota del mensaje de los portugueses.
En su «haber», un país convertido en modelo para Europa. En su «debe», uno de los más bajos salarios mínimos de la UE, conflictividad social, ajuste en el gasto público -Educación y Sanidad las más castigadas-, escándalos de corrupción y demasiadas relaciones familiares entre altos cargos del Gobierno.
Aprendida la lección -y sin la amenaza de la derecha, sumida en una crisis histórica tras unos pésimos resultados-, Costa deshoja ya la margarita en busca de alianzas.
Hace unos meses, cuando acariciaba la idea de obtener mayoría absoluta, presumía de que la «geringonça» daba para una «relación de amistad» pero no para un «matrimonio».
Los portugueses no le han dejado recuperar la soltería. Tiene que esforzarse para salvar este matrimonio de conveniencia.