Con el ‘ataque’ a Siria, Trump ha firmado la sentencia de muerte de su presidencia.Ā
No es lo que dicen los nĆŗmeros: segĆŗn encuestas de opinión llevadas a cabo inmediatamente despuĆ©s del ataque, la popularidad del presidente habrĆa alcanzado su punto mĆ”s alto desde que ocupa la Casa Blanca; una (exigua) mayorĆa de varones le respalda, por primera vez.Ā
Pero es este un efecto bien conocido que se da inmediatamente despuĆ©s de cualquier iniciativa bĆ©lica, casi siempre tan gratificante para el interesado como efĆmero.Ā
Sus apoyos de primera hora, la misma gente que hizo una labor Ćmproba en redes sociales durante las elecciones para movilizar el voto a su favor, le ha dado definitivamente la espalda, convencidos de que, despuĆ©s de esto, se puede estar seguro de que el voto no cambia nada. Expresado con amarga hipĆ©rbole en Twitter por un extrumpista: Ā«Al final, despuĆ©s de todo, resulta que ganó HillaryĀ».Ā
Lo primero que hay que preguntarse cuando uno oye o lee sobre un suceso en el plano geopolĆtico es siempre: ĀæquĆ© ha pasado DE VERDAD? Porque rara vez o nunca coincide con lo aparente.Ā
La versión oficial la conocemos de sobra, y la obviarĆ©. Para la real, temo no tener otras fuentes fiables que el sentido comĆŗn y el precedente. Pero el mĆtico periodista y Premio Pulitzer, Seymour Hersh, el hombre que destapó y publicó la masacre de My Lai durante la guerra de Vietnam, ofrecĆa el aƱo pasado un cuadro fascinante para el diario alemĆ”n Die Welt, a partir de fuentes cercanas a la Presidencia, de los hechos del bombardeo anterior ordenador por Trump, y todo indica que nos hayamos ante una repetición de la misma historia.Ā
Cuenta Hersh que Trump -que se niega a leer nada, y exige informes orales y fotos- tardó escasos segundos en decidir el ataque, pese a que las propias agencias de inteligencia norteamericanas estaban al tanto del ataque sirio -informados por los propios rusos en un proceso de intercambio de inteligencia conocido como ‘deconflictación’- y tenĆan buenas razones para creer que los sirios habĆan usado armamento convencional, no quĆmico.Ā
En aquella ocasión, se le ofrecieron a Trump cuatro opciones. El presidente era partidario de un ataque ‘total’ sobre todos los centros operativos del ejĆ©rcito sirio, pero el General Mattis, su ministro de Defensa y la cabeza mĆ”s frĆa de su gabinete, logró convencerle para llevar a cabo lo que acabó siendo casi una ofensiva ‘para la galerĆa’ coordinada con los rusos, algo que tranquilizara a los neoconservadores que acosan a Trump pero que no hiciera demasiado daƱo y, sobre todo, que no enfureciera innecesariamente a los rusos.Ā
En esta ocasión no solo se ha atacado con idĆ©ntica precipitación, sino coincidiendo con la llegada del equipo internacional de inspectores que debĆan investigar si se habĆan usado armas quĆmicas prohibidas en el ataque sirio. Una, cuando menos, extraƱa coincidencia.Ā
La serie interminable de tuits del entonces empresario particular aconsejando a Obama una y otra vez que abandonara Siria, seƱalando que las tropas americanas le estaban haciendo el juego al ISIS, se suman a su programa de campaƱa para confirmar que el Trump por el que votaron los americanos ya no existe.Ā
Y esto podrĆa no ser un problema tan grave si no fuera porque todo el ‘establishment’ lleva todo este tiempo tratando de echarle de la Casa Blanca por cualquier medio posible. Trump estĆ” en el punto de mira de demasiada gente, demasiado poderosa y en demasiadas partes.Ā
El indicio definitivo de su rendición al estamento neoconservador fue el nombramiento de John Bolton como director de Seguridad Nacional. Estados Unidos lleva desde hace veinte aƱos planeando atacar Siria, y Bolton ha estado implicado en todos esos planes.Ā Ā
Pero la historia puede complicarse mucho mĆ”s. Los inspectores de la Organización para la Prohibición de Armas QuĆmicas (OPCW) estĆ”n ya en una Siria a la que, como decimos, no se le ha hecho mucho daƱo, y donde podrĆ” completar su misión indagadora.Ā
Pero la OPCW tiene su origen en una convención firmada por una abrumadora mayorĆa de potencias, y si no encuentra rastro de sustancias quĆmicas prohibidas en el edificio bombardeado por el ejĆ©rcito de Assad, entonces el ataque de Estados Unidos y sus aliados habrĆ” sido un crimen segĆŗn el derecho internacional.Ā
Paradójicamente, los mismos que han empujado a Trump a este giro de 180 grados en su polĆtica exterior podrĆan utilizar su precipitación para lanzar el ataque -en caso de que se juzgue ilegĆtimo- como una prueba de que el presidente es peligrosamente inestable y debe ser cesado, algo que puede reforzarse fĆ”cilmente con su sucesión de caóticos tuits, en los que alternaba una bravuconerĆa infantil con errĆ”ticas acusaciones a Mueler y otros enemigos internos de ser los culpables de las malas relaciones con Rusia.Ā