Los líderes mundiales deben estar dando diariamente gracias al Cielo por el reducidísimo lapso de atención de que es capaz el público hoy, tan impulsivo y sentimental como olvidadizo.
Un breve vídeo que, inicialmente, nadie sabe bien de dónde sale se expone como prueba de un ataque con armas químicas lanzado por el Gobierno de Bashar al Assad y eso basta para que Estados Unidos y dos de sus más fieles escuderos, Gran Bretaña y Francia, bombardeen a placer una nación soberana que no les amenaza en absoluto, Siria, sin esperar una investigación.
Un doble espía ruso, que lleva diez años viviendo abiertamente en Gran Bretaña, y su hija, que vive habitualmente en Moscú, son envenenados y en seguida se proclama que el veneno, un compuesto que ataca el sistema nervioso conocido como Novichok, solo puede proceder de Rusia y que, por tanto, todo apunta a que es obra del Kremlin, provocando una expulsión de diplomáticos rusos sin precedentes de diversos países occidentales y la preparación de nuevas sanciones.
La ofensiva en medios es espectacular, así como en redes sociales, una verdadera caza de brujas y de intimidación de cualquier voz discrepante o, siquiera, dubitativa.
La BBC y The Guardian, por ejemplo, han dedicado sendos reportajes a denunciar que las cuentas más activas entre las que mostraban su escepticismo en redes no correspondían a personas de carne y hueso, sino que eran ‘bots’, programas informáticos de origen ruso. En el diario británico ‘identifican’ dos de estas cuentas fantasmagóricas: @Ian56789 y @Partisangirl; en el reportaje de la BBC citan a otra, @sahouraxo.
El primero apareció a continuación en una entrevista que concedió a la cadena de televisión británica Sky News, @Partisangirl es Maram Susli, una activista sirio-australiana a la que incluso Wikipedia dedica una página y @sahouraxo… Bueno, si tienen cuenta en Twitter, les invito a visitarla.
Y es que es muy importante no cuestionar una narrativa que se cae a pedazos. Los inspectores de la OPCW que han estado recogiendo muestras en Duma aún no han hecho públicos los resultados de su investigación, pero en la Duma liberada nadie cree la versión del ataque químico y varios médicos han explicado cómo la escena del vídeo se explica como simples casos de asfixia como consecuencia de un bombardeo convencional.
Hace solo unos días, el miembro de la Cámara de Representantes norteamericana Thomas Massie expresaba en Twitter su irritada sorpresa ante el hecho ni el secretario de Estado, Mike Pompeo, ni el de Defensa, General Mattis, ofrecieran prueba real alguna en su comparecencia ante el Congreso de que Assad hubiera llevado a cabo el ataque.
Si todo lo que se necesita como prueba para semejante ofensiva es un vídeo colgado en redes sociales, Estados Unidos puede ahorrarse una pasta en agencias de inteligencia. Por otra parte, nadie se ha preguntado, si los misiles norteamericanos impactaron, como dicen, en almacenes y laboratorios de armas químicas, cómo las explosiones no produjeron una catástrofe al expandirse por la atmósfera.
Tampoco es muy prudente preguntarse cómo es posible que el doble espía y su hija, atacados por un compuesto para el que no hay antídoto ni cura y es fatal en todos los casos, se estén recuperando satisfactoriamente.
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