Ya sabemos lo que dice la ministra Irene Montero. También sabemos lo que piensa ella y el resto del Gobierno. No hay dudas sobre lo que pretenden el PSOE, Podemos y las demás fuerzas políticas que, por acción u omisión, están embarcadas en imponer un determinado modelo de sociedad.
Lo que importa es lo que hagan los ciudadanos que se oponen a eso.
En Francia, por lo pronto, Eric Zemmour, líder de Reconquista, ha lanzado una campaña para crear una red de “padres vigilantes” que registre y denuncie el adoctrinamiento y la manipulación en los colegios; por ejemplo, el caso de un profesor que organiza representaciones teatrales con actores desnudos frente a los niños. Recordando algunas campañas que hemos oído y visto en España, estas cosas nos resultan tristemente familiares.
El ejemplo heroico de los padres que han luchado en defensa del derecho a ser educado también en español muestra el camino
Se dirá que eso les corresponde a las autoridades educativas, pero ya hemos visto sus disfunciones —cuando no su directa complicidad— en el adoctrinamiento nacionalista en Cataluña y el País Vasco, por ejemplo. Desgraciadamente, al menos de momento, no va a venir por ahí el remedio a la manipulación política y la propaganda en los centros escolares. Si un profesor se propone emplear su clase para reproducir en el aula las cosas que Irene Montero dice en las tribunas, no va a ser la Administración quien vaya a impedírselo. Es, pues, necesario que la sociedad civil se organice.
Por otra parte, que los padres se involucren en proteger a sus hijos del adoctrinamiento tiene muchas consecuencias positivas. En primer lugar, genera una sana prudencia a la hora de confiar en según qué contenidos y metodologías. Además, rompe la espiral del silencio que el sistema genera. De sentir que están solos, los padres descubren que muchos piensan como ellos y rechazan que a los niños se los adoctrine no sólo contra las creencias y convicciones de sus padres, sino contra la razón y la naturaleza. El apoyo mutuo abre posibilidades de cooperación a la hora de cuestionar las decisiones del aparato pedagógico-político incrustado en el sistema educativo. Vuelvo a Cataluña. El ejemplo heroico de los padres que han luchado en defensa del derecho a ser educado también en español muestra el camino para devolver a los padres el poder de decisión sobre la educación de sus hijos. Iniciativas como el llamado “pin parental” son parte de ese proceso de recuperación de un derecho que jamás debió verse socavado.
Los padres habrán de valorar si su confianza en los colegios y los profesores —en general, en los educadores— ha sido traicionada
Por toda Francia, los “padres vigilantes” llevan cuenta de lo que se está haciendo en los colegios, de los materiales que se emplean y los contenidos que se enseñan. Gracias a ellos, por ejemplo, vemos que son frecuentes los intentos de deslegitimar la cultura y la historia de Francia so pretexto del “racismo”. De nuevo, es inevitable encontrar similitudes con los discursos de odio a España que proliferan en nuestro país alentados desde la izquierda y el nacionalismo.
La propia Agenda 2030 ha impregnado el sistema educativo sin que a los padres se les haya dado la posibilidad de conocer y decidir, por ejemplo, sobre sus fundamentos antropológicos y el modelo de sociedad que pretende. El aborto y la eutanasia son sólo dos ejemplos del adoctrinamiento que, so pretexto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), se impone en los colegios no sólo en las “actividades» con ocasión de ciertos días y conmemoraciones, sino en los contenidos ordinarios de las asignaturas. Un vistazo a las agendas, las guías de lectura, los libros de texto, los materiales de apoyo y las mismas actividades de formación del profesorado revelará cómo los ODS se han normalizado sin crítica alguna. Lo mismo cabe decir, por cierto, de tantas actividades de ocio y tiempo libre que se emplean como pretexto para impartir doctrina. Los padres habrán de valorar si su confianza en los colegios y los profesores —en general, en los educadores— ha sido traicionada.
Si lo ha sido, no queda otra que organizarse sabiendo que la solución, al menos de momento, no vendrá desde el poder establecido -ese que promueve el adoctrinamiento- sino desde la sociedad civil.
Ya sabemos lo que piensa Irene Montero.
Lo importante ahora es lo que hagan los padres.