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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La gira del presidio

El presidente catalán , Quim Torra, con la alcaldesa de Gerona, Marta Madrenas | EFE

Estremera, Soto del Real y Alcalá Meco, una bonita ruta del presidio que podría servir a Quim Torra para elegir cárcel para el futuro…

Comenzamos la semana con el recién elegido president (siempre que no se invalide su toma de posesión por defectos de forma, claro) de gira por las prisiones que acogen a los golpistas no fugados. Estremera, Soto del Real y Alcalá Meco, una bonita ruta del presidio que podría servir a Quim Torra para elegir cárcel para el futuro, teniendo en cuenta sus primeras manifestaciones, que no son otra cosa que una continuación -corregida y aumentada- de los hechos que han llevado al cuartelillo a sus compañeros de Golpe.
Mientras, en la Cataluña del todavía 155 -parece que el intento de nombrar como consejeros a fugados y presos ha puesto a Mariano Rajoy en el brete, ya ineludible, de prolongar el control autonómico – las organizaciones separatistas ANC y Omnium Cultural llaman a la rebelión social. Hay, dicen, que recuperar el mandato del 1 de octubre a través de una manifestación “clara y contundente” en defensa de “las instituciones legítimas de Cataluña”. Es decir: más Golpe, más división social, más empresas en fuga, más recursos públicos tirados a la basura (que es el destino de todo proceso separatista, en realidad). No tenemos, por mucho que Moncloa se empeñe, una situación normal -o normalizada, como prefieren nuestros políticos- en Cataluña.

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No sería admisible hacer decaer el control autonómico -leve, ya en sí mismo- impuesto al fallido gobierno de Puigdemont y dejar a toda una Comunidad Autónoma en manos de las delirantes aspiraciones de quien hoy elige cárcel para el futuro. Ni con consellers presos ni sin ellos. Lo visto hasta ahora es suficiente para endurecer el 155 y mantenerlo a largo plazo. Y, como decimos desde hace tiempo, recuperar el control real -es decir, el control de la educación- de España si queremos poder seguir hablando de España dentro de 50 años. Pero claro, 50 años es un futuro demasiado lejano como para que los políticos piensen en él.

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A ellos les gusta más mirar a la realidad de cuatro en cuatro años; justo los que coinciden con esa cita con las urnas que les asegura el silloncito dorado que lleva, directo, al casoplón en la sierra.

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