«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Mas sigue las enseñanzas de Lola Flores y pide ‘unos euros’ a los catalanes

El expresidente aseguró a su círculo más cercano que no tenía «nada suelto» con lo que poder pagar la fianza del Tribunal de Cuentas.

Arturo ha tenido una mala noche. La mar estaba picada y el yate no ha cesado de moverse. Acostumbrado a su barco, con algún metro de eslora más, el expresidente de la Generalitat no se siente muy a gusto. «Aquí no hay espacio para nada», lamenta mientras se prepara el primer café de la mañana. A continuación se despereza en la cubierta mientras comenta las portadas de los medios catalanes con sus amigos: «Voy a la ducha, que tengo un día ajetreado».

El escaso flujo del baño del yate no deja pensar a Arturo, que tras terminar de afeitarse llama a sus periodistas de cabecera: «Voy a hablar, necesito detener esta injusticia», explica mientras repasa en su cabeza las líneas maestras de su discurso. El Tribunal de Cuentas le ha impuesto una fianza de 5,2 millones de euros por la consulta del 9 de noviembre y el nacionalista no tiene cómo pagarla. O eso dice.

La noche antes había repasado una y otra vez el vídeo de Lola Flores reclamando «una peseta» a todos los españoles. Arturo, que nunca se había sentido atraído por el flamenco, incluso se puso una de sus canciones y se atrevió a dar unas tímidas palmas. La preocupación por la fianza pasó a un segundo plano: «Soy su líder y seguro que me apoyarán», pensó.

Antes de tomar la embarcación que le conducirá a tierra, decide tumbarse un rato en la cubierta. El sol pega ya con fuerza y al expresidente siempre le ha gustado apurar los últimos rayos del verano. Arturo se atreve incluso con un pequeño chapuzón, pero sale rápidamente del agua porque el tiempo se le echa encima. «Me tengo que marchar», dice al aire.

«Me veo obligado a pedir ayuda a todos los catalanes, a aquellos que compartimos un sentimiento común y que tanto hemos luchado para lograr la independencia», sentencia Arturo ante el tibio aplauso de los pocos periodistas que acuden a la rueda de prensa. Los asuntos monetarios, en lo que a préstamos se refiere, nunca han tenido gran éxito en Cataluña y esta vez no iba a ser una excepción. Arturo lo sabía pero, aún así, tenía que intentarlo.

«Mucha gente ha tomado conciencia de que los acusados dimos la cara para poder celebrar una consulta en la que participaron 2,3 millones de catalanes, por lo que no tiene sentido que nueve lo perdamos todo y el resto no haga un muy pequeño esfuerzo para poder hacer frente a la fianza», asevera el expresidente.

Arturo pide ayuda y no se avergüenza de ello. Es consciente de que su deriva independentista le ha costado la inhabilitación y es el momento de que el pueblo catalán lo recompense por ello: «Aquellos que participaron en el 9N deben ayudar un poco con una aportación a la caja de solidaridad promovida por las entidades soberanistas para afrontar este tipo de pagos».

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Cuando Arturo termina su última frase, en la sala de prensa no queda nadie. Un periodista se ha olvidado su libreta y espera en la puerta para recogerla. Entretanto, el conserje se señala el reloj y le dice visiblemente molesto: «Arturo, que hay que ir a comer».

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