«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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MIENTRAS RUSIA Y CHINA CELEBRAN EL ASALTO AL PODER DE LOS TALIBANES

La alegría de los enemigos de Occidente ante la caída de Kabul en manos de los talibanes

Combatientes afganos anti-talibanes ven varias explosiones de bombardeos estadounidenses en las montañas Tora Bora en Afganistán en la búsqueda de combatientes de al Qaeda, 16 de diciembre de 2001./File Photo

No todos lamentan la caída de Kabul en manos del horror talibán. El regocijo de los enemigos de Occidente y las fuerzas centrípetas que dentro de las democracias se sienten reivindicados por estos hechos, se ha hecho evidente en tribunas públicas y medios de comunicación. Granjas de opinadores en redes sociales se han dispuesto a decir que no todo es tan malo, y de paso si es malo es por culpa de Estados Unidos. Particularmente, es culpa de Trump y del “imperialismo” yankee. Ni más faltaba.

Pero entre las celebraciones, se sienten las ironías gráficas de posiciones aventureras que en realidad podrían tener vuelo corto, si revisamos la historia. Porque la historia aporta claves suficientes para entender que frente al integrismo musulmán, en realidad nadie gana. Ni los propios musulmanes, que quizás al final son los más perjudicados.

Una derrota para el Islam

El talibán le causa problemas al Islam en sus objetivos de expansión, pues los deja en evidencia. Cuando se revisan las restricciones a la vida de la mujer, cuando se revisan las manías antitecnológicas y se verifica que su fin último es la teocracia y la supresión de libertades a través de la guerra santa, los que mienten diciendo que el Islam es una religión de paz y respeto, quedan en evidencia. Se acaba la mentira gracias a las imágenes de mujeres en burka y hombres de barba, turbante y fusil en mano.

¿Ha ido algún terrorista católico a ametrallar la redacción de una revista satírica por hacer mofa del Papa? No. Pero pregunten a los periodistas de Charlie Hebdó por el respeto y la tolerancia del Islam. No hay un ejemplo más gráfico que este.

El mundo puede ver, sin mayores matices, que en efecto el objetivo del Islam es llegar hasta donde llega el talibán en Afganistán. Suprimir las libertades y la expansión por la fuerza, la imposición de sus creencias y la muerte para quien no las siga. Mientras llegan a eso, prefieren mostrar la maravillosa Dubai y el interés por el fútbol como carnada. Pero el demonio integrista es quien domina y no creo que en Occidente queramos ver unos talibanes (o alguna denominación distinta, pero igual de criminal) gobernando todo el mundo árabe y con millones de sus súbditos metidos en nuestros vecindarios, prestos a la llamada del muecín para arrancar la yijad final que aniquile a los impíos, en la operación “regreso de Boabdil” o quien sabe qué.

Un recuerdo para Rusia

¿De qué se reirán los rusos? Es una pregunta necesaria a estas alturas, cuando hablan del “escape” de las tropas occidentales del territorio afgano. Parece una tontería recordarlo, pero los rusos corrieron primero, si al caso vamos. Si algo pudo demostrarse en Afganistán en los ochenta, fue la incapacidad rusa para ser un imperio de largo aliento. Razones varias. Pero reales y demostrables con hechos.

Rusia no puede ser una potencia real, pues no tiene como pagar ese estatus. No lo tuvo antes, no lo tiene ahora. Solo queda entonces la realidad: usar herramientas que la tecnología otorga para regar con fakes el universo informativo y dar la batalla, casi bien lograda, en el terreno de la opinión. Influyen, tienen quien les crea y de hecho dominan sus contornos territoriales. Pero no más de allí.

Por eso, la alegría por la caída de Kabul, solo puede ser desmentida por el realismo político implícito en las declaraciones del enviado ruso para Afganistán, Zamir Kabulov: “Si comparamos la capacidad de negociación de los compañeros y los socios, hace tiempo que entendí que los talibanes son mucho más capaces de llegar a acuerdos que el gobierno títere de Kabul”. En pocas palabras: no es que nos alegre tanto, pero sinceramente ¿qué le vamos a hacer?.

Más allá de la tesitura de sus alusiones al régimen caído, hay una realidad tangible en la relación de cualquiera con la Rusia de Putin: se habla con quien tiene el dominio de las armas, no con quien habla desde los principios pero desarmado. Por eso, Rusia se mantiene con el castrismo, con el chavismo y concualquier otro que tenga el dominio por la fuerza de su país, pues no entienden otra cosa. Manda quien tiene las armas. Y con él, se entenderán.

Pero Putin sigue en su error estratégico básico a la hora de cimentar sus posiciones. Parece no darse cuenta de que Rusia es cristiana y hoy más que nunca capitalista. Esto no la hace liberal, pero tampoco la hace musulmana. Muy por el contrario, las fuerzas internas que empujan contra el proyecto nacional ruso, están en el terrorismo checheno, en la barbarie de Grozny, Osetia y el Daguestán.

¿Con quien estarán los talibanes a la hora del llamado a la yijad en Rusia? ¿Con la Moscú infiel o con la espada que Alá ponga en manos de los integristas dentro de Rusia? ¿Quién puede colaborar con Putin para combatir en ese escenario? ¿Las fuerzas antioccidente que también son antirusas en el fondo o ese occidente contra el que se empeña en pelear?

Quizás el Patriarca Cirilo pueda explicarle el adagio de “adorar a Dios en tierra ajena”, a ver si se van poniendo las cosas en su lugar.

Cada malo tiene su peor

La frase del título anterior es un proverbio turco. Los turcos son pesimistas por naturaleza y cuando sale el sol, están seguros de que hará calor y también de que algún día se nublará el cielo y lloverá.

Por eso, saben de qué se tratan las alegrías y las tristezas del entorno que los rodea cuando Kabul cae. De la nada, Turquía se convierte en el único país de la OTAN en la zona y en el principal presionado por la ola de refugiados que se viene. Además, ve como crecen los problemas y los gastos militares en su zona de influencia, que en el fondo, tiene que compartirla, pelearla o discutirla en voz baja con los chinos.

Pero hay un pequeño problema con la posición de Turquía. Podría alegrarse de una derrota de Occidente. Pero el problema es que, desde el punto de vista militar, estamos hablando de una derrota de la OTAN y Turquía está en dicha organización. Siendo así, más que celebrar, le toca custodiar el aeropuerto de Kabul para garantizar la evacuación del personal desplegado por la alianza en esa zona. Y eso los convierte en los llamados a ser los últimos en salir del país.

Porque el talibán ha sido claro: han ganado una guerra de independencia contra los invasores extranjeros, y Turquía es uno de esos invasores. Más allá del júbilo genuino e interesado de Pakistán por los hechos, que significan el triunfo de sus aliados de siempre, la diplomacia turca tendrá que sopesar los alcances de su cooperación y alianza con Pakistán para hacer el puente en la nueva situación.

Otro adagio turco podría definir la situación: “Mil amigos son demasiadamente poco; un enemigo es demasiadamente mucho”. Y nadie quiere al talibán de enemigo, a estas alturas.

 El dragón inmóvil

Las razones de China nunca están a la vista. Milenios de misteriosa supervivencia de una nación, hablan por ellos. Sobrevivientes de una historia que se ceba con ellos, ahí siguen.

Por eso, asumir que China tienes razones para celebrar es un poco apresurado si se entiende el tema de la paciencia china. Más allá de las fotos con el canciller de los talibán, más allá del beneplácito expresado públicamente por la derrota de la OTAN, más allá de los llamados a reconocer el nuevo estatus de unas relaciones con el país con el que comparten el pequeño corredor fronterizo de Waján.

Más allá incluso de los juramentos del talibán por el respeto a las inversiones chinas y a sus trabajadores en el país, más allá del llamado a la amistad, las cosas por su nombre: los islamistas radicales asumen a todo el que no es fiel a Mahoma como un simple infiel. Pero si ese infiel es además ateo como lo son los comunistas, pues cuidado. Es cuestión de tiempo y necesidades. La guerrilla uigur que quiere hacerse del control de los territorios de Sinkiang, su zona histórica de asentamiento, reivindicada además por ellos como un Turquestán oriental que (¡oh sorpresa!) reivindica el islam y sus normas como la base de su rebelión. A la larga, todas las potencias en la zona tienen al mismo enemigo interno. Y los talibán no son amigos de largo plazo para ninguna potencia, como lo ha demostrado la historia.

Se entiende mejor entonces el movimiento chino, si lo pasamos por el tamiz de otro proverbio de esas tierras: “El dragón inmóvil en las aguas profundas se convierte en presa de los cangrejos.”

Por eso, China se mueve en esas aguas profundas. Porque a pesar de que comportarse como un imperio va en contra de sus objetivos estratégicos de jugar al desgaste de los demás para invertir lo menos posible en su ascenso, debe moverse para que los cangrejos no se lo coman a mordiscos.

Como se puede ver, todo es más complicado de lo que parece a simple vista. Y nada de esto lo comprenden los Biden ni mucho menos los Borrell.

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