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CINCO PARTIDOS ESTÁN DE ACUERDO EN AISLAR A LA ÚNICA ALTERNATIVA

Alemania: el rodillo socialdemócrata y unas elecciones que solo pueden traer más hastío

Debate entre tres candidatos a la Cancillería. Reuters

Los efectos de 16 años de desmantelamiento nacional de Alemania bajo Angela Merkel salen a la superficie nada más irse la que sujetaba el maltrecho tenderete. Tres partidos del consenso pueden ganar pírricamente el 26 de septiembre debido al hundimiento de la Unión Demócrata Cristiana (CDU).

El pasado domingo, el candidato de la CDU/CSU, Armin Laschet, perdió el debate televisivo frente a Annalena Baerbock, la desastrosa candidata de Los Verdes que también ha hundido su partido, tanto que lidera las encuestas con 23% el muy mediocre Olaf Scholz del SPD al que sacaban 15 puntos ambos hace 3 meses.

Así, la mayor potencia de la Unión Europea se enfrenta a unas elecciones con tres posibles candidatos a cada cual más mediocre, flojo y socialdemócrata, apenas diferenciables ante la crisis mundial y plenamente de acuerdo en la deriva centralista, intervencionista y antinacional de la UE. La única diferencia real entre Los Verdes y los socialdemócratas por un lado y la CDU por otro está en el tamaño del bocado fiscal que quieren darle a la clase media alemana unos y otros. En todo lo demás el rodillo socialdemócrata de los tres partidos dicta consenso.

Pueden gobernar los tres juntos con la cancillería para el más votado -hoy en están 23%, 22% y 20%-. O en cualquier combinación con los liberales del FDP o hasta con los podemitas de Die Linke. En realidad da igual. Están de acuerdo en gestionar lo que hay.

Los cinco partidos están de acuerdo en que hay que aislar, marginar, difamar y perseguir legal e ilegalmente a Alternativa para Alemania (AfD), al único partido que plantea una alternativa diferente porque defiende valores que tras la conversión socialdemócrata de la CDU con Merkel están huérfanos. La AfD se enfrenta a un bloque mediático y político tan homogéneo como jamás estuvo en democracia y que con su unanimidad en las tesis del poder y del consenso, y su acoso al discrepante, evoca épocas alemanas terribles. Los servicios secretos no vigilan sino sabotean al partido.

Las elecciones del 26 de septiembre solo pueden traer más hastío a Alemania, y más descomposición social y degradación general mientras la inmigración cada vez controla más el espacio público, y hay inseguridad y miedo a expresar las opiniones reales por las represalias, hoy implacables. Queda evidente, por tanto, que sin alternativa real al merkelismo sin Merkel y sin libertad para expresar opciones que discrepen de la corrección política socialdemócrata, Alemania sin Merkel y Francia con el mediocre Emmanuel Macron seguirán en naufragio hasta que desde dentro o del entorno irrumpa la alternativa.

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