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QUIERE CAMBIARLO POR MOLINILLOS

Biden se compromete a dejar sin la principal fuente de empleo al estado más disputado

El candidato presidencial demócrata, Joe Biden, durante un evento de retransmitido por la cadena ABC. Filadelfia, Pensilvania, EEUU. 15 de octubre de 2020. REUTERS/Tom Brenner

Hecho ya a andar de aquí para allá y coger cada día el puente aéreo con Washington -afortunadamente virtual- desde Madrid, por motivos de guion, he aquí que hoy el salto me ha dejado casi, casi donde estaba, mutatis mutandis. Porque pasar de la reacción de los debates en nuestro Congreso al debate presidencial en Estados Unidos ha tenido un sabor extrañamente familiar, como tomar para comer y cenar la misma hamburguesa revenida.

Y así como en esta España de mis pecados la prensa unánime ha decidido que Abascal recibió un revolcón de aúpa, allá sentencian que Trump perdió el debate. Con idéntico respeto a la realidad de las cosas, añado.

También allí como aquí, quienes se están cebando con mayor delectación en la crítica a Trump son los ‘conservadores’. David Brooks, el conservador testimonial del New York Times se ponía lírico en su última columna hablando de cómo Biden le recuerda a los padres de su colegio, bomberos y policías que reflejaban la decencia esencial del americano común, algo parecido a lo que hace The Atlantic, que ha oficializado su apoyo al demócrata -como si hiciera falta- con el reclamo: “Voten por el hombre decente”. Dada la cantidad de basura que está saliendo del disco duro de Hunter Biden sobre el esquema para enriquecer a toda la ‘famiglia’ Biden jugando con los intereses exteriores de Norteamérica -confirmado por uno de los destinatarios de los correos y socio de Hunter-, la consigna resulta un tanto confusa. Pero, ¿qué se puede esperar de un panorama en el que hasta una revista científica del prestigio de Nature aconseja editorialmente votar contra Trump?

Por lo demás, Trump ganó el debate, no hay discusión: barrió. Eso lo sé yo, que lo digo, tan bien como todos los que están diciendo lo contrario.

Se discute mucho sobre la capacidad de los debates para influir en el voto, y últimamente la doctrina se inclina por el “no mucho”. De lo que sí son potencialmente capaces es de hundir a un candidato, si hace algo extraordinariamente estúpido. Los demócratas esperaban que Trump dijera algo que pudiera venderse como intolerablemente racista, xenófobo, machista o directamente nazi. Los trumpistas -decir ‘los republicanos’ sería equívoco- confiaban en que Biden se olvidara de golpe de dónde estaba.

No pasó ninguna de las dos cosas, pero Biden sí dijo algo extraordinariamente estúpido: dijo que pensaba acabar con la industria del petróleo. Ya saben, la transición ecológica y todo eso. La idea es tan idiota que Trump quiso hacérsela repetir, y luego se dirigió a los votantes de Texas, Pensilvania y Ohio para que se grabaran bien las palabras de Biden. No fue balbucear o quedarse en blanco, pero fue algo no mucho peor: anunciar el cierre del sector que más empleo produce en el estado que tiene que ganar sí o sí para llegar a la Casa Blanca. Brillante.

Cuando uno piensa en petróleo, tiende a visualizar mentalmente las petromonarquías del Golfo, Irán, no sé, Venezuela. Y olvida con frecuencia que Estados Unidos produce tanto crudo que, a pesar de tener que servir a una economía nacional sin parangón en el mundo, aún le queda para exportar. Y Biden quiere cambiarlo por molinillos.

Tiraron fuerte del Covid, endilgándole cómodamente a Trump hasta el último muerto como jamás se ha podido hacer en estos pagos con Sánchez y a pesar de que los Estados Unidos están realmente formados por estados, es decir, que las medidas contra la pandemia las decide mayormente el gobernador de cada estado. Biden, con su mascarilla perenne en los mítines, que solo se quita para toser (palabra, hay evidencia gráfica), puede ganarse jugando al pánico el voto de las karens (ver: “charo”), pero la imagen global es triste y débil.

Para resumir la impresión que uno y otro podían dejar en el votante, un tuitero americano planteaba el dilema entre dos visiones resumidas en sendas frases de los candidatos. Biden: “Nos adentramos en un invierno oscuro”; Trump: “El éxito nos va a unir a todos; estamos en el camino hacia el éxito”. Con independencia de lo que uno desee, es fácil ver cuál de los dos mensajes resulta más animante.

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