¿Cómo salir de un régimen cuya fuerza radica en el poder de las armas del Ejército, la Policía y los grupos paramilitares? Uno que reprime y mantiene la vigilancia en los barrios, el control de las instituciones del Estado y, que está dispuesto a asesinar al pueblo como lo demostró durante las protestas de abril de 2018
Esa pregunta asalta a la mayoría de los nicaragüenses que se oponen a Ortega y que ven oportunidades cada vez más reducidas para vivir en democracia, paz y poder prosperar. Nicaragua vivió dos guerras contra dos dictaduras: la somocista y el sandinismo (que instauró la llamada “dictadura del proletariado” de 1979 a 1990), con consecuencias aún más letales. El país se enfrenta nuevamente a la continuidad de ese primer régimen sandinista.
A ese panorama se suma una oposición dividida, con un sandinismo disidente que busca liderar la oposición, aunque no goza de confianza y simpatía, pese a que cuenta con gran apoyo mediático gracias a los recursos externos que recibe.
Otro sector de la oposición tampoco cuenta con gran apoyo popular ni mediático, pero tiene una estructura partidaria. Ambos sectores de la oposición tienen presos políticos.
Ortega no solo tiene a siete aspirantes presidenciales encarcelados de los distintos grupos, desarticuló a tres partidos políticos opositores que participaban en los comicios.
El sandinismo disidente -cuyos líderes gobernaron con mano dura junto a Daniel Ortega durante el primer régimen sandinista- tienen interés es cambiar de conductor, y el retorno de lo que llaman la verdadera “revolución”; esa en la que los crímenes y robos son calificados apenas como “errores”.
A ese sector se han unido liberales disidentes que afirman que la lucha ya no es de izquierda ni de derecha, sino contra la dictadura, un argumento que no ha tenido mucho eco después de vivir tres dictaduras en el último siglo.
Luciano Montti -a quien llamaremos así por razones de seguridad- es un joven profesional que sostiene que en Nicaragua “oposición al sandinismo no hay”.
La traición
A su juicio, el último bastión fue el liberalismo, que terminó pactando con el sandinismo. “Vimos lo que sucedió con el liberalismo, con el liderazgo de (el expresidente Arnoldo) Alemán que pactó (con Ortega). Se fue a entregar al sandinismo, y lo que han surgido son grupos de corrientes sandinistas, disidentes de los sellos oficiales del Frente Sandinista (de Liberación Nacional, el FSLN) que han pugnado por tumbar a Ortega para proseguir con un sandinismo sin Ortega”.
Los grupos que han estado en el poder se resisten a alejarse de la política y dar espacios a nuevos liderazgos.
“Eso ha hecho que el pueblo asuma una indiferencia abierta, apatía nacional a una oposición que además se identificada como globalista porque la mayoría están articuladas por organizaciones no gubernamentales financiada por (George) Soros en cuanto al tema del aborto, la diversidad sexual, la agenda 2030. Este pueblo con profundas raíces judeo-cristianas necesita a una oposición conservadora, liberal en lo económico que preserve los valores que han sido trastocados por el sandinismo”, puntualizó.
Luz Reyes, una emprendedora, sostiene que no existe un verdadero liderazgo opositor, sino intereses personales y de cúpulas. Considera que eso ha llevado al país a la situación actual.
“Las personas apoyaron las protestas porque quieren salir de Ortega, hasta que se supo que el sandinismo disidente estaba ocupando espacios en el liderazgo opositor. La mayoría de los nicaragüenses no apoyamos al sandinismo”, comentó Reyes.
De ese tema no se habla en los medios, la mayoría apoya al liderazgo mediático, pero la cobertura es sesgada cuando se trata de otras corrientes de la oposición que no son de izquierda.
Para Carlos Varmar, un activista en redes sociales, el fracaso de la oposición se debe a que el sandinismo disidente se aprovechó del levantamiento en 2018 “para tomar protagonismo y con la ayuda de sus medios se crearon falsos liderazgos mediáticos prefabricados”.
“El liderazgo ha sido solamente mediático con los recursos (financieros) que perciben les ha dado esa posibilidad de poder promoverse a través de diversas plataformas, que es lo que vemos con el caso de la señora (Cristiana) Chamorro, que el régimen le ha dictado casa por cárcel; de don Juan Sebastián (Chamorro), de Félix Maradiaga, que están en situación de cautiverio. Dado que ellos tenían una plataforma que podía publicitarlos. Pero liderazgo de calle que levante los ánimos y que dé esperanza no hay”, sostiene Montti.
El sandinismo disidente posee plataformas periodísticas y en redes sociales que promueven a ese sector de la izquierda y sus dirigentes.
Ortega sin respaldo
Pero ni la división de la oposición favorece a Ortega en las elecciones que se realizarán el 7 de noviembre. Por eso apresó a los precandidatos presidenciales y eliminó a los partidos políticos opositores, para no correr riesgos de perder el poder.
La encuesta de CID Gallup de febrero indicaba en ese momento que más del 60% de los nicaragüenses no comulgaba con ninguna opción política y que el FSLN solo tenía un 25% de aprobación.
Desde entonces Ortega sigue en declive. Así lo demuestra el último sondeo realizado por CID Gallup en octubre, que revela que solo un 8% de los ciudadanos simpatiza con el FSLN. Mientras que el 77% de la población no tiene ninguna preferencia partidaria, aunque el 65% hubiese votado por quien encabezara la oposición.
La encuestadora dijo a la Voz de América que el partido sandinista se encuentra en su nivel de aprobación más bajo (que llega al nivel de un digito), muy inferior al 19% que ha tenido recientemente y al 30% tradicional (que era su techo máximo de aprobación).
Panorama post electoral
Para Varmar después de las elecciones ficticias, Ortega realizará su anunciado diálogo con el que busca “un mínimo de legitimidad” ante la comunidad internacional.
“Podemos esperar a lo externo más condenas, tal vez alguna que otra sanción de parte de algunos gobiernos como Estados Unidos y la Unión Europea. A lo interno un país amordazado y sus ciudadanos sobreviviendo a la situación en la que Ortega tiene al país”, subrayó.
Varmar cree que si Estados Unidos retira a Nicaragua del DR-Cafta (el tratado de Libre Comercio con EEUU, Centroamérica y República Dominicana), el país estaría regresando a la crisis económica de la década de los 80’s, “Estados Unidos es nuestro mayor socio comercial”, afirma.
Para Montti, después del 7 de noviembre “habrá algunos pronunciamientos de la comunidad internacional, pero no creo que el DR-Cafta se vaya afectar. Tampoco con el Tratado de integración con Europa, por la sencilla razón de que hay empresarios locales, estadounidenses y europeos que presionan a su país para comprar productos baratos. Las sanciones igual, no tienen afecto alguno aquí (en Nicaragua) porque los sancionados siguen usando el sistema bancario y haciendo tráfico jurídico. Entonces es muy difícil”, valoró.
Marlon Navarrete, cree necesaria la unidad de la oposición, aunque reconoce la responsabilidad del sandinismo disidente en los abusos a los derechos humanos y la corrupción durante el primer régimen, pero, a su juicio, solo así se podría salir de la dictadura.
Aseguró que el panorama se complica porque Estados Unidos quiere una salida suave, igual que algunos sectores en Nicaragua “que siguen insistiendo elecciones con Ortega sin las condiciones fundamentales como es libertad de los secuestrados, reformas profundas electorales, el regreso de los exiliados -que serían la garantía de cualquier negociación para unas elecciones transparentes con observadores internacionales-, el desarme de los paramilitares y la aplicación de justicia. El problema que hay es que las condiciones en este momento les favorecen (a Ortega) por la falta de liderazgo de la administración Biden hacia América Latina”.
Montti no ve posible una unidad en la oposición después de las elecciones, fundamentalmente por razones ideológicas. “Desafortunadamente la comunidad internacional, específicamente Costa Rica ha adoptado al sandinismo tránsfuga y globalista como una verdadera oposición y lo ha acuerpado. Y esto va a atrasar el proceso de articulación de la oposición, porque el pueblo no está dispuesto a seguir liderazgos de sandinistas disidentes”, acotó.
Un punto común entre los entrevistados es que Ortega radicalizará la dictadura después de las elecciones del 7 de noviembre.