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PRIMERA VUELTA PRESIDENCIAL EN UN PAÍS QUE ESTALLA POR LAS COSTURAS

El último tren para aquellos que no quieren que Francia deje de ser francesa

Elecciones presidenciales en Francia. La Gaceta de la Iberosfera

La eterna aspirante, Marine Le Pen, líder de la Reagrupación Nacional (RN), vuelve a situarse alto en las encuestas para librar un duelo más en segunda vuelta con Emmanuel Macron. Pero esta vez es diferente.

Al menos, es lo que muchos concluyen de la situación. Veamos. Según las encuestas, la líder soberanista estaría a escasos cuatro puntos de su rival en intención de voto. Lo abrumadoramente previsible es que Marine pase a segunda vuelta, momento en el que casi todas las fuerzas del espectro -de los medios convencionales, ni hablamos- apoyarán a Macron aunque todos ellos tengan que taparse la nariz. Y, si la historia sigue el guion acostumbrado, la opción soberanista volverá a perder y tendremos otro mandato del veleidoso Macron.

O tal vez no. Hace ya tiempo que los medios no dan una en sus previsiones, y en este periodo hemos visto victorias impredecibles e inesperadas, como el ‘Brexit’ o la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump. ¿Qué ha cambiado?

Lo esencial es que las causas que mueven el voto hacia la opción soberanista no han hecho más que aumentar. Lo que hace cinco años la RN dijo que iba a pasar, ha pasado. Las condiciones no han mejorado en absoluto y la realidad parece darles la razón. Porque, en ausencia de voces amigas con algún peso o ‘potencia de fuego’ propagandista, los soberanistas franceses, como los del resto de Occidente, tienen en la realidad diaria del ciudadano de a pie su mejor baza.

De hecho, la paradoja de estas elecciones podría volver a ser que los franceses elijan a un presidente que una mayoría parece odiar, según las encuestas, solo para evitar que llegue al Elíseo una líder con cuyas ideas sobre los asuntos más acuciantes se muestra básicamente de acuerdo una mayoría, una esquizofrenia que no solo afecta a Francia.

Pero Francia ha llegado más lejos en los males que aquejan a los países de nuestro entorno, muchos de ellos consecuencia de la inmigración masiva e incontrolada. Islamismo, seguridad e inmigración son temas centrales del partido de Le Pen. Según una encuesta realizada por el instituto Viavoice, los franceses dan la razón a Le Pen en sus temas estrella, la inmigración (un 49%) y la seguridad (un 54%).

Luego está el asunto Zemmour y su Reconquista. El periodista judío de origen argelino fue hace meses la gran estrella cuando superó por la mínima a Le Pen en intención de voto por el curioso procedimiento de adelantarle por la derecha y ser aún más radical en los temas estrellas de la RN. Ese ‘souffé’ se ha ido desinflando, y las posibilidades de que Eric Zemmour pase a segunda vuelta son, por decirlo suave, bastante remotas. Pero su movimiento ha sido cualquier cosa menos inútil.

Para empezar, ha servido como señal de que la opinión contraria a la inmigración (especialmente, la islámica) está muy viva y no para de crecer. Para seguir, ha advertido a los estrategas de la RN que aguar su mensaje y acercarse al consenso es una maniobra perdedora. Y, por último, ha diluido, por contraste, la mayor ‘pega’ que le ven los franceses a Le Pen, a saber, la radicalidad de su mensaje: al lado de Zemmour, Marine parece positivamente moderada.

De los demás partidos apenas tiene sentido hablar. Los dos clásicos, los partidos del consenso de posguerra, los equivalentes al PSOE y el PP españoles, atraviesan horas bajas. Los socialistas se volatilizaron tras la desastrosa presidencia de François Hollande, y el mensaje de los Republicanos, que han puesto de candidata a una insulsa Valérie Pécresse, no es fácilmente distinguible del de Macron. De hecho, Macron, llegado más de la banca que del socialismo (en uno de cuyos gobiernos figuró), era la ‘marca blanca’ con la que los franceses dijeron adiós a los alineamientos políticos de la posguerra, a la izquierda y derecha de siempre.

Es costumbre decir en cada elección que esta es la decisiva. Pero en este caso podría ser cierto. Francia estalla por las costuras. Hace casi exactamente un año, apareción una tribuna firmada por generales retirados denunciando la desintegración de Francia y la amenaza de una guerra civil que causó un enorme revuelo y que fue seguida por otra similar firmada por policías. Los términos eran insólitos, insinuando la inminencia de una guerra civil “si no se actúa contra la desintegración de Francia y los males que la aquejan”.

Y lo curioso vino inmediatamente después, en forma de una encuesta para conocer la reacción de los franceses a este ‘bando’. Un 58% de los encuestados afirmaron estar de acuerdo con los militares, un 79% pensaba que Francia está en proceso de desintegración, mientras que un 84% aseguraba que la violencia en Francia aumenta día a día. Incluso un 49% de los encuestados consideraba que el ejército debería intervenir para restablecer el orden sin la autorización del gobierno.

En estas circunstancias, las elecciones podrían realmente ser el último tren para los franceses que, como los húngaros en su propio país, no quieren que Francia deje de ser francesa.

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