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La doble e increíble vara de medir de la izquierda y los medios subvencionados

España, donde pintar ‘Coletas, rata’ es delito de odio y atacar la tienda de la madre de Abascal es dañar el mobiliario urbano

Hace cerca de tres meses, el pasado 16 de agosto, un suceso paralizó las redacciones de los medios españoles. Había aparecido una pintada que decía «Coletas, rata» en una carretera a dos kilómetros de la casa (algunos decían 33, pero eran dos) con vistas al Cantábrico donde disfrutaban sus vacaciones Pablo Iglesiasvicepresidente segundo del Gobierno, mando único contra la pandemia en las residencias de ancianos y ex asesor del Gobierno de Hugo Chávez—, su pareja actual, Irene Montero, ministra de Igualdad, y los tres hijos menores de la pareja.

Fuente: twitter

La España progresista, multiculturalista y democrática se estremeció. Esa pintada fue calificada de inmediato «según aseguran fuentes del entorno de la pareja» (cadena Ser), como «una grave situación» que obligaba a los Iglesias-Montero a abandonar al dia siguiente y a la carrera rumbo a Madrid la casa de la familia política de Enrique Santiago. Ah, sí. La casa no era de alquiler, sino vinculada al secretario general del Partido Comunista Español y asesor jurídico de los terroristas colombianos de las FARC.

La maquinaria mediática y política se puso en marcha.

La reacción del ministro de consumo, el comunista Alberto Garzón, fue contundente. «Dice mucho y nada bueno de la derecha extrema española y su política del odio». Pablo Echenique, secretario de Organización de Podemos, la formación que lidera Iglesias, fue un paso (con perdón) más allá. Llamó «acoso fascista» a una pintada a dos kilómetros de la casa y la equiparó «a los juicios fake, las cloacas (policiales) y las tertulias difamatorias». Enrique Santiago, el dueño consorte de la casa, llamó a esa pintada «un plan organizado de coacción e instigación a la violencia por parte de la ultraderecha, por parte de personas vinculadas a Vox, contra esta familia».

Es cierto que estas reacciones no dejaban de ser de actores secundarios y testigos de parte. Hacía falta más fuste. Y llegó. En horas.

La presidente del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet (tercera máxima autoridad del Estado después del Rey y el presidente del Gobierno), trasladó su solidaridad hacia la pareja señalando «actitudes que no son admisibles en democracia». Faltaba la del presidente Pedro Sánchez, el socio de Iglesias en la coalición socialcomunista que gobierna España. Durante unos breves minutos, el presidente interrumpió sus vacaciones (ustedes ya me entienden) para declarar en twitter (¿ven cómo sí que me entienden?) que «el acoso, las amenazas y los insultos no tienen cabida en nuestra sociedad. Frente al odio y la intolerancia siempre defenderemos el respeto, la democracia y la libertad».

Mientras todo esto ocurría. Es decir, mientras al menos una persona vinculada a Vox (según el asesor de las FARC) pintaba «Coletas, rata» en una carretera secundaria de Asturias a dos kilometros de la residencia de verano de la familia Iglesias-Montero y mientras el entorno de los líderes chavo-comunistas calificaba este hecho como «una grave situación» que obligaba a la pareja a abandonar Asturias y volver a Galapagar (localidad de la serranía madrileña de clase acomodada donde reside el vicepresidente que hasta hace unos pocos años se reivindicaba «de barrio») y mientras las máximas autoridades del Estado y la mayoría del Gobierno se dolían de este injustificable ataque democrático de la ultraderecha, Pablo Iglesias aseguraba, con mención expresa a sus hijos, que «conmigo no va el victimismo».

Pues menos mal que no va con él.

Faltaba, eso sí, el de siempre. José Luis Ábalos, el ministro de Transportes. Quizá le recuerde de otras películas como «Delcy Rodríguez —ministra venezolana que tiene prohibida su entrada en territorio de la Unión Europea— jamás pisó suelo español». Sobre la pintada en Asturias, Ábalos avisó a navegantes (es decir, a los medios) de que «rebajar la gravedad del acoso a Pablo Iglesias y a Irene Montero equivale a normalizar la intimidación y el fascismo»

Los grandes medios, que son muy sensibles al señalamiento, sobre todo cuando hay reparto de subvenciones gubernamentales extraordinarias para tiempos de pandemia, no lo dudaron y no rebajaron la gravedad de que una pintada que no incluia amenaza directa alguna, más allá del buen gusto al apodar a Iglesias como el «coletas» (uno de los motes con los que se conoce al líder chavista, que tras el verano se ha pasado al moño recogido como un luchador japonés de sumo), por supuesto que tenía que ser una amenaza directa.

Apenas un par de periódicos regionales asturianos preguntaron por el atestado enviado a la Fiscalía por la escolta de la familia. Jamás hubo tal atestado.

De entre todos los medios —todos los que están bajo el control de las subvenciones, que son la mayoría—, no podemos dejar pasar esta joya de La Sexta: «Ante la imposibilidad de dar siquiera un paseo con sus hijos, Montero e Iglesias han decidido poner fin a sus vacaciones».

En todo aquello gastamos una semana entera. Los atonitos españoles —los que están en ERTE y los que no, los que habían tomado la calle para recuperar la nueva normalidad prometida por el presidente, los que siguen en duelo, los que seguirán y los que ya no están con nosotros, los que no tuvieron vacaciones en Asturias ni han ido alguna vez en SuperPuma a Doñana, en Falcon a La Mareta o tienen un amigo que es abogado de un grupo terrorista— padecieron información exhaustiva (enviados especiales a la pintada incluidos) sobre este ataque a la democracia.

Y por si era poco, también sufrimos los análisis políticos de los tertulianos escandalizados y los tuits espantados de a dónde hemos llegado con el odio de la ultraderecha en Estepaís. Porque estaba claro que aquel «coletas, rata» en una carretera secundaria asturiana a dos kilómetros de la casa en la que pasaba sus vacaciones el mando único ante la pandemia de los mataderos de anci…, digo residencias de ancianos, tenía que ser de uno de Vox. Sin más pruebas que lo que diga un abogado de las FARC.

Y vale ya, que decía aquella.

Tres meses después

Ayer, tres encapuchados atacaron la tienda de moda en Amurrio (Álava) de Isabel Conde, la madre de Santiago Abascal, el líder del partido Vox, tercera fuerza política en el Congreso de los Diputados.

La pintada (escrita en vasco: «A ver si te gusta esto, fascista») no estaba en una carretera secundaria a dos kilómetros de la tienda. Sigue ahí. En la misma tienda. Dominando en rojo todo el escaparate que no pudieron romper a pedradas porque sus cristales están blindados desde 1999.

¿Quién tiene los cristales blindados en una tienda de moda en un pueblo? No contesten. Apenas unos cuantos vascos, patriotas españoles, como la madre de Abascal, señora y viuda de Santiago Abascal Escuza, aquel hombre al que la banda terrorista ETA fue a matar tres veces, quemó su tienda, pintó sus caballos y no le dejó vivir en libertad. Aquel hombre que —y el que escribe estas líneas estaba con él, nadie se lo ha contado— caminaba a pie por Amurrio con su escolta de ertzainas a veinte metros por atrás.

—Santiago, ¿por qué van tus escoltas por detrás?

—Porque están seguros de que me van a matar y tienen miedo.

Tres meses después de la injustificable acción de odio de la ultraderecha que no tiene cabida en democracia que supone pintar «Coletas, rata» a dos kilómetros de una casa y que supuso una oleada de solidaridad con la familia Iglesias-Montero de las más altas autoridades del Estado y la simpatía general de la clase mediática (antes, la Prensa), a la madre de Santiago Abascal le han atacado la tienda, le han llamado «fascista» (¡a ella!) y le han dejado un mensaje pintado en rojo.

La noticia ha ocupado 20 segundos en los noticieros (Antena3, Telemadrid..). En algunos, menos. Cero, ninguno, nada, zip, en el telediario de la Televisión pública Española que sí que ha informado de «varias pintadas» contra la presidente socialista de Navarra, María Chivite, por sus restricciones a la movilidad.

En algunos periódicos que aullaron por la democracia cuando la pintada de «Coletas, rata», ahora se lee que «Abascal denuncia un ataque» (El Mundo). La noticia, según ellos, no es que haya ocurrido, sino que se denuncie.

De momento, Pablo Casado, presidente del PP, y Carlos Iturgaiz, el líder del PP vasco, antigua cuna (y tumba) de héroes, han llamado a Santiago Abascal para mostrarle su afecto y solidaridad sin matices. Sin más matices, en el caso de Casado, que ser el que hace ni tres semanas le dijo en el Congreso de los Diputados que había pisoteado el tributo de sangre pagado por el PP en el País Vasco. Se lo dijo Casado a Abascal. Sin pestañear. A esto de hoy se le llama «postureo». No a lo de Iturgaiz, sino a lo de Casado.

De ese campeón de la democracia, el presidente del Gobierno, no hay nada. De la presidente del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet, no se tienen noticias. De Alberto Garzón, Enrique Santiago y José Luis Ábalos, no hay nada. Y qué sé yo… Ni siquiera de Ada Colau, Ismael Serrano o Pepe Viyuela… Nada en twitter. Será que es domingo y fiesta de guardar.

No esperen especiales en La Sexta, ni columnas dolientes en El País o El Español. Ni siquiera algún comentario jocoso en algún programa de Cuatro.

Pablo Iglesias tampoco ha dicho nada. Quizá porque está en La Paz, arrastrando a Su Majestad al Rey a los fastos institucionales de la vuelta del Socialismo a Bolivia. Ya les adelanto que no hay nada que celebrar.

Hasta que esas reacciones de sana indignación democrática lleguen, o no, que quizá no, podemos consolarnos con la reacción enérgica de Bildu, los herederos de ETA, que a través de su cuenta en Amurrio (686 seguidores), han señalado que «EH Bildu Amurrio considera inadmisible el ataque que recibió una familia del municipio en su tienda anoche».

Pues mira, entre la burla, los proetarras hablan de «familia». Y hablando de «famiglia», pero con g, la condena del Partido Nacionalista Vasco al ataque a la tienda de la familia de Santiago Abascal se la han dejado a una cuenta en twitter del PNV en el Valle de Ayala con 18 seguidores. Para el PNV lo primero es lamentar lo que ha sufrido el mobiliario urbano y luego, ya si eso, en otro tuit, solidaridad con las personas. Sin mencionarlas, no se les vayan a echar encima sus 18 seguidores.

No es broma. El mobiliario urbano va primero. Doña Isabel, la señora viuda de Santiago Abascal Escuza, el que llamaba cobardes a sus escoltas de la Ertzaintza, va detrás.

Nota: Actualizaremos esta pieza informativa con las condenas al ataque sufrido por el comercio de doña Isabel Conde, madre de Santiago Abascal, que se vayan registrando por parte de los que dijeron que una pintada a dos kilómetros en una carretera secundaria en Asturias era «un plan organizado de coacción e instigación a la violencia». Rogamos no esperar sentados, por aquello del sedentarismo y sus problemas derivados.

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