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La representante del castro-chavismo tiene casi un 15% de apoyo

Honduras y la amenaza del abismo: el 51% de la población no tiene candidato a menos de seis meses de las elecciones

El presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández. Europa Press

Este segundo bimestre del año, aún quedan importantes procesos electorales en Hispanoamérica, este domingo presidenciales en Perú e intermedias en México y; en un cargado mes de noviembre presidenciales Nicaragua, Chile y Honduras. En esta oportunidad nos referiremos al último país citado, el cual, atraviesa un caso realmente muy atípico y complejo escenario político, por tipificarlo de modo sencillo.

Justamente Honduras viene de atravesar una gran coyuntura democrática luego que Manuel Zelaya fuera frustrado en su intento por hacer un inconstitucional referéndum para reformar la Constitución al estilo de su mentor Hugo Chávez, proyecto que quedó en el naufragio a días de las elecciones dado que el entonces Presidente Zelaya fue depuesto por un golpe militar, siendo sucedido por el presidente del Congreso Nacional Roberto Micheletti, quien guio el país a unas elecciones donde resultó electo Porfirio Lobos por el Partido Nacional de Honduras (PNH).

El gobierno de Lobo fue más de pena que de gloria, pues, pese a que los indicadores macroeconómicos experimentaron una leve mejoría, ello no permeó a los sectores sociales, además estuvo asediado por la sombra de Zelaya y la corrupción, al extremo que su propia esposa fue condenada por “apropiación indebida de fondos públicos”, “fraude” y “lavado de activos”, aunque más tarde, fue liberada por la Corte Suprema de Justicia. Pese a todo ese contexto, Juan Orlando Hernández del oficialista PNH fuera declarado ganador sobre el izquierdista radical, Salvador Nazralla, en una muy controvertida y bajo la sombra del fraude.

Juan Orlando Hernández parte con un gobierno con pobre legitimidad de origen, aunque los problemas nunca cesan, poco tiempo después, quedó sumergido en un escándalo público por la presunta captación de fondos para su campaña del Chapo Guzmán. Pero no todo quedó allí, su propio hermano Juan “Tony” Hernández fue hallado culpable de narcotráfico a gran escala, conspiración para usar armas, entre otros crímenes por un tribunal de Nueva York, el cual, lo condenó a cadena perpetua y la confiscación de su patrimonio de 138,5 millones de dólares. Este hecho inédito develó la simbiosis entre la élite política hondureña cercana al anillo presidencial y el crimen organizado trasnacional, ergo, mafiocracia o narcopolítica.

Por si fuera poco, el gobierno de Juan Orlando Hernández tampoco ha sido eficaz a la hora de dar respuestas a los principales problemas de la sociedad hondureña como la pobreza, la criminalidad expresada en las mara y la inmigración descontrolada hacia Estados Unidos. En crudo, los hondureños han quedado abandonados a su suerte frente a la pandemia del virus chino, al extremo que alcaldes han suplicado vacunas al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien respondió positivamente enviando lotes de vacunas.

La suma de todo ese cúmulo de problemas lleva al ciudadano-elector hondureño a una profunda desesperanza, la cual se evidencia claramente en la encuesta de CESPAD (mayo 2021) que revela que el 51,1% no tiene opción presidencial, seguido por el oficialista Nasry Afura, la representante del castro-chavismo y esposa del ExPdte Manuel Zelaya, Xiomara Castro de Zelaya ambos con casi un 15% cada uno. Más abajo, nuevamente Salvador Nasralla con 7,9% y finalmente la opción centro-liberal, el empresario Yani Rosenthal con 6,6%, sin mencionar un 7,6% de otros candidatos. Englobando, los indecisos constituyen la mitad, un 23% para la izquierda, apenas un 15% para las fuerzas de la falsa derecha del PNH y el centro-liberal y poco menos de un 10% diseminado en varios candidatos.

Estos números son extremadamente alarmantes, pues, expresan poderosos sentimientos de desesperanza y anti-política que existe en la sociedad hondureña, la cual, muy similar al caso peruano de hoy, terminará inclinándose por un out-sider y que puede estar encubándose en ese 10%, una figura altamente personalista y despótica que encarnará su deseo de venganza popular para castigar la clase política tradicional, pero que infelizmente, terminarán cometiendo el suicidio a la libertad, tal como lo hicieron los venezolanos en 1998 al elegir a Hugo Chávez y los bolivianos el pasado año 2020.

No puedo permitirme cerrar, sin esbozar una segunda alternativa, tal vez sea posible evitar ese nefasto escenario a través de opciones de madurez y altura política, tarea que recae sobre los partidos centro-liberales que pueden captar un importante apoyo del electorado, pero ello dependerá en gran medida de su distancia con la clase política tradicional y el desarrollo de un proyecto político democrático con contenido que conecte con la ciudadanía que se siente al borde del abismo.

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