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¿Quién en el mundo respeta al presidente de EEUU?

La astuta crueldad de Putin: desafía a Biden a un debate en vivo y en directo

El presidente ruso, Vladimir Putin. EUROPA PRESS

¿Recuerdan el sonrojo que causaba a las clases ilustradas americanas tener como presidente un bocazas sin consideración y sutileza, Donald Trump? Este hombre, este payaso, este matón de bar deslenguado nos iba a llevar a la guerra nuclear con sus salidas de pata de banco. Andaban día sí, día no, cubriéndose el rostro, abochornados, cuando se refería al covid como “la gripe china”, y rogando a sus correligionarios del resto del mundo que no les juzgásemos por semejante patán.

Pero nunca es qué, siempre es quién. Por eso mismo un diputado del PP grita a Errejón “¡Vete al médico!” y aparecen un sinfín de condenas y el pobre tipo tiene que humillarse en las disculpas, mientras el “¡P**a loca!” de Bildu a Macarena Olona pasa totalmente desapercibido.

Y por eso Biden puede llamar al líder de una poderosa potencia “asesino”, asegurando que “pagará” haberse conjurado para amañar las elecciones de 2016, algo que ya quedó claro que nunca pasó.

La respuesta de Putin la recogemos en estas mismas páginas, aunque es mejor verla en vídeo: ni siquiera responde a los cargos ni, por supuesto, se le ve furioso u ofendido. Parece, sin más, un adulto que reacciona a los balbuceos incoherentes de un anciano demenciado.

Lo último ha sido invitar a Biden a un cara a cara público y en vivo. ¿Qué podría haber más dialogante y civilizado? Es un golpe de astuta crueldad por parte del Tío Volodia, porque todo el mundo sabe que, sin guion, Biden está absolutamente perdido. Naturalmente, está “demasiado ocupado” y ha declinado la oferta. De hecho, aún no ha dado una rueda de prensa en lo que lleva de mandato, algo que hubiera indignado a esa misma prensa con un presidente republicano, pero que a Biden se le pasa de mil amores, porque no es qué, es quien.

Paradojas de la vida: todo el mundo odiaba a Trump, pero, a nivel internacional, todo el mundo le respetaba. A Biden le toman por el pito de un sereno.

Kim Jong-un, de quien el ‘patán’ Trump consiguió que firmase la paz con su vecino del sur tras más de medio siglo de ‘guerra’, ha llevado su desprecio a declarar que mejor que Washington no le llame, porque no piensa coger el teléfono. Espero que, al menos, haya preparado una musiquita relajante para la llamada en espera.

En cuanto a China, objetivamente el principal rival, que tanto ha ayudado a los demócratas a desalojar a Trump y que tan pingües beneficios ha reportado a la famiglia Biden, no por eso deja de desdeñar al norteamericano.

Precisamente ahora se celebra la primera cumbre en vivo chino-estadounidense en Alaska, con la presencia del secretario de Estado, Antony Blinken, y su homólogo chino, Yang Jiechi. No ha ido demasiado bien.

El asesor de seguridad nacional norteamericano Jake Sullivan abrió fuego diciéndoles a los chinos que “no buscamos conflictos, pero siempre defenderemos nuestros principios, nuestro pueblo y a nuestros amigos”, señalando que en la agenda del encuentro están la represión Xinjiang y Hong Kong, las amenazas a Taiwán, los ciberataques patrocinados por Pekín y la “coerción económica” ejercida sobre sus aliados. “Estas acciones amenazan el orden reglado que mantiene la estabilidad global”, advirtió Sullivan, haciendo saber que la “alternativa” es un “mundo en el que el ganador se lo lleva todo, inevitablemente más violento e inestable”.

Quizá otros países tengan que aguantar este tipo de sermones desde el pedestal de la superioridad moral norteamericana. China, no.

Yang empezó por decir que aquella no era forma de hablar a unos huéspedes, siguió hablando de “hipocresía” y reprochando a Estados Unidos cómo trata a la población negra y acusándoles de usar su poderío militar y su supremacía financiera para presionar a los países y poner en peligro el futuro del comercio mundial.

Por supuesto, los chinos saben, y los norteamericanos saben que los chinos saben, que comparar el trato oficial de la población afroamericana con el cuasigenocidio uigur es carcajeante, una patochada. Pero es astuto: los demócratas han jugado y siguen jugando tanto con el “racismo sistémico” que domina el panorama norteamericano que ahora sus representantes no pueden verle el farol a los chinos sin traicionarse.

Yang acabó diciendo, en fin, que los americanos no eran quién para sermonearles, que Estados Unidos “no habla a China desde una posición de fuerza” y que es “imposible estrangular al pueblo chino«.

Y esto no ha hecho más que empezar.

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