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La oposición oficialista pretende usar lo que ocurra en la Corte Penal Internacional como ficha de negociación

La CPI da un pequeño paso hacia el cambio en Venezuela con la apertura de una investigación formal al régimen

El tirano venezolano, Nicolás Maduro. Europa Press

Sin temor a equivocarme digo que no ha habido en toda la historia de Venezuela un régimen tanto o más represor que el de Nicolás Maduro. Dictadores como Juan Vicente Gómez o Marcos Pérez Jiménez perseguían y encarcelaban a sus adversarios políticos, pero jamás dispararon a mansalva en contra de jovencitas desarmadas, como si lo han hecho los esbirros de Maduro en contra de Génesis Carmona y Geraldine Moreno, por mencionar solo dos víctimas mortales de la tiranía chavista.   

Posteriormente a las ejecuciones, el indocumentado Maduro celebra la acción, como lo reseñó la periodista Gloria Bastidas en mayo de 2017: “Maduro baila sobre ataúdes” . Más de una vez y en ocasión de ajusticiar a civiles desarmados en las calles -jóvenes en su mayoría- aparece Maduro bailando y riendo con su esposa Cilia en la televisión del Estado.

Pero ahora, Maduro y sus esbirros tendrán que pensarlo dos veces antes de apuntar sus bayonetas en contra de los opositores. La apertura de la investigación formal por parte de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI) les coloca en un predicamento: si no reprimen, podría comenzar una rebelión popular en su contra; y si reprimen, cada víctima adicional alimentará el expediente en su contra por delitos de lesa humanidad.

Hay quienes piensan que la decisión de la CPI no afecta a Maduro y que pasarán años antes de que el caso pase a juicio; pero las reacciones de sus aliados indican lo contrario. Diosdado Cabello, uno de los principales indiciados del régimen rojo por violación de los derechos humanos, declaró, molesto y preocupado,: “Nosotros nos encargaremos de nuestra defensa ante la CPI y la fiscalía porque tenemos todo el derecho a que se revise la decisión, porque creemos que la fase preliminar no se ha cumplido”.

Por su parte, el fiscal del régimen de Nicolás Maduro, Tarek William Saab, «apeló a la vieja retórica chavista para destilar todo su odio contra la decisión de la CPI de iniciar una investigación sobre los crímenes cometidos en el país en los últimos años” según lo reseñó el portal La Patilla.

Saab argumentó que en gobiernos anteriores “murieron niños, personas acribilladas de espaldas. Miles de venezolanos que fueron exterminados durante aquellos días…No hubo acción de ningún fiscal o tribunal para sancionar esa orden. Sacaron batallones del Ejército para disparar a mansalva hacia todo lo que se moviera. Lo triste y abominable es que ningún órgano de justicia castigó a nadie”, dijo preocupado. 

Los gobiernos anteriores son estos 22 años que lleva instalado el régimen (primero Chávez y ahora Maduro) en Miraflores, con un Ejército que obedece a ciegas y por tanto persigue, encarcela, tortura y asesina a los venezolanos disidentes. La Fiscalía -durante estas dos décadas- ha apoyado la impunidad, ha tapado la criminalidad del poder y ha castigado a los opositores por el delito de disentir.  

Así que, sí. Recibimos la apertura de la investigación formal en contra de Maduro como un pequeño paso en la dirección correcta, como una oportunidad para iniciar cambios en el panorama político del país.  Ahora bien, una vez más, la oposición oficialista pretende usar lo que ocurra en la Corte Penal Internacional como ficha de negociación.

El portal PanAm Post reveló que “el exdiputado venezolano Freddy Guevara, quien es conocido por ser uno de los más cercanos al dirigente opositor Juan Guaidó, impulsó la posibilidad de hacer un trueque que implicaba la dilatación de un eventual juicio a Nicolás Maduro en la Corte Penal Internacional (CPI), a cambio de obtener algunos cargos de magistrados en el Tribunal Supremo de Justicia”.

Esta revelación, sumada a tantos otros desaciertos cometidos por el denominado G4 (el grupo de partidos que hasta nada servían de base a Juan Guaidó y su gobierno interino), reiteran la necesidad de salir de una dirigencia e interinato colaborador, así como la importancia de promover una nueva plataforma opositora, con líderes políticos experimentados y honestos, esos que Humberto Calderón Berti llama el “Jurasic Park”; que junto a hombres y mujeres comprometidos con el país, se reactiven para salvar a Venezuela de la debacle.

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