“¡Qué decepción esta mañana al ir a votar! ¡En mi barrio, todos los mayores de 50 cogían únicamente las papeletas de Pécresse y Macron! Esta gente prefiere salvar las joyas de la familia y la casa en la playa a salvar a Francia”. Comentaba un amigo mío a la salida de la misa de Ramos en la que estábamos reunidos una quincena de parisinos menores de 30. A la hora de votar en Francia, uno debe tomar un mínimo de dos papeletas antes de introducir una en el sobre. “¿Cuáles habéis escogido?” pregunta, “Le Pen y Zemmour” respondemos todos de manera unánime algo sorprendidos.
Pero la sorpresa no fue excesiva. Se ha producido en Francia una brecha generacional inversa a la de los 70 y 80. La mesa de los nostálgicos en las cenas de Navidad es la de los nietos (nostálgicos de una Francia que nunca conocieron), y tratan a sus padres de progres. Cuando uno de los mayores algo conservador busca ser aceptado por esa juventud rebelde se le suele responder “está bien para tu época, pero no es suficiente”.
Una encuesta del 8 de abril de YouGov da a Le Pen como vencedora en la segunda vuelta entre los menores de 55 años y a Macron vencedor si se incluyen a los mayores
Estos chavales están entregados a influencers reaccionarios como Papacito. Un activista de derechas occitano algo excéntrico que arrasa entre los jóvenes, que planea coronarse como “rey de los visogodos” en el suroeste con un cura “tradi” y un enano que lea un pergamino “porque mola más, esa es la Francia royal potente que le da mil vueltas a la Francia republicana de Marianne con el pezón que sobresale”. Este influencer resulta ser un nieto de exiliados comunistas de la guerra civil española, de padres socialistas, y él exmilitante del Partido Comunista francés. Ahora reaccionario y sedevacantista. En sus propias palabras “yo amé profundamente a mi abuelo, pero si nos hubiésemos cruzado en la guerra civil española, hubiera luchado en el bando de enfrente”.
Pero este fenómeno al fin y al cabo es natural. La juventud francesa ha tomado conciencia de sí misma, de la fragilidad de la existencia de Francia y por lo tanto de su futuro. Está harta del postureo progre, de los profesores marxistas, del arrepentimiento de una historia que muchas naciones no alcanzan ni a soñar, porque quieren fundar familias clásicas, y porque lo reaccionario es el nuevo punk.
Se podría escribir todo un ensayo sobre las causas de esta toma de conciencia, pero el incremento abrumador del número de voluntarios en el Ejército tras los atendados de 2015 es muy ilustrativo, fue también mi caso. Tenía 21 años cuando mi escuela de ingenieros me propuso formarme en paralelo como oficial en la reserva de la Marina francesa. “Asumo que conocéis todos la Marsellesa” apostilló nuestro instructor frente a mi unidad el primer día, “No, mi teniente, crecí en una escuela coránica” fue la respuesta irónica de un compañero. La carcajada fue tal que nos resultó imposible mantenernos firmes.
Aunque los jóvenes ‘bobos’ —burgueses bohemios— sean muy visibles, no son representativos. No tienen futuro demográfico
También hay una gran parte de la juventud más “bobo” – burgués bohemio – que se ha rendido al sistema moral progre y a la hora de buscar una causa por la que combatir para dar un sentido a su vida, escogen en masa el alarmismo climático. En París se ha convertido en un verdadero culto. Cuando me junto con gente más liberal-izquierdista de mi edad (en torno a 25), los oigo hablar de “neutralidad en las emisiones de carbono”, del último informe del IPCC (publican fotos suyas en las redes sociales leyéndolo de postureo), sobre los “efectos positivos” de la subida de precios de la energía para el clima, sobre el “Jour du dépassement” o el día del año en el que la humanidad ha consumido su cuota de CO2 anual a partir del cual vivimos a crédito de CO2 (sí, eso es un concepto en Francia), y hasta algunos me dicen que no les importa no poder fundar familias porque tener hijos no es lo mejor para el planeta. Incluso existen “estrellas del Rock” del ecologismo en Francia, como Jean-Marc Jancovici, un ingeniero y climatólogo muy institucional al que acuden los jóvenes a hacerse fotos junto a él en masa y pedirle autógrafos. Pero, aunque estos bobos sean muy visibles, no son representativos. Y por suerte o por desgracia, estos no tienen futuro; no profesional, sino demográfico.
Una encuesta del 8 de abril de YouGov da a Le Pen como vencedora en la segunda vuelta entre los menores de 55 años y a Macron vencedor si se incluyen a los mayores. Esperemos por el bien de Francia que, esta vez, la juventud se movilice más que sus abuelos sesentayochistas.