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MIENTRAS EL GOBIERNO POLACO DEFIENDE LA FRONTERA DE LA UE Y DE LA OTAN

La manipulación de los medios occidentales: otro frente del ataque híbrido contra Polonia

Soldados polacos defienden la frontera de Polonia con Bielorrusia de los inmigrantes ilegales. REUTERS
Soldados polacos defienden la frontera con Bielorrusia de los inmigrantes ilegales. Reuters

Polonia sufre el mayor peligro a sus fronteras desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El martes 16 de noviembre los inmigrantes en la frontera con Bielorrusia llevaron a cabo un ataque regular a los soldados, policías y guardias de la frontera polacos. Lanzaron piedras, botellas, troncos de árboles y granadas aturdidoras hacia los agentes de seguridad. La tensión en el cruce fronterizo de Kuźnica en la región de Podlasie sigue impulsada por el régimen autocrático de Aleksandr Lukashenko y controlada desde el asiento trasero por su aliado Vladimir Putin.

Las organizaciones bielorrusas ofrecen en los países del Medio Oriente una ayuda para la llegada a Europa. No es gratuito. Los inmigrantes pagan entre 2 y 14 mil dólares, según el portavoz de los servicios secretos de Polonia, Stanislaw Żaryn, que indicó las instituciones que inician y ayudan en el tráfico de personas y nombró la agencia de viajes Centrkurort y el aeropuerto de Minsk, entre otras.

«Toda la ruta migratoria ha proporcionado hasta ahora ingresos que deberían estimarse en decenas de millones de dólares. La gran mayoría de este dinero se destinó a instituciones estatales bielorrusas», afirmó el portavoz de los servicios secretos polacos.

Los inmigrantes invitados por el régimen de Lukashenko vienen en los aviones a la capital de Bielorusia. Desde Minsk son transportados a la frontera en autobuses. En las zonas fronterizas llevan escolta de los guardias fronterizos bielorrusos y KGB -la inteligencia sucesora de la infame policía secreta de la Unión Soviética-. De ellos reciben equipo que usan para destruir las vallas fronterizas y montar unos campamentos improvisados.

Pero este no es un problema que Polonia no pueda afrontar. La reacción decisiva del Gobierno de Varsovia de defender el territorio del país forzó a Lukashenko a retirar a un gran grupo de inmigrantes del paso fronterizo de Kuźnica. Un número significativo de las personas fueron regresadas por la vía aérea a sus países de origen. Primera batalla ganada, pero esto no significa el final del ataque a la frontera polaca. Grupos dispersos de inmigrantes intentan romper la valla temporal todas las noches. La gran mayoría de ellos son detenidos por los servicios polacos en las regiones fronterizas que se encuentran en estado de emergencia. Dentro de medio año se construirá un muro de 180 km de largo y 5,5 metros de alto, similar al que se erigió en la frontera greco-turca. La estructura estará equipada con cámaras y sensores de movimiento. En la primavera se espera otra ola de la migración no controlada.

Pero un desafío más grande para el país centroeuropeo es el ataque mediático. Por un lado, los medios internacionales, críticos al gobierno conservador de Varsovia, presentan la crisis en la frontera de manera manipulada. En las televisoras progresistas occidentales y sus páginas web se presentan niños y mujeres enfriados, llorando y pidiendo ayuda. Es en vano buscar imágenes de los individuos agresivos que destruyen la barrera en la frontera y que atacan a los servicios de seguridad polacos. Se escucha poco sobre el rechazo por parte de las autoridades de Minsk al transporte humanitario que organizó la oficina del presidente polaco Andrzej Duda. Por otro lado se presenta las filas de los soldados polacos, guardias de la frontera y policías tirando hacía los inmigrantes agua de los cánones y gas lacrimógeno.

Haciéndolo se omite el contexto de la cínica invitación de personas principalmente de los países musulmanes por parte del líder autoritario Lukashenko. Los reporteros de los medios de comunicación de los países democráticos aparentemente se olvidaron de los prisioneros políticos bielorrusos y la persecución de la oposición y los medios libres después de las elecciones del año 2020. En las cárceles hay docenas de periodistas, incluidos dos jóvenes periodistas de la tele Belsat, Katsiaryna Andreyeva y Daria Czultsova. En mayo fue secuestrado un avión civil de la aerolínea Ryanair con el militante de la oposición Román Protasevich al bordo. Los pilotos de la máquina que volaba de Atenas a Vilnius fueron engañados para que aterrizaran en Minsk por una falsa alarma de bombas. Bajo la custodia queda también la jefa de la Asociación de Polacos en Bielorrusia, Andżelika Borys. Sus colaboradores advierten que la mujer no puede contar con atención médica, aunque su salud claramente se está deteriorando.

Tampoco hay una oposición real en Rusia, con la cual Bielorrusia se está más y más integrando, debido a la debilidad económica y política. Los estándares políticos en Rusia han demostrado que ha probado el envenenamiento del opositor Alexei Navalny y su encarcelamiento después de volver al país. Vladimir Putin, cuyo objetivo estratégico es desestabilizar Europa y así debilitar la influencia occidental en la parte central y oriental del continente, apuesta con el uso de la propaganda. El objetivo especial de los sitios web y medios de comunicación rusos son los grupos conservadores y patrióticos de Europa occidental, que buscan la información alternativa respecto al corriente mayoritario de sus países.

Es por eso que el presidente ruso asume la pose de un conservador. «El hecho de que el Kremlin apueste hoy por el conservadurismo se debe a que sus rivales en Occidente son liberales. Si en cambio fueran de derecha, Putin se habría presentado como progresista», explica Konrad Kołodziejski, doctor en ciencias sociales en El Semanal de TVP.

La elección de la corriente ideológica por Vladimir Putin también se debe a la crisis cultural de Occidente y su absurda corrección política. Así el líder ruso puede justificar la forma en que ejerce el poder.

De hecho, el presidente de Rusia (ex agente de la KGB) no niega la descendencia de la Unión Soviética. En el país siguen los símbolos soviéticos. El Kremlin permite la construcción de los monumentos de Stalin. El propio presidente de Rusia afirmó que el colapso de la URSS fue la tragedia más grande del siglo XX. De esta valoración histórica de los acontecimientos que dieron la libertad a muchas naciones europeas no sale nada. Vladimir Putin está realizando constantemente la reconstrucción de la «Gran Rusia», que se demostró en la agresión al territorio de Ucrania.

En 2014, los rusos anexaron la península de Crimea y los separatistas prorrusos tomaron el control de la región de Donbas, rica en los recursos naturales. Actualmente, las tropas rusas se están concentrando en la frontera con Ucrania. Sólo en este contexto se puede entender lo que está sucediendo en la frontera entre Bielorrusia y Polonia, y también los países bálticos. Soldados y guardias polacos tienen que mostrar los nervios de acero para no responder a las provocaciones de bielorrusos e inmigrantes. Por ejemplo, el pasado martes los agentes bielorrusos dispararon de un arma neumática a la iluminación de la frontera de la parte polaca. 

La respuesta por parte del ejército polaco podría servir a Putin con el pretexto de reubicar las fuerzas armadas rusas a la cercanía de Polonia con el supuesto motivo de ‘apoyar la hermana nación bielorrusa o la intervención humanitaria’.

Esta es la dimensión más amplia de la crisis migratoria que escapa a los periodistas occidentales y a muchos políticos, incluidos representantes de la oposición polaca. Conscientemente o no, sirven simplemente como un tubo de propaganda de los regímenes de Lukashenko y Putin. Polonia tiene que lidiar con una doble desinformación: de sus vecinos del este, pero también de los círculos europeos de formación de opinión, que juegan el papel de ‘idiotas útiles’. Cabe recordar que Lenin ya nombró a los periodistas occidentales quienes alababan la revolución bolchevique.

A pesar de esto, el gobierno polaco intenta informar a sus aliados sobre la amenaza a las fronteras de la Unión Europea y la OTAN. Lo que está pasando en la frontera con Bielorrusia cumple todos requisitos para ser calificado como «una amenaza híbrida». El término se refiere a las acciones destinadas a desestabilizar el objetivo de un ataque o causarle daño mediante el uso combinado de medidas como la desinformación, ciberataques, presión económica u el despliegue de grupos armados irregulares. Así lo define la revista de la OTAN. 

El primer ministro Mateusz Morawiecki visitó nueve capitales europeas durante una semana. Se reunió, entre otros, con el presidente francés Emmanuel Macron, la canciller alemana Angela Merkel y Olaf Scholz quién asume esta función, así como con el primer ministro británico Boris Johnson. El presidente Andrzej Duda habló con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y los presidentes de los países del Grupo Visegrado.

En vista de la crisis en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, la unidad de toda la Comunidad Transatlántica es fundamental. El gobierno de Varsovia está decidido a defender las fronteras de la Unión Europea y la OTAN. Si no fuera por su actitud, los intentos de llegar a Alemania y otros países ricos del continente por la ruta del Este no serían realizados por miles sino por cientos de miles de recién llegados de Oriente Medio y África del Norte.

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