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quiere acabar con la censura en la Red social

La oferta de compra de Elon Musk sobre Twitter siembra el pánico en el progresismo censor

El empresario Elon Musk

El hombre más rico del mundo, Elon Musk, ha hecho al fin una oferta sobre la totalidad de las acciones de la red social Twitter, convertida desde hace años en instrumento de censura de la izquierda ‘woke’, y la histérica reacción del sistema está siendo digna de verse.

Y es que Musk se define como un “extremista de la libertad de expresión”, y la capacidad de Twitter excede con mucho la de cualquier medio de comunicación convencional a escala planetaria. Un simple ejemplo: una encuesta reciente, aparecido con motivo del escándalo del portátil de Hunter Biden, que al fin los medios tuvieron que reconocer como auténtico, reveló que millones de norteamericanos desconocían la comprometedora información sobre corrupción internacional al máximo nivel que revelaban los correos del hijo del presidente, y una significativa proporción de estos confesaban que la noticia podría haber cambiado su voto.

¿Cómo es posible esta ignorancia sobre un asunto tan transcendental en la vida política? Porque cuando el New York Post publicó la historia, fue universalmente ridiculizado e ignorado por los medios convencionales y directamente censurado por Twitter.

El consejo de administración de Twitter puede rechazar la oferta, e incluso es posible que el control de Musk no suponga realmente el triunfo total de la libertad de expresión. Pero la mera posibilidad plantea una amenaza tan existencial sobre la propia ideología globalista ‘woke’ que los guardianes de la ortodoxia han entrado en pánico. Si no sirve para otra cosa la maniobra de Musk, al menos ha desenmascarado el desprecio que los voceros del régimen sienten por la libertad de expresión. Y por la gente corriente.

Quizá la parte más divertida, por patética, de esta reacción sean las advertencias grandilocuentes de que la iniciativa pone en peligro la democracia porque deja la comunicación pública en manos de un multimillonario. Y es divertido porque muchos de estos aterrorizados y aterrorizadores titulares se publican en el Washington Post, propiedad del multimillonario Jeff Bezos, sin que parezca importarles la ironía. En realidad, no hay medio importante de comunicación que no esté controlado por un magnate decidido a hacer valer su influencia.

Es el caso de Ellen Pao, antigua CEO de Reddit, que titula alarmada Necesitamos regulación… para evitar que los ricos controlen nuestros canales de comunicación’. Lo que podría quedar más o menos creíble si no publicase en el panfleto de Bezos. También en el Post publica un columnista habitual sobre el asunto, Max Boot, que escribe en la propia red social: “Me asusta el impacto sobre la sociedad y la política si Elon Musk adquiere Twitter. Parece creer que en redes sociales todo vale. Para que la democracia sobreviva, necesitamos más moderación de contenidos, no menos”.

Es difícil decirlo más claro, sobre todo cuando uno se preocupa de sustituir el eufemismo ‘moderación de contenidos’ por la palabra corriente, censura. Que sea necesario negar la libertad de expresión para que sobreviva un régimen deseable por cosas como la libertad de expresión es rizar el rizo orwelliano.

Al menos Boot no dice oponerse a la operación por el hecho de que Musk sea multimillonario. Escribiendo para el Post, Boot no tiene inconveniente en que el dinero controle la información. Pero debe de ser el multimillonario adecuado, el que se dé cuenta de que es peligroso que el pueblo opine libremente y tenga, al menos, la opción de enterarse de cómo son las cosas realmente. Eso destruiría la ‘democracia’.

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