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Se ríen de la ‘distancia social’ que nos imponen

Líderes sin restricciones y camareros con mascarilla: el G7 nos enseña el futuro

Líderes del G7 conversan sin mantener distancia de seguridad. Twitter

Recochineo. No se me ocurre otra palabra más suave para calificar la actitud de los líderes del Grupo de los Siete reunidos en Cornualles. Después de un estúpido paripé en el que aparecieron todos con sus mascarillas y sus ridículos saludos de codo para que la chusma sepamos lo que nos conviene, los presidentes y primeros ministros de las siete principales potencias económicas mundiales abandonaron toda pretensión y toda ficción para tocarse, mezclarse con alegre promiscuidad a cara descubierta y reírse de la ‘distancia social’ que nos imponen y que es tan, tan importante, en una barbacoa posterior servida por camareros invisibles, es decir, embozados como nos quieren a todos.

El cuadro es la perfecta metáfora de ese futuro que ya ha empezado y nos preparan con tanto mimo desde la Agenda 2030 o con ejercicios tan patéticos como el proyecto 2050 de Pedro Sánchez. Es el futuro globalista de dos velocidades, de dos formas de vida que ni se rozan: por un lado, los que nos mandan y nos mandarán, ignorando sin vergüenza o disimulo el terror que nos han inoculado y las restricciones que han hecho saltar por los aires nuestro delicado sistema de libertades y arruinado nuestras economías, divirtiéndose a rabiar; por el otro, el pueblo sin rostro cumpliendo escrupulosamente sus caprichosas y cambiantes humillaciones, una parte del cual, aterrada, suplica que continúen y aun se extremen. Y esas figuras sin cara, sin facciones, sin sonrisas, sirviendo a los grandes en la más perfecta humillación visual.

Pero, esperen, que aún hay más. ¿Qué más nos aleccionan nuestros hermanos mayores, con qué nuevas privaciones nos amenazan para ‘salvar el planeta’? Coches eléctricos, subidas de la luz, el fin de los viajes, especialmente los vuelos, que todo eso emite una barbaridad de carbono (el elemento de la vida, ya saben, pero mejor lo ignoran) y el apocalipsis climático está a la vuelta de la esquina, como predican a voces todos, desde las multinacionales hasta Greta, desde los millonarios de Hollywood que asisten a las cumbres climáticas en jets privados hasta el mismísimo Papa de Roma.

Y aquí también han querido en esta cumbre dejar claro que eso es para nosotros, no para ellos. Para eso han organizado un impresionante espectáculo en el cielo de Cornualles con nueve cazas que han dibujado en el cielo con humeantes colores el logo de la cumbre. Su carbono no contamina, como las marchas de BLM no esparcían el virus, que eso llegaron a firmarlo en Estados Unidos 30.000 expertos en una carta.

¿Se acuerdan de las vacas? Sí, llevan ya más de un año remachándonoslo: son lo peor. Nada nos acerca más a la ruina planetaria que sus ventosidades de metano. Así que nada de carne de vaca, salvo que sea esa artificial, hecho con hierba, que tiene la ventaja adicional de hacer aún más rico a Bill Gates, que es quien la fabrica. Y, bueno, ya puestos, nada de animales, háganse veganos, salvo que prefieran optar por esos gusanos que nos meten hasta en la sopa (aún no literalmente) y otros repugnantes insectos.

¿Y qué comieron estos líderes tan concienciados con la necesidad de imponernos estos sacrificios alimentarios en su bonita reunión? ¿Mosca a la brasa, cucaracha asada, saltamontes dos salsas? Nope: solomillo de vaca y langosta.

Pero no te preocupes: tú no tendrás nada, pero serás feliz.

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