La Organización Mundial de la Salud (OMS), como cualquier otra organización del mundo, adolece de un problema estructural: los intereses ante los que se rinde. Prueba irrefutable de ello es lo que ha hecho este organismo en los últimos meses. El que debiera haber sido el mimbre global mÔs importante para el mantenimiento de la salud mundial como un bien público, ni ha velado por la sanidad ni por la rÔpida resolución de la crisis del coronavirus, sino por los intereses de aquellos a los que sirve. China, entre ellos.
Debimos darnos cuenta cuando, a comienzos del 2020, en los albores de un nuevo aƱo y un nuevo decenio, la OMS quitó hierro al preocupante ritmo de contagio e Ćndice de mortalidad que en una parte de Asia se estaba viviendo. Hay que recordar que uno de los primeros mensajes de la OMS, publicado por este organismo en su cuenta de Twitter, afirmaba que las investigaciones preliminares realizadas por las autoridades chinas no habĆan encontrado evidencia clara de la transmisión de persona a persona del nuevo coronavirus.
Falso. China ya contaba con anĆ”lisis que permitĆan registrar y secuenciar el genoma de la Covid a finales del mes de diciembre de 2019. TambiĆ©n habĆan recibido numerosas alertas enviadas por funcionarios de Taipei en las que se especificaba claramente el riesgo potencial de contagio del nuevo virus de humano a humano en China.
La alianza de Inteligencia Five Eyes puso de manifiesto que el gobierno de Xi Jinping silenció a los mĆ©dicos, eliminó pruebas de laboratorio y se negó a dar muestras vivas a los cientĆficos internacionales
Pese a todo, las advertencias se silenciaron y no se comunicaron a otros paĆses hasta que John Mackenzie, un cargo del ComitĆ© de Emergencia de la Organización Mundial de la Salud, ofreció esta información despuĆ©s de que las autoridades de PekĆn hubiesen ocultado los datos hasta el 11 de enero, fecha en la que el virus estaba ya, prĆ”cticamente, descontrolado. Y aĆŗn asĆ, todavĆa hubo que esperar hasta el 20 de ese mismo mes para que se reconociera que la Covid-19 podĆa propagarse entre humanos de forma extremadamente rĆ”pida.
El primer gran error de la OMS fue Ć©se: difundir idĆ©nticas consignas a las lanzadas por China y apelar, en palabras de Tedros Adhanom, al compromiso y la transparencia mientras colaboraban en la omisión de datos sobre la realidad del virus. Ya son numerosos los informes que apuntan en esa dirección. Uno de los mĆ”s llamativos es el realizado por la alianza de inteligencia Five Eyes, en la que participan paĆses como Estados Unidos, Reino Unido, CanadĆ”, Nueva Zelanda y Australia. Este documento puso de manifiesto que el gobierno de Xi Jinping silenció a los mĆ©dicos, eliminó pruebas de laboratorio y se negó a dar muestras vivas a los cientĆficos internacionales que estaban trabajando en una vacuna para encubrir la noticia y difuminar las cifras reales de muertes y contagios.
Segundo error: la OMS no quiso reconocer a tiempo la gravedad de la pandemia. Cuando ya era demasiado tarde, la organización tuvo que derribar el argumento que, durante casi dos meses (diciembre de 2019 y enero de 2020), habĆa respaldado. Por ello, en un comunicado publicado el 27 de enero de este aƱo, reconoció un error de formulación y cambió el nivel de riesgo por coronavirus a escala mundial de moderado a alto. Y, sin embargo, el organismo no catalogó a la Covid como una pandemia hasta el 11 de marzo. Para entonces, Italia y EspaƱa se habĆan convertido ya en el segundo epicentro de la enfermedad, pero la OMS tampoco quiso aclararlo y, en un comunicado oficial dictado en esa fecha, precisó que el 90 por ciento de los casos se registraban Ćŗnicamente en cuatro paĆses mientras que otros ochenta no habĆan informado de ningĆŗn caso y cincuenta y siete anunciaron diez casos o menos
Meses despuĆ©s, a mediados de julio, la OMS tuvo que rectificar y explicar que la transmisión del coronavirus mediante suspensión de partĆculas en el aire a largas distancias, era posible
Tercer error: el uso no regulado de las mascarillas. En los primeros meses de gestión, la OMS no recomendó la utilización de mascarillas en la calle. Tampoco en comercios o centros de trabajo, pues sostenĆa que no existĆan pruebas claras de que las mascarillas tuvieran una capacidad de protección significativa frente al virus. Sin embargo, meses despuĆ©s, a mediados de junio, la OMS reconoció que eran recomendables para la población pues actuaban como una barrera para las gotitas potencialmente infecciosas.
Cuarto error: las teorĆas cambiantes sobre la transmisión del virus. La OMS refrendó durante meses la hipótesis de que el coronavirus no se transmitĆa por el aire, argumentando que lo verdaderamente peligroso a la hora de contagiar eran las secreciones de boca y nariz. Eso quiere decir que, durante gran parte de la epidemia, es posible que nadie se protegiera de manera correcta frente al virus al descuidar las pequeƱas partĆculas que cualquier persona expulsa al estornudar, toser o hablar, y que durante minutos quedan suspendidas en el aire. Meses despuĆ©s, a mediados de julio, la OMS tuvo que rectificar y explicar que la transmisión del coronavirus mediante suspensión de partĆculas en el aire a largas distancias, era posible, reconociendo, tambiĆ©n, el contagio a travĆ©s de aerosoles y advirtiendo de la necesidad de protegerse en espacios llenos de gente y no suficientemente ventilados.
El presidente de los Estados Unidos no dudó en acusar a la organización de encubrir la propagación del coronavirus y anunció la congelación de la ayuda económica a menos que éste se comprometiese a realizar mejoras sustanciales
Quinto error. El amor y el odio al confinamiento. Queda poco paraque se cumpla un aƱo del inicio de la epidemia. En todo este tiempo, la OMS ha generado mucha incertidumbre en la bĆŗsqueda de soluciones mĆ”s o menos atinadas que permitan frenar la expansión del virus, siendo protagonista de numerosas polĆ©micas por sus indicaciones e instrucciones sobre cómo hacer frente al Covis-19, que han experimentado cambios a medida que la evidencia cientĆfica apuntaba en otra dirección. La Ćŗltima confusión se produjo el pasado ocho de octubre cuando, David Nabarro, el responsable de la OMS en Europa, animó a los gobiernos a no recurrir al tan criticado confinamiento como mĆ©todo principal para controlar la transmisión del virus, alegando que, con esa medida, lo Ćŗnico que se consigue es que la gente pobre sea mucho mĆ”s pobre. Son declaraciones que contradicen, una vez mĆ”s y en lĆneas generales, lo dictado por la OMS en los Ćŗltimos meses.
Son, quizĆ”, las contradicciones en exceso y los bandazos que la organización ha cometido en los Ćŗltimos meses los culpables de la lluvia de crĆticas que estĆ” recibiendo en los Ćŗltimos tiempos. Desde la Casa Blanca, y en los primeros compases de la pandemia, Donald Trump ya comenzó a criticar la falta de medidas y de transparencia adoptada por la OMS frente a la crisis sanitaria. El presidente de los Estados Unidos no dudó en acusar a la organización de encubrir la propagación del coronavirus y anunció la congelación de la ayuda económica que, desde su paĆs, se brindaba al organismo a menos que Ć©ste se comprometiese a realizar mejoras sustanciales. La que fuera primera ministra noruega tambiĆ©n mostró su oposición a la falta de transparencia de PekĆn, pero, aunque la OMS ha demostrado muy poca transparencia, errores de cĆ”lculo y nefasta gestión y ha sido acusada de fallar estrepitosamente en la resolución de esta crisis, cuenta con el apoyo de muchos de sus crĆticos, con Bill Gates a la cabeza que defienden la necesidad de contar con una institución global tan poderosa como, en su opinión, lo es la OMS.
Sea como fuere, ahĆ quedan ya, para siempre, los fallos que han costado demasiadas vidas.