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QUIENES DIFUNDÍAN EL TERROR HAN DADO AHORA UN BRUSCO GIRO INFORMATIVO

Los medios estadounidenses cambian radicalmente el sentido de sus informaciones sobre la pandemia

El doctor estadounidense, Anthony Fauci. EUROPA PRESS

¿Recuerda todo lo que hasta ayer estaba prohibido decir sobre el coronavirus, todo lo que provocaba censura en redes sociales, ocultamiento o ridiculización en medios convencionales, anatemas en nuestras autoridades sanitarias?

Es difícil que no lo recuerden, porque está todo demasiado fresco, porque hemos vivido el periodo más nocivo para la libertad de expresión de las últimas décadas, un tiempo que ha convertido medios rivales en un monopolio temático en el que solo se permitía un mensaje idéntico.

Por eso resulta llamativo el giro de 180 grados al que estamos asistiendo estos últimos días en el mensaje pandémico.

Aunque el cambio es perceptible en todo el mundo, quizá haya sido en Estados Unidos, por su condición de ‘potencia rectora’ y por el hecho de que la Administración Biden haya hecho bandera de su particular estrategia contra el virus, donde más puede notarse el brusco giro informativo.

Que el virus no representa, para la abrumadora mayoría de los afectados, una enfermedad mortal; que la mayoría de los muertos por covid tenían otras condiciones médicas graves, a menudo muy graves; que la mayoría de las medidas restrictivas que han aplicado las autoridades (confinamientos, mascarillas, distancia social) tienen una eficacia nula y, a veces, incluso son contraproducentes; que los niños no padecen la enfermedad, salvo contadísimas excepciones, ni son eficaces vectores de contagio; o que las ‘curas sociales’ han sido para el conjunto del mundo peores que la enfermedad, todas estas opiniones se han mantenido al margen del debate público, ignoradas por los medios y motivo para que las redes sociales borren mensajes e incluso cancelen cuentas.

Hasta ahora. Pero, de repente, todo eso está pasando a ser la ‘línea del partido’ en los medios convencionales.

Justo antes de Navidades, la Dra Leana Wen, portavoz del ala más histérica de la información pandémica en CNN, se atrevió a decir lo que muchos llevan diciendo en la trinchera desde el principio: que las mascarillas habituales no sirven absolutamente para nada, que son meros ‘elementos decorativos’, no más útiles contra la peste que una pata de conejo.

Mucho más revelador fue cuando, en la misma cadena, ya entrado 2022, una de sus estrellas, Jake Tapper, conocido por sus fatwas contra los ‘negacionistas’, llegó a reconocer que cuando los hospitales se llenan de “enfermos de covid”, en una alta proporción de los casos se trata de afectados por otras patologías principales que, además, han dado positivo para covid en pruebas de diagnóstico de fiabilidad más que cuestionada. Una vez más, el famoso truco de “con covid o por covid” que los disidentes llevan denunciando hace más de un año. “Llevamos dos años con esto”, dijo Tapper en su programa. “Si alguien está en el hospital porque se ha roto una pierna y resulta ser un infectado asintomático con covid, claramente no se le debería computar como “hospitalizado por covid”. Y nos lo cuentas ahora, Jake.

Más importante, el ‘zar’ de la pandemia en Estados Unidos (y, por rebote, del mundo), el cuestionado Dr. Antony Fauci, repitió el mismo punto en una de sus habituales comparecencias televisivas, en este caso referido a los niños hospitalizados.

Y, como guinda de este mismo pastel, la responsable de los famosísimos Centros de Control de Enfermedades (CDC), Rochelle Walensky, que lleva unos días de gira por todas las televisiones para reconocer que, bueno, sí, la inmensa mayoría de muertos por covid tenían graves comorbilidades que les hacían más vulnerables al virus. De hecho, por su posición institucional, Walensky tuvo incluso que pedir disculpas y admitir en el programa de la ABC ‘Good Morning, America’ que “la abrumadora mayoría de las muertes, por encima de tres cuartas partes, se produjeron en personas con, al menos, cuatro comorbilidades”.

Este cambio en el mensaje, naturalmente, se acompaña con un cambio en la política. Boris Jonhson ha sorprendido a propios y extraños eliminando de un plumazo todas las restricciones covidianas, aunque en su caso lo atribuyen al ‘partygate’, el escándalo en torno a la fiesta celebrada en el 10 de Downing Street en pleno confinamiento.

Pero también vemos en cambios en Israel, el país pionero en la vacunación masiva que va ya por la cuarta dosis y que ahora anima a sus compatriotas a que adquieran la inmunidad natural contagiándose de ómicron; o en la República Checa eliminando sus planes de vacunación obligatoria o el propio Biden en Estados Unidos tirando la toalla en su objetivo absurdo de ‘covid cero’.

En España, tenemos a Sánchez tratando de vender su idea de ‘gripalizar’ en virus, y comunidades autónomas como la de Cantabria suprimiendo un ‘pasaporte covid’ que se ha revelado ineficaz.

La pregunta del millón es, naturalmente, por qué. Por qué ahora, por qué tan radical. Pero eso es otra historia que deberá contarse en otra ocasión.

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