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LOS DEMÓCRATAS YA HAN PERDIDO ESTA APUESTA

Pensilvania certifica a Biden vencedor, Trump no concede

El candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Joe Biden, se acerca a su asiento antes del evento ABC Town Hall en el National Constitution Center de Filadelfia, Pensilvania, Estados Unidos. 15 de octubre, 2020. REUTERS/Tom Brenner

Pensilvania certifica a Biden como ganador en el estado después de que un juez federal desestimase la demanda del equipo jurídico del presidente; Nevada hace otro tanto. Y Michigan, tres cuartos de lo mismo. Trump ha dado incluso luz verde para que se inicien conversaciones con el equipo de transición de Joe Biden.

Pero no concede. Trump no concede un milímetro. Nunca concederá, ha dicho, en lo que ha llamado “las elecciones más corruptas de la historia política de América”, y su equipo seguirá adelante con el gigantesco caso de fraude que tiene entre manos. “¿Qué tiene que ver permitir a la Administración de Servicios Generales una cooperación preliminar con los demócratas con seguir adelante con nuestras acciones judiciales en lo que pasará a la historia como las elecciones más corruptas de la historia de América”, escribe el presidente. “Estamos avanzando a toda velocidad. Nunca cederemos a votos falsos y a Dominion”, el sistema informático que, según los abogados de Trump, ha sido instrumental en una transferencia masiva de votos de Trump a Biden.

Las cosas pintan mal para Trump. Un estado tras otro de los siete disputados, que se dieron la vuelta en la madrugada de la noche electoral de modo cuasi milagroso de una holgada victoria de Trump al triunfo sorprendente de Biden, están certificando los resultados que dan como vencedor al demócrata, con al menos un juez desestimando las demandas de urgencia presentadas por Giuliani y su gente. Es decir, pintan mal salvo que lo que se quiera sea llegar al Tribunal Supremo, que parece ser exactamente la estrategia.

Todos en este juego tienen una prisa loca. Los trumpistas tienen que montar un caso verosímil y convincente sobre un fraude disperso y monumental en un tiempo récord; de hecho, se supone que esta es la semana en la que lo presentarán. Sidney Powell, que ya ha aclarado que no pertenece oficialmente al equipo jurídico del presidente y que va por libre, habla de este miércoles o, como tarde, el viernes.

Pero los demócratas no tienen menos prisa. Los comentaristas que aseguran que cada minuto que pasa se debilita la posición de resistencia numantina del presidente parecen no darse cuenta de que otro tanto o más podría decirse de la postura de Biden. Nadie, ni los partidarios más fanáticos de Joe…

No, borren eso: no hay partidarios fanáticos de Joe. Probablemente no haya siquiera muchos partidarios de Biden, sin más. Y esa es una de las paradojas -llamémoslas, por ahora, así- de estas extrañísimas elecciones: un tipo cuyos mítines apenas atraían a un puñado de personas, un político que lleva toda su vida en esto, que ha fracasado en numerosos intentos previos de optar a la Casa Blanca, un anciano que balbucea frases que nadie entiende y confunde fechas, lugares y personas y con el que la maquinaria demócrata hubo de hacer aún más trampas que con Hillary para que ganara las primarias, ha obtenido más votos que el adorado mesías Barack Obama, su antiguo jefe, de cuya sombra saca el único mérito que puede aducir para estar donde está. ¿Ustedes se lo creen?

Nunca un presidente en ejercicio que haya aumentado su proporción de votantes ha perdido una reelección. El número de votantes de Trump con respecto a las elecciones anteriores ha aumentado un 17% oficialmente. Es todo tremendamente raro.

Todas las esperanzas de Trump están ahora en el Supremo. Pero, ¿y las de Biden? Según una encuesta encargada por Politico, el 79% de los votantes de Trump cree que los demócratas robaron las elecciones mediante el fraude masivo. Esos son muchos millones que van a considerar el gobierno de Biden no solo ilegítimo, sino abiertamente hostil, el enemigo. ¿Va a poder gobernar así? Consigan o no que el Supremo les dé la razón, los de Trump van a presentar las pruebas que llevan acumulando contrarreloj todos estos días. Muchas se van conociendo, desde análisis estadísticos de resultados imposibles hasta declaraciones de testigos; desde la turbulenta historia del sistema informático hasta vídeos de irregularidades flagrantes. En el secreto de sus corazones y aunque se alegren de que les haya salido bien la trampa también muchos demócratas van a saber precisamente que ha habido trampa, y que si hoy ha sido en la dirección que ellos quieren, mañana puede ser en la que no quieren, que ya nunca más podrán fiarse de las urnas.

No tengo ni idea de si va a perder Trump esta apuesta; estoy seguro, en cambio, de que los demócratas ya la han perdido.

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