«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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CRÓNICAS DEL ATLÁNTICO NORTE

Ahora que viene la Pirola

El director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus. Europa Press

Ahora que la OMS, ese Club de la Comedia con bata blanca, ha anunciado la llegada de Pirola, nueva variante del COVID, resulta imprescindible regresar al clásico estribillo de Siniestro Total: «Ayatolah, no me toques la pirola». Sentadas las bases de dónde debe ubicarse el debate político-sanitario, si alguien desea tomarlo en serio por vivir sumido en la enfermedad del tedio y la tara del miedo, que acuda al editorial de National Review: los anuncios de un inminente nuevo apocalipsis zombie de contagios de una nueva variante super mutante, han llegado en paralelo al resurgir de «los expertos», para «quienes la humildad ante circunstancias incognoscibles es un anatema y ninguna precaución es demasiado onerosa». Pero los editores piden que no tomemos a «los expertos que han aconsejado la vuelta a la mascarilla desde medios como CBS o Los Angeles Times: «La pandemia demostró que, si bien los defensores de una estrategia de mitigación perpetua eran una minoría, también lo eran con una influencia desproporcionada sobre los responsables políticos estadounidenses. Sus intimidaciones no han sido ni serán ignoradas»; «no podemos dar por sentado que los argumentos en contra de volver a 2020 se hagan realidad», insisten.

No obstante, los demócratas deben andar con mucho cuidado en los próximos meses. Un nuevo enfrentamiento con la sociedad civil a cuenta del covid podría traerles más problemas de los que ya tienen, porque las elecciones están a la vuelta de la esquina. Una exclusiva de Margot Cleveland en The Federalist ha confirmado lo que parecía: 2Los correos electrónicos obtenidos por la Heritage Foundation tras una demanda por la Ley de Libertad de Información (FOIA), y compartidos exclusivamente con The Federalist, revelan que se alimentaron mentiras filtradas al New York Times sobre los orígenes de las pruebas condenatorias que implicaban a Hunter y Joe Biden en un escándalo de sobornos al fiscal federal de Delaware, David Weiss». Otro artículo de The Federalist plantea ahora la pregunta clave: «¿Quién enterró el escándalo de sobornos de Biden?«. La corrupción del deep-state es ya la única pista que puede llevar a la respuesta.

Incluso si a Biden le fuera bien en las elecciones, aunque nada lo indica a esta hora, es bastante probable que no pueda terminar su mandato. De hecho, Kamala Harris ha insistido recientemente en que está lista para sucederle cuando sea necesario. A estas tímidas palabras de la vicepresidenta, con niveles de desaprobación popular aún peores que los de Bien, ha respondido con un alarmado editorial de The New York Post: «Los votantes dudan que Biden pueda terminar un segundo mandato; tenerla como presidenta en espera hace que votar por los demócratas sea aún menos atractivo —señalan— en todo, desde IA hasta Ucrania, [Harris] cae en ensaladas de palabras confusas y sin sentido cuando se le presiona para obtener respuestas reales, y ni siquiera tiene la excusa de llegar a los 81 años y caer en un evidente deterioro cognitivo». «De hecho —concluye el editorial— algunos demócratas importantes (incluida la senadora Liz Warren) ya están públicamente nerviosos por la posibilidad de que Harris esté al final de la lista».

Aubrey Gulick, en The American Spectator, insiste en esta misma idea asegurando que «los demócratas se preparan para volverse contra Biden». «El único presidente elegido al que se le negó la nominación de su partido cuando buscó la reelección fue Franklin Pierce —señala— un demócrata pro sureño cuyo apoyo a la esclavitud le hizo perder el apoyo de su partido en 1856. No es exactamente un logro prestigioso, pero hay muchas posibilidades de que el presidente Joe Biden puede unirse a Pierce en los libros de historia como el segundo presidente al que se le niega la nominación de su propio partido».

«Biden ha pasado los últimos meses impulsando una narrativa de éxito económico y político, con la esperanza de poder atraer a los estadounidenses de clase media antes de las elecciones presidenciales de 2024, pero los estadounidenses siguen estando obstinadamente poco convencidos», añade el autor, recordando que las encuestas reflejan que los estadounidenses se fían más «de su bolsillo» que de los discursos de campaña del presidente. Pero incluso aunque lograra convencer a los propios de que todo va bien, en «la misma encuesta del Wall Street Journal , dos tercios de los demócratas creen que Biden es demasiado mayor para volver a presentarse, mientras que el 73 por ciento de todos los votantes cree que será demasiado mayor».

Para superar tal nivel de desaprobación, Biden necesitaría poner el bozal, más que en la boca de los americanos, en los ojos.

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