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CRÓNICAS DEL ATLÁNTICO NORTE

Contra la lluvia fina del pensamiento único

Activistas ecologistas se pegan al marco de 'La maja desnuda' y 'La maja vestida' de Francisco de Goya, en el Museo Nacional del Prado en Madrid. Europa Press

Hay tres noticias muy diferentes que en realidad nos llevan al mismo lugar. Por un lado la de los 1.600 científicos críticos con las «afirmaciones hiperbólicas sobre el cambio climático», que recoge Tristan Justice en The Federalists; «El documento hace varias afirmaciones que contradicen las narrativas populares difundidas por los histéricos climáticos«, añade, «por ejemplo, el planeta se está calentando más lentamente de lo previsto y no ha provocado un aumento de los desastres naturales. De hecho, los megadesastres están disminuyendo, mientras que la destrucción causada por fenómenos naturales como huracanes e incendios forestales está aumentando». 

La segunda noticia, del mismo medio, parece un chiste: «Alice Cooper cancelado por una línea de cosméticos por expresar opiniones convencionales sobre el transgenerismo«. «Una popular estrella de rock acaba de ser cancelada por compartir los mismos puntos de vista que la mayoría de los estadounidenses», comienza la información, que destaca que el cantante criticó a quienes promueven el transexualismo entre niños de seis años, «que no tienen ni idea» de lo que hacen, también dijo que todo esto del cambio de sexo le parece «una moda pasajera». 

Al día siguiente de hacer estas declaraciones en una entrevista, Vampyre Cosmetics respondió a los comentarios con un comunicado: «A la luz de las recientes declaraciones de Alice Cooper, ya no realizaremos una colaboración de maquillaje», escribió la compañía. «Apoyamos a todos los miembros de la comunidad LGBTQIA+ y creemos que todos deberían tener acceso a la atención médica». «La cancelación impulsiva es una mala decisión comercial para una empresa que podría querer expandirse», señala el autor, «y una estupidez a la luz de la opinión pública».

La tercera noticia la firma Samuel Mangold-Lnett y habla de cómo el Gobierno trabajó combinando equipos humanos e Inteligencia Artificial para monitorear «los mensajes de redes sociales» durante los confinamientos por el coronavirus. La detallada investigación de The Federalist concluye que «interpretar y responder rápidamente a lo que la gente dice en línea podría proporcionar un recurso crítico en la ayuda en casos de desastres, pero los federales también podrían usarlo para perseguirlos».

En ese sentido, el autor recuerda que «Missouri v. Biden y los Twitter Files demostraron que el Gobierno federal y las empresas de redes sociales con frecuencia trabajan de la mano para monitorear y reprimir el discurso de los estadounidenses». «La tecnología y las prácticas supuestamente creadas para mejorar la sociedad estadounidense se utilizan a menudo como garrotes políticos para silenciar y privar de derechos al grupo político externo, generalmente personas conservadoras y religiosas. Esta síntesis de poder público y privado frecuentemente tiene consecuencias nefastas para estas comunidades». 

El punto en el que conectan las tres noticias es el extremado poder manipulador que la izquierda ejerce en medio de esta batalla cultural. En la primera, la insólita denuncia de 1.600 científicos, muchos de ellos de gran prestigio; y en la segunda y tercera, la coerción que ejercen al alimón el Gobierno y ciertas corporaciones privadas. Muchos se preguntan cuál es la clave para salir de este círculo de manipulación total. La primordial es la formación, hoy más importante que nunca. Sólo las mentes bien formadas tendrán la capacidad de pensar por libre y escaparse de la guerra de consignas superficiales, las presiones emocionales, y sus consiguientes cacerías, ya no políticas, sino también mediáticas, más aun, sociales. 

Esa formación, a las puertas de la vuelta a las escuelas, dependen en gran medida del trabajo individual y vocacional de los profesores, de nuevo, más importante que nunca. Y más en particular, la formación en Humanidades es más importante que nunca. Quizá por eso, en un bonito alegato a favor de que los doctores en Humanidades se dediquen también a la enseñanza de niños en las classic schools, Samuel Klumpenhouwer escribe en First Things: «[Los niños] todavía no se han cansado del cinismo y la reserva característicos del discurso universitario. Si les das a los niños la rutina y la mano firme que necesitan, te recompensarán con respeto y ganas de aprender. Ya en la escuela secundaria son capaces de alcanzar altos niveles de compromiso intelectual». «Los niños tienen un enfoque refrescante y de sentido común hacia los libros y una aguda percepción de su sentido literal, lo que hace que nuestras discusiones sobre literatura sean reflexivas y animadas», concluye. 

El enemigo posmoderno al que se enfrenta la libertad de pensamiento queda retratado magistralmente en este largo ensayo de Matthew B. Crawford para First Things sobre el antihumanismo. «Allí vemos que el izquierdismo no es simplemente una doctrina política», afirma, «sino un proyecto antropológico para rehacer al hombre para que se ajuste mejor a los supuestos en los que el Estado moderno basa su legitimidad: el hombre es una criatura vulnerable, una víctima potencial que necesita protección». 

Frente a este paternalismo tóxico del Estado: más argumentos, más historia, más filosofía, y más libertad. 

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