Es difícil encontrar una investigación tan trabada, escondida, y deliberadamente embarullada como la que rodea a la corrupción en torno a la familia Biden. Ahora sabemos que «el FBI obtuvo información de más de 40 fuentes confidenciales sobre posibles asuntos criminales relacionados con Joe Biden, su hermano James y su hijo Hunter, según el senador republicano de Iowa, Chuck Grassley», relata The Daily Caller. Grassley ha enviado una carta al fiscal general Merrick Garland y al director del FBI, Christopher Wray, para detallarle el resultado de sus investigaciones de los últimos años. «Según la información proporcionada a mi oficina, el Foreign Influence Task Force intentó cerrar esos informes diciendo falsamente que estaban sujetos a desinformación extranjera», denuncia Grassley.
Entretanto, las últimas encuestas siguen situando a Donald Trump por delante de Joe Biden, según informa Mery Lou Masters en el mismo medio: «Trump está venciendo a Biden en varios estados indecisos clave como Michigan, Pensilvania y Wisconsin, y está liderando entre dos y cinco puntos a nivel nacional, según encuestas recientes». El reportaje reúne datos de numerosos estudios realizados en las últimas semanas. Los analistas creen que la campaña de Bidenomics que trata de vender como un éxito la gestión económica de Biden está enfadando aún más a sus votantes, por ignorar el hecho de que «la gente normal todavía sufre la inflación».
Sin embargo, un vistazo a los análisis políticos americanos de la última semana estaría incompleto sin detenerse en los últimos posicionamientos de la ONU. En un editorial excepcionalmente beligerante de National Review se advierte de que «la ONU está podrida de arriba a abajo».
En opinión de los editorialistas, «los comentarios de Guterres son una excusa para el terrorismo y hacen eco de la retórica de Hamás de que Israel se esperaba este ataque». «Inmediatamente después de los comentarios de Guterres, el embajador israelí ante la ONU, Gilad Erdan, exigió su dimisión», recuerda el artículo, que culmina con un llamamiento, por esta vez, muy en sintonía con Trump: «Es hora de que Estados Unidos reduzca drásticamente sus compromisos y su apoyo financiero a la ONU. Washington ya no puede seguir llevándose bien con ellos. Con Oriente Medio al borde de una guerra total, en la que posiblemente participe Irán, las excusas de la ONU para Hamás equivalen a una forma intolerable de guerra informativa. Dado que es demasiado pedirle a la administración que sea dura en este sentido, el Congreso debería llenar el vacío y cortar la financiación de la ONU».
Ciertamente no puedes esperar mucho más de Guterres, un tipo que vive bajo episodios de pánico continuados derivados de su evidente enfermedad de ansiedad climática.
Sin embargo, para comprender exactamente lo que significaría cortar lazos con la ONU, los electores deberían tener antes ciertas nociones de historia, y no es probable que las hayan recibido. En este sentido resulta interesante el planteamiento de David Catron en The American Spectator, en su artículo El alto precio del analfabetismo histórico. «Durante los últimos años, numerosos estudios han encontrado que la mayoría de los estadounidenses no saben lo suficiente sobre la historia y la Constitución de la nación para aprobar el examen de ciudadanía estadounidense», denuncia e inevitablemente pensamos en que tal desastre sería un éxito al lado de las cifras que podría arrojar una indagación análoga en la España socialista multicultural.
A veces es suficiente volver la vista atrás a los días de la pandemia para comprender que lo que ocurrió en los Estados Unidos también se produjo aquí, y todo estaba fuera de la ley: «Muchas de las llamadas medidas de mitigación impuestas por funcionarios federales, estatales y locales de conformidad con el COVID-19 violaron uno o más de sus derechos de la Primera Enmienda. Sin embargo, millones de personas aceptaron el cierre de iglesias, las limitaciones a la libertad de prensa y las restricciones a su derecho de reunión. Combinada con los mandatos gubernamentales y los confinamientos, la ignorancia del público sobre sus derechos causó daños a largo plazo a la salud pública y la economía de la nación». Catron concluye que Jefferson «entendió bien que todos los gobiernos tienden a la tiranía y que la única defensa contra el despotismo son los estadounidenses históricamente alfabetizados que entienden y están dispuestos a exigir sus derechos bajo la Constitución».