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CRÓNICAS DEL ATLÁNTICO NORTE

La histeria ecológica de las élites promueve la esclavitud

El presidente de EEUU, Joe Biden (i), saluda a su homólogo de China, Xi Jinping. Europa Press

Un nuevo borrón en la trayectoria perversa de los calentólogos y sus fieles en Occidente: tan sólo en el Congo, cerca de 40.000 niños trabajan en condiciones de esclavitud en minas de cobalto para nutrir con este elemento las baterías que las potencias «verdes» demandan cada día más con sus programas de vehículos eléctricos obligatorios. «Una vez más, el mundo desarrollado está impulsando el comercio de esclavos, y muchas naciones son igualmente culpables: América del Norte, China, Corea del Sur, Japón, toda Europa, etc», escribe en un certero artículo Daniel Turner en The Federalist, «no sólo queremos bienes baratos sino también elementos de tierras raras que alimentan casi toda la energía ‘verde’: turbinas eólicas, paneles solares, vehículos eléctricos y unidades de almacenamiento de baterías».

«Consideremos el cobalto», añade, «un ingrediente esencial de las baterías de iones de litio» que «no proviene de las minas de Virginia Occidental»; «Amnistía Internacional estima que 40.000 niños, algunos de tan sólo seis años, trabajan en minas de cobalto en la República Democrática del Congo. Estas minas son operadas por la China comunista, que canaliza dinero a los líderes del Congo. Para los trabajadores, ningún sindicato negocia salarios justos ni tiempo libre remunerado. No hay capacitación en seguridad ni regulaciones. Simplemente existe trabajo forzoso, esta vez en nombre del ‘cambio climático’, y todos los líderes mundiales virtuosos y ambientalistas lo ignoran».

«Los combustibles fósiles estadounidenses construyeron la nación. Impulsan nuestra economía, impulsan a nuestras fuerzas armadas y defienden nuestra seguridad nacional. Ellos alimentan al mundo. Los combustibles fósiles son baratos, abundantes y limpios. Proporcionan energía y productos que salvan vidas a todas las personas. Y están 100 % libres de esclavitud infantil», concluye.

Estos días leemos en la prensa americana multitud de novedades sobre el Caso Epstein procedentes de los documentos desclasificados. Como el escándalo saltó en 2005, cuando un padre denuncio en la policía de Palm Beach que Epstein había acosado a su hija menor, de 14 años, hay quien observa el asunto como si fueran cosa de otra época, por más que durante este tiempo hayamos conocido todos los horrores pedófilos de la isla en que el magnate invitaba a las élites a sus orgías con menores. Lo cierto es que no es algo del pasado, en realidad, ciertas élites nunca han salido de la isla privada Little St. James.

En los documentos desclasificados de esta semana, entre los participantes en las repugnantes citas de Epstein, figuran nombres ya conocidos y otros nuevos, pero resulta estremecedora la presencia constante de Bill Clinton, nombrado decenas de veces.

«La acusadora de Epstein, Johanna Sjoberg, testificó en una declaración de 2016 que Epstein le dijo una vez: ‘A Clinton le gustan las jóvenes, refiriéndose a las niñas’ como detalla The Daily Caller—. Es más, Maxwell testificó en 2019 que voló en ‘los aviones de Jeffrey Epstein con el presidente Clinton’, una afirmación que está respaldada por el testimonio del expiloto de Epstein, Dave Rogers, y los registros de vuelo de los aviones publicados anteriormente», relata Bradley Devlin en The American Conservative.

«Uno de los episodios más extraños registrados en los documentos publicados el miércoles involucró al fallecido físico Stephen Hawking», prosigue, «en un correo electrónico lleno de errores tipográficos enviado en enero de 2015, Epstein le dijo a Maxwell que estaba dispuesto a pagar una recompensa a amigos y conocidos de Giuffre que pudieran testificar que las acusaciones de que Hawking participó en una orgía de menores eran falsas».

Casualidades ambientalistas: Bill Clinton y el fallecido Stephen Hawking fueron dos voces incansables en la proclamación de la emergencia climática y la necesidad de instaurar una suerte de nuevo orden mundial. De hecho, Hawking propuso en 2017 la formación de un «gobierno mundial» para evitar que la tecnología acabara con el mundo. Al igual que Clinton, que se enfundó en la bandera del #MeToo a pesar del Caso Mónica Lewinsky, también se declaró feminista, opositor a Trump, y fervoroso partidario de las políticas de género.

Ambientalismo, élites manipuladoras, y una cierta esclavitud se juntan al fin en la icónica figura de la Greta Thunberg que dibuja Brendan O’Neill en su perfil para Spiked. «Ese fue siempre el problema central del Culto a Greta: no la propia Greta, sino el uso y abuso de ella por parte de las élites globalistas«, denuncia, “utilizaron su ingenuidad política, incluso su emocionalismo, hasta el cínico fin de asustar a la población hasta dejarla inconsciente sobre el cambio climático». «Fue la misma ingenuidad de Greta, su inmadurez moral, lo que la hizo atractiva para las élites que hacía tiempo que se habían cansado de relacionarse con los irritantes adultos del electorado», concluye, «la furia adolescente de Greta fue utilizada como arma por operadores políticos para eludir la discusión democrática, para imponer su ecoideología punitiva por decreto emocional en lugar de por consentimiento».

De modo que, en efecto, ciertas élites nunca han salido de Little St. James, ya sea como espantosa realidad, o como fatal alegoría.

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