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crónicas del atlántico norte

Ponga un Clinton en su vitrina 

Hillary Clinton y Bill Clinton. Europa Press

Nunca falta un Clinton en la fiesta de la estupidez. Ahora le toca a Hillary, que se supone que es la inteligente del matrimonio. Cuando el añorado P. J. O’Rourke se mosqueó por la candidatura presidencial de Trump, a quien no podía ver delante, los medios de izquierdas jalearon su supuesto regreso al redil progresista. Como el periodismo político se mueve de oídas, nadie se tomó la molestia de leer cómo razonaba el célebre satírico su debate entre el «loco» de Trump y la «insoportable» Hillary: «Ella está equivocada en todo, pero al menos está equivocada dentro de los parámetros normales». Naturalmente, cuando la izquierda revisó la frase, O’Rourke fue repudiado de nuevo por sus terminales. Sin embargo, es difícil definir mejor a Clinton: «Está equivocada en todo». 

La ex secretaria de Estado acudió el jueves a una entrevista en casa, o sea, en CNN, para tratar de dinamitar, desde su inexistente pero pretendida posición de prestigio, el núcleo del Partido Republicano. Ignorando todas las encuestas, Clinton dibujó a Trump como un loco peligroso sin seguidores. Puede que esté un poco loco, cierto, y puede que sea peligroso, sobre todo para los intereses de Clinton, pero lo único que no es verdad es que esté solo rodeado de un minúsculo grupo de fanáticos como pretende la mujer del hombre que susurraba a las becarias.

Lo denuncia The Daily Caller. «En el pasado tuvimos partidarios muy fuertes en ambos partidos y tuvimos batallas muy amargas sobre todo tipo de cosas», dijo Clinton, antes de marcarse una pirueta extra-boomer para decir que las cosas ahora son diferentes, porque ahora hay «extremismo»; lo dice como si hubiera pasado por Estados Unidos algo más extremista que el fanático Obama con su sonrisa y movimiento de cadera amable, y su sectarismo venenoso en la punta del aguijón. «Lamentablemente, muchos de esos extremistas, esos extremistas del MAGA reciben órdenes de Donald Trump, a quien no le queda credibilidad». La credibilidad, ya lo saben, es patrimonio de la izquierda mundial. «Él sólo está en esto por sí mismo», agrega, no como Joe Biden, que también está en esto por Hunter Biden. 

Y tras el discurso pretendidamente institucional, la bomba inédita hasta ahora en el lenguaje político estadounidense: «En algún momento, ya sabes, tal vez sea necesario que haya una desprogramación formal de los miembros de la secta, pero algo tiene que suceder». ¿Cómo que «ya sabes»? Esta gente habla de «desprogramar» ciudadanos con tanta naturalidad, que intenta hacer partícipe hasta a la presentadora, que estaba encantada de serlo. 

Pero eso es sólo la verborrea mediática cotidiana. Bajando a la política real, vuelve a ser noticia eso que algunos indocumentados llaman el muro de Trump en la frontera de Estados Unidos con México, que también podría llamarse el muro de Clinton, el que lo empezó, y de Bush y Obama, los que lo continuaron. Biden en cambio llegó a la Casa Blanca diciendo que el muro no servía para nada y decidió paralizar su construcción. 

Ahora, con el país sumido en una insoportable crisis de inmigrantes irregulares, ha decidido retomar la construcción del muro a toda velocidad. Según recoge El Diario las Américas, uno de los primeros en pronunciarse ha sido el expresidente republicano: «Como he dicho a menudo, durante miles de años, sólo hay dos cosas que han funcionado consistentemente: ruedas y muros», escribió Trump en sus redes sociales. «¿Se disculpará Joe Biden conmigo y con Estados Unidos por tardar tanto en ponerse en marcha? Yo espero sus disculpas». No pocos republicanos han criticado que Biden siga enviando tantos recursos a Ucrania, sobre los que escribe Anastasia Kaliabakos en The American Conservative, mientras la administración demócrata mira hacia otro lado ante el desastre que está originando en su propia frontera.

No obstante, la reanudación del muro no es suficiente, según los editores de National Review; entre otras cosas porque tiene truco, ya que Biden tan sólo ha previsto construir unos 30 kilómetros de muro, «menos del 5% de la cantidad que construyó Trump durante su mandato», algo que parece estar levantándose «como un velo que cubra los ojos de los votantes antes del año electoral».

«La Casa Blanca sigue siendo un enemigo del buen orden en la frontera», denuncia el editorial de la revista, «el verdadero historial de la Casa Blanca de Biden es el de facilitar millones de entradas ilegales a Estados Unidos; 3,8 millones han entrado a Estados Unidos desde que asumió el cargo. Aproximadamente la mitad de ese número está completamente fuera del radar». «Nadie se verá detenido o disuadido de realizar un viaje ilegal a Estados Unidos con un pequeño incremento de un muro adicional, no cuando la administración Biden continúa abusando de la ley para facilitar millones de entradas ilegales, y no cuando continúa dando a los inmigrantes más incentivos (permisos de trabajo, órdenes de protección o estatus temporal extendido) que los induzcan a venir y establecer sus vidas aquí en la zona legal gris que la Casa Blanca ha creado para ellos».

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