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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El caso de Ciudadanos

Ciudadanos es como una galleta china de la fortuna; votar a Ciudadanos es como comprar un billete de lotería: no sabes qué va a pasar.

Quien quiera saber en qué se ha convertido la democracia de partidos debe estudiar el caso de Ciudadanos, y para entender el caso de Ciudadanos haría bien en fijarse en la carrera de su candidato a la Junta de Andalucía, Juan Marín.

Juan Marín empezó su andadura política de la mano de Alianza Popular, el embrión del PP, trabajó luego un año para el Partido Andalucista, montó más tarde su propio partido, el CIS, con el que gobernó su pueblo, Sanlúcar, con los votos del PSOE. Finalmente, recaló en Ciudadanos, desde donde ayudó al PSOE a seguir gobernando la Junta de Andalucía. Un hombre, se percibe enseguida, de sólidos principios políticos.

Ciudadanos es como una galleta china de la fortuna; votar a Ciudadanos es como comprar un billete de lotería: no sabes qué va a pasar, pero lo inmensamente probable es la decepción. Ciudadanos se define a sí mismo como centro-izquierda. No es que eso signifique mucho, ahora que ni la izquierda quiere nacionalizar la banca ni la derecha reducir el mastodóntico Estado del Bienestar, pero ni aun así: las etiquetas las reparte la izquierda fetén y a Cs le ha tocado ser derecha.

Lo veíamos ayer, cuando los medios anunciaban unas encuestas según las cuales ganaría el ‘frente de centro-derecha’, incluyendo a Ciudadanos. El votante le vota pensando que es un PP sin todo lo que ha hecho triste y rancio al PP, sin las heridas de una larga convivencia; una derechita moderna, nueva, fresca, aún inmaculada. Y tengo para mí, por lo que veo, que el secreto de Ciudadanos está en su nombre, que no dice nada; en el hecho de ser un partido 2.0, un nuevo estadio en la evolución partitocrática que ya venía anunciado por la actitud de todos los demás: es la marca blanca, el partido que, como San Pablo, quiere ser todo para todos, el partido en que la forma es el fondo y el fondo, la forma. Como el Espejo de Erised (y juro no volver a citar a Harry Potter), cada uno ve reflejado en él sus más íntimos anhelos políticos.

Abre hoy El País contándonos que ‘Ciudadanos frena el pacto con el PP por el encaje de Vox’. Ciudadanos quiere ir de purísimo haciéndole ascos a Vox, esos fachas, aunque la explicación más probable, dado que todos acaban pactando con todos en algún momento en algún lugar, es que puede sacar mayor tajada con el desesperado PSOE, mucho más capaz que cualquier otro partido de ofrecerle el oro y el moro en su alarmante situación. Después de 36 años de mandato ininterrumpido, los socialistas deben de haber dejado bastante porquería bajo las alfombras y, sin duda, tienen más que ofrecer que nadie a los de naranja. Uno pensaría que es un suicidio para Ciudadanos en el panorama nacional, pero después de ver las encuestas más fiables de intención de voto ya todo me parece posible. Nadie se ha arruinado apostando por la amnesia del pueblo español.

El Mundo da lo mismo, pero desde el otro lado de esta pareja de baile: ‘Los barones se desmarcan de la estrategia de Sánchez de aislar a Rivera’. Recuerdo que antes me irritaba esa convención de llamar a los dirigentes autonómicos de un partido ‘barones’, pero cada vez la encuentro más apta. Las autonomías son feudos, son verdadero poder, y en cuanto el candidato de un partido llega al trono de una de ellas, empieza a ver las cosas de un modo muy distinto a como lo hace el partido en su conjunto. Llámenle, la atracción del ‘color local’.

En ABC están en una de esas cosas que, aun entendiendo, me parecen el epítome del antiperiodismo de los periódicos: convertirse en su propia noticia. Si es de primera, mucho más y si, como es el caso de ABC, solo puede salir esa noticia, ni hablamos. El caso es que se entregan unos premios de la casa a los que asisten los Reyes, pero el entrecomillado que han elegido no puede ser más involuntariamente cómico: «La fórmula del éxito de ABC es la lealtad permanente a sus valores». No sé, se les podría haber ocurrido algo menos chusco. Yo he visto portadas que el lector habitual de ABC de hace veinte, treinta o cuarenta años no creería. Pero no diré cuál es la fórmula de la supervivencia -no diré del éxito- de cualquiera de las cabeceras de papel, porque bastantes enemigos me he ganado ya.

La Razón deja el baile andaluz de segundo, y abre con que ‘Moncloa ofrece «regalar» a los Franco el panteón de El Pardo’, por referirnos a otra de las muchas crónicas del absurdo que nos está legando Sánchez.

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