«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

En el día de hoy

«Supongo que tendrás claro que esto se ha acabado. Los nuestros nos han sacrificado, al menos a mí».


No es exactamente la oración fúnebre de Marco Antonio sobre el cadáver acribillado de César ni el monólogo de Segismundo, pero se supone que debemos leer en los mensajes del prófugo Puigdemont a Toni Comín que los fotógrafos captaron en el móvil de este un monólogo no menos conmovedor.
La pregunta que galopa por las redes es, naturalmente, si estamos ante un posado o un ‘robado’. Los chicos del lazo amarillo, naturalmente, se apuntan a la tesis de que Carles es un Bobby Fischer de la política que, una vez más, está apuntándose una ‘jugada maestra’ a costa de los ingenuos y algo toscos españoles.
Pero nadie se atreve a explicar en qué puede la jeremiada digital de Puigdemont avanzar la causa. Si es una jugada del prófugo, lo es contra ERC, a los que no puede denunciar públicamente de otra manera; y si lo es de Comín, el fin sería dejar claro que el propio president reconoce su derrota y se hace a un lado. De nuevo, no sería qué, sino quién.

La Razón viene a entender una versión parcial de la segunda hipótesis y titula: ‘Las 72 horas en las que ERC sacrificó a Puigdemont’. En la foto, la pantalla del móvil de Comín con los mensajes delatores.
Abajo, ‘El Supremo inhabilitará a la cúpula del ‘procés’ en tres meses’. Y, suponemos, todo el juego volverá a empezar con caras nuevas.

Más contundente, El Mundo, que también abre con foto de la fatal pantalla, titula: ‘La ofensiva del Estado y la traición hunden a Puigdemont’.
En un aparte, titula también: ‘El descuido sospechoso de Toni Comín’, porque por lo visto el hombre no es que descuidase la discreción, sino que buscaba ángulos para que los periodistas pudieran sacar buenas fotos.

En ABC, un montaje con el rostro en gesto de concentrada frustración de Puigdemont y el móvil de la discordia. ‘Puigdemont confiesa su derrota frente a España’. Muy épico.

El País aúna dos noticias sobre lo mismo bajo un mismo epígrafe, ‘Doble revés para el independentismo en Cataluña’.
A la izquierda, ‘La cúpula del ‘procés’ puede ser inhabilitada a finales de mayo’.
A la derecha, ‘Puigdemont: «Esto se ha terminado. Los nuestros nos han sacrificado».
Abajo, acompañando la foto de Felipe González departiendo amistosamente con Jean-Claude Juncker, unas palabras en las que este último cita a François Mitterrand: «El nacionalismo es la guerra».
Las frases breves y tajantes tienen siempre una especial eficacia, como demuestran las citas que invariablemente acompañan tantas ‘bios’ de Twitter, y esta no es una excepción. La guerra es, históricamente, la norma y la paz, casi, la excepción en la historia de la humanidad, y las comunidades políticas han guerreado por todo lo imaginable. Así que, sí, el nacionalismo es la guerra. Y los recursos naturales, las vacas, la gloria, la ambición política, la desigualdad, el comunismo, el capitalismo, el fascismo, las ideologías, la religión, el agua o las mujeres.
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