«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La carga del Hombre Blanco

En El País, como en El Mundo, abren con la foto de los Reyes departiendo entre sonrisas con el Príncipe Salman de Arabia Saudí.
‘España y Arabia Saudí firman una alianza estratégica’, leo debajo de la foto en el primero. Debajo, como segunda noticia del diario, ‘Macron da razones para una intervención militar en Siria’.
Es curioso cómo nos hemos acostumbrado a eso. Nos hemos pasado décadas despotricando contra ‘la carga del Hombre Blanco’, deplorando el colonialismo, temiendo el resurgir del racismo y el supremacismo detrás de cualquier grupo o partido que no se ajuste a los cánones de posguerra. Y, sin embargo, tenemos esto, el Hombre Blanco decidiendo, como el Santa Claus de la canción americana, quién es bueno y quién es malo fuera de nuestra burbujita occidental, para arrasarlo con bombas o sonreirle y negociar con él.

Macron da razones para una intervención militar en Siria mientras Sus Majestades firman una alianza estratégica con Arabia Saudí. Piénsenlo.
¿Le ha hecho algo Siria a Francia? No, en absoluto. ¿Amenaza Siria a Estados Unidos, a Gran Bretaña? No, para nada.
Las guerras, ese infierno de muerte y destrucción que devasta países y siega de raíz el futuro de generaciones, son hoy como poner de cara a la pared a quienes Occidente juzga que se han portado mal.
Y Macron, como Trump o May, han decretado que Assad se ha portado mal. Culminando victorioso una atroz guerra civil que dura siete años -azuzada y alimentada, entre otros, por esa misma Arabia Saudí que sonríe en la foto de arriba-, el gobierno sirio ha decidido que, qué demonios, ahora que ya prácticamente se ha terminado esto y que Estados Unidos anuncia la retirada de las tropas del país, bombardeemos con armas prohibidas el último bastión que queda a los rebeldes, aunque así no se mate más ni tenga especial valor estratégico.

No, nadie ha enseñado pruebas ni ha habido una investigación, complicada, en cualquier caso, en un país en guerra. Pero Macron sabe, y no hace falta más. Y por eso han decidido todos estos matones atacar Siria. Porque ha sido mala y ha matado civiles.
Los de la foto de arriba, en cambio, son los buenos. Sí, es cierto, son una teocracia en la que es delito portar un ejemplar de los Evangelios o construir una iglesia, donde las mujeres son ciudadanos de segunda que no pueden ir solas por la calle y donde existe una ‘policía religiosa’, la temida muttawa, para imponer a zurriagazos la estricta moral wahabí.
Oh, ¿hemos dicho ‘población civil’? Porque este Reino Mágico libra desde hace años una guerra contra su paupérrimo vecino del sur, Yemen, al que bombardea incesantemente con el apoyo entusiasta de Estados Unidos, y donde ha provocado una espantosa hambruna. ¿Que no ha visto usted en su periódico ni en su telediario favorito imágenes de niños yemeníes despanzurrados o muriendo de inanición? Sí, bueno, me lo temía.

Así que vamos a tener otra cobarde guerra colonial, quiero decir, ‘intervención militar’, que guerra suena feo y antiguo. Además, no es como si aviones sirios fueran a bombardear París o tropas sirias fueran a desembarcar en Nueva York. No, es guerra en la que solo golpeamos, sin riesgo. Todo seguirá idéntico en la Place Vendôme y nada se notará en Time Square, porque las guerritas modernas solo significa ‘castigo’, el castigo arbitrario del Hombre Blanco.

Sí, vale, hay más noticias y me faltan periódicos por citar. Seguimos con el #MeToo de los títulos falsos y los historiales profesionales falseados o hinchados de los políticos, con ese otro #MeToo que son las aspiraciones nacionalistas de cada rinconcito de España y tratando de entendernos con los alemanes sobre el significado de ‘rebelión’.
Pero no tengo ya cuerpo para comentarlo.

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