«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Trasladan al etarra Iparragirre a Mondragrón. ¿Es el nuevo Bolinaga?

El Ministerio del Interior ya dejó claro que el etarra, enfermo de sida, «se niega a tomar la medicación».

“La compasión hay que tenerla con las víctimas y sus familiares, no con los etarras”. Así se ha manifestado en declaraciones a La Gaceta el presidente de Voces contra el Terrorismo, Francisco José Alcaraz, después de conocer que el preso de ETA Ibon Iparragirre, enfermo de sida, iba a ingresar en el centro sanitario Aita Menni de Mondragón (Guipúzcoa).
Ha sido el juez de Vigilancia Penitenciaria de la Audiencia Nacional, José Luis Castro, quien ha autorizado el traslado del etarra desde la cárcel de Alcalá Meco al citado centro, que desde 2012 dispone de una Unidad de Psiquiatría Legal.
Esta unidad está concebida para albergar a enfermos mentales con causas penales y está dotado con mayores medidas de seguridad que las de un centro sanitario ordinario.
La asociación de familiares de presos Etxerat ha criticado que sea internado en este centro porque, asegura, «su estado de salud es límite». Asimismo no ha tenido reparos en afirmar que debería estar en su domicilio y «recibir tratamiento dignamente en su casa».
Para Voces contra el Terrorismo, “la condena no se le debe anular a nadie que haya atentado contra la vida de otra persona… si está apto para eso, que asuma las consecuencias”.
Cabe recordar que el pasado mes de noviembre, José Antonio Nieto, secretario de Estado de Seguridad, dejó claro que Iparragirre, con un padecimiento de VIH avanzado, “se niega a tomar la medicación”. “Esto le está suponiendo una autodegradación de la enfermedad por negarse a que los médicos puedan actuar”, afirmó.
El número dos de Interior recordó que los informes médicos han reiterado que su vida “corre riesgo” pero que, si reiniciara el tratamiento, la enfermedad podría cronificarse con una esperanza de vida “muy larga”.
También el Defensor del Pueblo ha solicitado este mismo mes a Instituciones Penitenciarias información sobre la situación de este terrorista, tal y como le reclamó EH Bildu. La Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) ha pedido que no se mejore su situación penitenciaria, ya que es un preso condenado a más de 200 años, que además no ha hecho «autocrítica» ni ha mostrado «arrepentimiento por los delitos cometidos».
Iparragirre, natural de Ondarroa, fue condenado a 299 años de cárcel por la explosión de un coche bomba en esta misma localidad vizcaína en septiembre de 2008.
El preso había solicitado en varias ocasiones su excarcelación por su precario estado de salud. De hecho ya estuvo dos años en prisión atenuada en su domicilio, aunque en 2014 volvió a la cárcel para cumplir la condena por la explosión del coche-bomba en la comisaría de la Ertzaintza de Ondarroa.
Las víctimas lo comparan con el caso de Bolinaga, el sanguinario asesino que no se arrepintió. “Esto abre el camino a que otros terroristas se acojan a supuestas enfermedades para salir de la cárcel”, han denunciado.

Iparragirre, ¿el nuevo Bolinaga?

El 12 de septiembre de 2012 Iosu Uribetxebarria Bolinaga fue premiado por la Audiencia Nacional (AN), que le concedió la libertad condicional por un supuesto cáncer terminal.
El etarra cumplía la máxima pena tras haber sido condenado a 178 años de prisión por asesinar a tres guardias civiles y a 32 por el secuestro del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, pero la AN decretó su excarcelación amparándose en un informe que aseguraba que el terrorista tenía un 90% de probabilidad de fallecer antes de un año.  
“En esta situación clínica, más de la mitad de los pacientes fallece antes de los nueve meses y la probabilidad de supervivencia a los 12 meses estaría en torno al 10%”, añadía el documento.
Pero la realidad dio la razón a quienes dudaban de la “humanidad” de la justicia y aseguraban que su nombre formaba parte de la negociación para que ETA se reconvirtiera en fuerza política y dejara de matar. También dejó en evidencia al Gobierno. Y es que desde su salida de prisión hasta su muerte casi dos años y medio después -el 16 de enero de 2015- se pudo ver a Bolinaga paseando sin rubor, entre risas, confidencias y chiquitos en compañía de amigos por las calles y tabernas de Mondragón.
 
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