No hay otro paĆs en el mundo en que la lengua comĆŗn se persiga desde sus propias instituciones pĆŗblicas. AsĆ llevamos 40 aƱos, mientras en Estados Unidos el espaƱol avanza imparable, y por eso recordamos la frase que Bismarck nos dedicó: Ā«EspaƱa es el paĆs mĆ”s fuerte del mundo: los espaƱoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguidoĀ».
La educación es el factor fundamental para vertebrar (o desgajar) una nación y quienes mejor lo han entendido son los partidos separatistas. Desde el PNV a la Convergencia de Pujol pasando por las versiones edulcoradas bajo las siglas PP o PSOE en Galicia, Valencia o Baleares, la lengua es utilizada como munición para construir identidades locales frente a la común, la española.
La realpolitik -éxtasis democrÔtico bajo el que a menudo se justifican las mayores traiciones al Estado- justificó que Aznar entregara las competencias educativas a Pujol a cambio de sus escaños para llegar a la Moncloa. Era 1996 y desde entonces Cataluña ha avanzado, decreto a decreto, pacto a pacto, en el arrinconamiento y expulsión del español del espacio público.
Este cambalache partidista ha normalizado, bajo eufemismos delirantes como Ā«gobernabilidadĀ», que se negocie con lo mĆ”s sagrado, esto es, la unidad de EspaƱa. AsĆ, la rendición al separatismo pujolista o el permanente chantaje del PNV gozan del estatus de pactos de Estado. Sin embargo, a Arzalluz no le pareció suficiente sacarle al PP la reforma del estatuto de autonomĆa y la mejora del concierto económico vasco del 96. Su aplastante victoria sobre Aznar debĆa ser pregonada a los cuatro vientos dejando al descubierto el pastel autonomista: Ā«He conseguido mĆ”s en 14 dĆas con Aznar que en 13 aƱos con Felipe GonzĆ”lezĀ».
SerĆa interesante conocer los motivos por los que tanto PP como PSOE y su coro mediĆ”tico no defendieron entonces un pacto de Estado entre ambas fuerzas para blindar la lengua y aislar al separatismo. Aquello nunca sucedió y el acuerdo que suplican hoy los entusiastas del bipartidismo es precisamente para blindar el daƱo ya hecho, el robo al Estado, la erosión al patrimonio lingüĆstico comĆŗn traducido, por ejemplo, en el ridĆculo 25% de asignaturas en espaƱol que imponen los tribunales y desobedece la Generalidad catalana.
DĆ©cadas de imposición y hegemonĆa separatista en las aulas dejan situaciones tan surrealistas como el acoso a una niƱa de 12 aƱos cuyos padres exigen para ella el cumplimiento de la ley. Cómo estarĆ”n las cosas y cuĆ”nto terreno ha cedido el Estado que reclamar un mĆsero 25% de asignaturas en espaƱol CataluƱa es considerado una agresión contra la diversidad cultural.
Por eso, antes que a cualquier intelectual conviene escuchar al padre de la niƱa de Canet de Mar: āNo es un problema exclusivamente de CataluƱa: es de EspaƱa. Los catalanes somos espaƱoles [ā¦], se usa todo el poder polĆtico y mediĆ”tico para poner la educación al servicio de la ideologĆa [ā¦], no es a favor del catalĆ”n ni por protegerlo: es contra el espaƱol, para marginarlo [ā¦], muchos profesores se hacen pasar por independentistas para conservar su puesto de trabajoā.
Mientras casi todos miran hacia otro lado, nadie repara el daƱo causado a las generaciones de estudiantes triturados por las leyes lingüĆsticas. Y no sólo en Galicia, PaĆs Vasco o CataluƱa, pues el pancatalanismo, ese lebensraum impulsado por Junts y ERC con la complicidad del PSC (tonto Ćŗtil y traidor de charnegos) extiende sus tentĆ”culos en la Comunidad Valenciana, Baleares y algunas zonas de Aragón.
Naturalmente quienes mĆ”s sufren el apartheid son los alumnos de familias con menos recursos. El fracaso escolar se dispara cuando el estudiante es hijo de castellanoparlantes, inmigrantes de otros lugares de EspaƱa, en cuyas casas no se habla catalĆ”n. Este problema, claro, no lo tienen los niƱos de la burguesĆa autóctona, que van a colegios privados para sortear las leyes que papĆ” aprueba para el resto.
MĆ”s delirante aĆŗn es que la izquierda (hoy centrada en las desigualdades de gĆ©nero) haya contribuido a marginar a los hijos de los obreros. Cada ley educativa aumenta la desigualdad contra los mĆ”s humildes, a los que imponen la lengua como factor divisorio, de clase. TambiĆ©n hay que sumar el factor CCAA: el Estado se gasta 9.000 euros por alumno en el PaĆs Vasco frente a los 4.000 en Murcia. El informe PISA es demoledor: andaluces, extremeƱos y canarios estĆ”n dos cursos por detrĆ”s de los alumnos de Madrid.
Al final, se impone la lógica autonomista que genera 17 nacioncitas a diferentes velocidades, cada una con su propia historia de EspaƱa, que acaban por destruir los vĆnculos entre compatriotas y la existencia de la nación espaƱola.
A corto plazo, desde luego, no conviene emocionarse: Feijóo sostiene que Galicia es una nación sin estado y cuando visita CataluƱa regala las orejas a la burguesĆa, como hizo ante el CĆrculo de EconomĆa en Barcelona en noviembre de 2014: āSi usted coge la historia de CataluƱa y la historia de Galicia [ā¦] históricamente creo que tenemos muchos elementos para considerarnos en lo que en la terminologĆa se dice nación sin estadoĀ». Y si no convence a los catalanes, siempre quedarĆ” el PNV.