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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El etarra Zubieta: Del atentado en Vic a recibir subvenciones 'culturales'

Fue condenado por el atentado en la Casa Cuartel de Vic (Barcelona) a 1.311 años de cárcel. Cumplió solo 22.


En la actualidad, vemos como algunos partidos políticos llaman a «pasar página» y «olvidar» el terror que sembró la banda terrorista de ultraizquierda ETA durante 50 años. Es común ver a etarras ocupando escaños, paseando junto a sus familias, recibiendo homenajes tras salir de la cárcel o recibiendo cuantiosas subvenciones públicas a través de diversas asociaciones sociales.
El último caso conocido es el del etarra Juan José Zubieta, uno de los más sanguinarios, que forma parte de la asociación Ondarea Kultur Taldea, que desde 2014 se encarga de recopilar, recuperar y preservar el patrimonio del valle navarro de Larraun recibiendo cuantiosas subvenciones públicas.
Zubieta perteneció al ‘comando Nafarroa’ y al ‘comando Barcelona’. Fue condenado por el atentado en la Casa Cuartel de Vic (Barcelona) a 1.311 años de cárcel y excarcelado del centro penitenciario de Monterroso, en Lugo, el 20 de noviembre de 2013, tras 22 años en prisión, en virtud de la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que derogaba la llamada Doctrina Parot. En el juicio afirmó sin escrúpulos que los niños asesinados eran «escudos humanos».
En la tarde del 29 de mayo de 1991, varios miembros de la banda terrorista ETA lanzaron un coche-bomba al interior de la casa cuartel de la localidad barcelonesa. A esas horas, numerosos familiares de los guardias civiles se encontraban en sus viviendas y algunos niños jugaban en el patio. Los sanguinarios etarras aprovecharon una rampa existente entre una calle aledaña y el patio del acuartelamiento para que el vehículo marchara sin necesidad de que nadie lo condujera. En la instalación militar vivían 14 agentes, 13 mujeres y 22 niños. El maletero del coche contenía 12 bombonas con 18 kilos de amonal cada una. Cada explosión derrumbó el edificio. Tuvieron que utilizarse grúas y perros adiestrados para rescatar a las víctimas. Nueve personas fueron asesinadas, cinco de ellas menores. Además, 44 personas quedaron heridas, algunas con mutilaciones y secuelas.
Además, fue condenado por participar en el secuestro en 1989 del industrial Adolfo Villoslada, en cuya empresa trabajaba y por lo cual pudo facilitar la información necesaria para la actuación. Fue condenado a otros 22.
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