«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Taxistas que siguen al volante por los sanitarios: «Estos días hay que estar»

Lorenzo sigue arrancando su taxi, día sí, día no, aunque sabe que apenas hay clientes. Y lo hace porque ahora «hay que estar» para todos, sobre todo para los sanitarios, a quienes lleva gratuitamente a visitar a los enfermos. «¿Qué no hay trabajo? Bueno, hay que ayudar de alguna manera».

Tenía claro «desde el primer momento» que iba a seguir cogiendo su Toyota Prius y no se lo pensó dos veces cuando le preguntaron si quería ser uno de los taxistas «solidarios» que recogen a médicos y enfermeros de los centros de salud y los conducen a casa de los pacientes. Por supuesto, sin coste alguno.

«Dije: adelante. Ya que estoy en la calle, vamos a hacer algo útil», relata, seguro de que el suyo es también «servicio público».

Lorenzo Andrino, un taxista que ofrece viajes gratuitos para sanitarios en Madrid, posa en el interior de su taxi. EFE/Lorenzo Andrino

En la Comunidad de Madrid, este proyecto ha permitido unas 58.000 asistencias domiciliarias por parte de unos 210 centros de salud, y su servicio también se extiende a los ciudadanos que reciben el alta en el hospital de campaña de Ifema, indican fuentes de la Federación Profesional del Taxi.

El primer servicio de Lorenzo fue al comienzo del estado de alarma, en el centro médico Pacífico, en la capital. Acudió sin material de protección y, nada más verle, los sanitarios le dieron una mascarilla, guantes y le introdujeron en la máxima del «lávate las manos», recuerda.

Desde entonces, cuando sale a trabajar está atento de si salta algún aviso del servicio solidario cerca de su zona para acudir al centro de salud y trasladar al doctor y a un auxiliar al domicilio del paciente.

Sabe que entre las visitas también se encuentran personas con síntomas de coronavirus, pero asegura que no tiene miedo porque se toma en serio las medidas de protección: siempre guantes y mascarilla y la ventanilla del coche, abierta.

Además, cada día somete a su Toyota a todo un ritual de limpieza: por las mañanas desinfecta el ambiente y, siempre que alguien se baja, repasa con una solución de alcohol las manecillas de apertura, el cinturón y todo lo que haya podido tocar. También tiene gel hidroalcóholico, tan codiciado estos días, para lavarse las manos y ofrecérselo a los clientes.

Desde la Federación apuntan que los taxistas están teniendo complicaciones para la limpieza exterior del coche debido a que los centros de lavado están cerrados.

Como Lorenzo, unos 230 profesionales prestan este servicio en la Comunidad de Madrid, según fuentes de la Federación, que precisan que muchos han tenido que dejarlo porque «estaba afectando a su bolsillo». Por eso, confían en que «se extienda la red de solidaridad» para que el peso económico de la gasolina no lo asuman solo ellos, aunque insisten en que no quieren ningún tipo de remuneración.

Aparte de los trayectos solidarios, Lorenzo sigue prestando sus servicios de taxi aunque, admite, trabajo «apenas hay». De las 15 carreras diarias que solía hacer, un día hasta se quedaron en tres, cuenta.

«Obviamente, no sale económicamente rentable salir, pero hay que estar; hay gente que necesita seguir moviéndose. Son servicios necesarios», sostiene este técnico de sonido reciclado a taxista desde hace años.

Acostumbrado Lorenzo a la ya lejana hora punta de Madrid y a los antes malditos atascos, confiesa que estos días le invade una «sensación extraña» al recorrer sus largas avenidas vacías.

Sobrecogen sobre todo las ambulancias, que ahora «se notan muchísimo más», aunque admite que «quizá sea la sugestión de pensar de dónde vienen y adónde van»; e impresiona, cómo no, el silencio: «Pararte en un semáforo en el paseo del Prado, abrir la ventanilla y oír los pájaros. Pero muchos pájaros, es casi ensordecedor».

Al acabar la jornada, vuelta a casa. Allí está su mujer, «la verdadera heroína», dice, que debe lidiar con el famoso teletrabajo combinado con tres hijas. La mayor, presume Lorenzo, «está muy orgullosa» de sus «servicios solidarios». «Habrá que seguir haciéndolos».

No olvida tampoco cómo los sanitarios de aquel primer día le dieron las gracias por su trabajo: «Vinieron todos, pero todos. Fue bastante emocionante», confiesa a Efe por teléfono desde el balcón donde seguramente cada día, a las 20.00 horas, les devuelve el gesto con aplausos. Como hacemos todos.

TEMAS |
+ en
.
Fondo newsletter