«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La verdadera intención de ETA que oculta su documento de disolución

ETA planea mantener una dirección clandestina incluso después de disolverse, según el experto en terrorismo y director del Centro Memorial de las Víctimas, Florencio Domínguez, quien cree que esa intención es lo que la banda no ha hecho público del documento que está sometiendo a votación entre sus miembros.
Domínguez se ha referido a la información que este jueves publica el diario Gara y en la que se señala que la dirección de ETA está sometiendo a votación un documento que plantea su final definitivo como organización, al apostar por dar por concluido su «ciclo y función».
Un debate que comenzó el año pasado con la distribución de un documento entre los miembros de ETA, tal y como ha recordado Domínguez, quien ha indicado que, en todo caso, la disolución de la banda «llega tarde, 858 muertos tarde».
En el documento, según Domínguez, ETA reconoce de forma expresa que no ha conseguido sus objetivos e insiste en que no se arrepiente de lo que ha hecho, que no va a abjurar de su pasado. Por lo tanto, «sigue teniendo una deuda pendiente», ha recalcado.
Y reitera: «En lo que han hecho público ocultan lo fundamental, que es que planean mantener un dirección clandestina de ETA incluso después de su disolución».
Domínguez ha participado en un debate sobre los agujeros negros de la financiación del terrorismo, que ha tomado como referencia el libro «La bolsa y la vida», coordinado por Josu Ugarte y en el que el director del Memorial también ha participado.
Un libro que cifra en 25.000 millones de euros los daños directos causados por ETA en su historia y en el que queda claro que es la financiación de los grupos terroristas lo que permite sostener su actividad.
Así, ha explicado Domínguez, en una época en la que ETA era capaz de obtener grandes cantidades de dinero, una media de entre 4,5 y 6 millones al año en la década de los 80, tenía gran capacidad terrorista.
De hecho, los conocidos como los años de plomo «coinciden con los años dorados de los ingresos de ETA».
Por el contrario, cuando la banda tuvo menos capacidad de obtener dinero, en la última década de su historia, con cifras por debajo de los dos millones de euros y en algunos años una cantidad mucho más baja, su actividad terrorista se redujo.
«En la medida que se ataje la capacidad de financiación, estaremos limitando los atentados, las víctimas y los destrozos que puedan producir», ha concluido.
 
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