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INSTA A LOS UCRANIANOS A RETIRAR LA PROTESTA ANTE LA OMC

El Gobierno de Morawiecki defiende a sus productores de grano pese a la queja de Ucrania

El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki. Europa Press

Desde el inicio del conflicto ucraniano, Polonia ha sido uno de los socios más leales de Ucrania. Es su sexto mayor proveedor de armamento (por detrás de grandes potencias como EEUU o Alemania), pero realmente es el primero en proporción a su más modesto PIB. Y ello pese a que la relación histórica de Polonia y Ucrania es complicada. Implica disputas de territorios y limpiezas étnicas que se han dado desde las revueltas cosacas del siglo XVII hasta la no tan lejana fecha de la Segunda Guerra Mundial. Pero todo había quedado temporalmente olvidado ante la presión de Rusia, el enemigo común de los gobiernos de Polonia y Ucrania.

Incluso cuando el régimen de Zelensky se empeña en honrar la memoria de los ultranacionalistas ucranianos que masacraron a los polacos el siglo pasado, Polonia se conforma con trasmitir algún reproche (como ha hecho Radosław Fogiel, del partido gobernante Ley y Justicia) para luego hacer la vista gorda en nombre de la «reconciliación». Ni siquiera se indignó el Gobierno polaco cuando un misil ucraniano (según verificó la OTAN) impactó en territorio de Polonia, con un Zelenski escurriendo el bulto para culpar a Rusia. 

También han encajado con deportividad la voracidad ucraniana a la hora de exigir armamento, apoyo diplomático, inyecciones económicas y privilegios políticos. Como mucho, ha habido algún comentario por parte del presidente polaco Andrzej Duda, comparando a Ucrania con un ahogado que arrastra consigo a aquellos que intentan rescatarlo (es decir, agota los recursos de sus socios). Pero no es muy distinto a lo que dice otro gran aliado de Ucrania, el Reino Unido, cuyo ministro de Defensa afirma que Zelenski debería mostrarles algo de agradecimiento, porque «esto no es Amazon». Lo importante es que, pese a los incidentes dialécticos, el apoyo económico y militar polaco se había mantenido. Pero toda paciencia tiene un límite. Y la crisis entre ambos países ha estallado por el fracaso del «acuerdo del grano».

Inicio y final del acuerdo del grano

Ucrania es un gran productor agroganadero de alimentos entre los que destacan los cereales, comprados por medio mundo. A partir de febrero de 2022, la guerra amenzaba con impedir la continuidad de estas exportaciones, con el riesgo de provocar crisis alimentarias en los países más vulnerables. Pero rápidamente se logró un acuerdo entre Ucrania y Rusia para garantizar el paso seguro del producto desde los puertos del Mar Negro, gracias a la intermediación de Turquía (porque Occidente en este proceso negociatorio ni está ni se le espera).

Rusia extendió este acuerdo en sucesivas ocasiones desde julio de 2022 hasta julio de 2023, pese a ser completamente injusto y contraproducente para ella. Las condiciones que Occidente le planteaba a Rusia podrían formularse en los siguientes términos: «Has de permitir el libre tránsito de vehículos y materiales del enemigo ucraniano por espacios de interés estratégico controlados por (o cercanos a) ti con el fin de que Ucrania pueda recibir pagos millonarios que invertirá en armamento usado en tu contra, mientras que tus propias capacidades productoras y exportadoras son bloqueadas por nuestras sanciones occidentales». 

Ucrania tampoco ayudaba: intentó boicotear el trato con dudando sobre retirar las minas marinas que había plantado en sus puertos, atacando con drones el puerto ruso de Sebastopol e intentando rechazar la última extensión del acuerdo en junio. La ruptura del pacto llegó después de que se ignorasen durante meses las condiciones rusas.

La posición de la Unión Europea

La realidad es que casi la mitad del grano que se ha logrado exportar desde Ucrania desde el año pasado no ha ido a parar a países africanos, asiáticos o sudamericanos, sino a Europa Occidental. Se ha acaparado el grano, de la misma forma en que se acapararon las vacunas del COVID o el gas licuado. España, por ejemplo, es uno de los grandes importadores del cereal ucraniano, toda vez que la Unión Europea ha arrasado en las pasadas décadas nuestra soberanía agroindustrial.

Con la excusa del bloqueo ruso, la UE ha decidido abrir «corredores solidarios» desde Ucrania al resto del mundo, atravesando las rutas terrestres, aéreas y fluviales que pasan por el continente europeo. No es más que una estrategia de los eurócratas para controlar la mayor parte de las exportaciones ucranianas. Pero el caso es que estos corredores han inundado los países de Europa del Este (entre ellos Polonia) de un cereal producido por una mano de obra más barata, con el consiguiente tirón a la baja del producto polaco, búlgaro, húngaro, rumano y eslovaco. Para hacerse una idea del impacto, baste decir que en los primeros meses de 2023 la entrada en Polonia de trigo ucraniano creció 600 veces.

Ante las protestas euro-orientales por competencia desleal, la UE aceptó el pasado mayo limitar temporalmente en dichos países la venta del grano importado de Ucrania. Pero después la UE levantó las restricciones, provocando el enésimo enfrentamiento entre Bruselas y Polonia (y Hungría), que han decidido ampliar el veto al cereal ucraniano, así como a su luche, fruta, vegetales y algunas carnes.

La contraofensiva ucraniana

El Gobierno de Zelenski reaccionó amenazando con boicotear la huerta polaca y la mecánica húngara, denunció la actitud de Polonia ante la Organización Mundial del Comercio y dio un discurso ante la ONU afirmando que «algunos de nuestros colegas europeos creen estar defendiendo sus propios intereses, pero de hecho están favoreciendo a Moscú». Y, ya se sabe, pocas cosas hay más graves para un polaco que ser acusado de prorruso. Solamente horas después el primer ministro, Mateusz Morawiecki, anunció que Polonia dejará de suministrar armamento a Ucrania. 

El partido en el Gobierno, Ley y Justicia, tiene claro que su primer lealtad está con sus votantes, muchos de ellos de extracción campesina. Con una cita electoral el 15 de octubre y con el electorado rural harto del abuso económico ucraniano, la formación endurece su discurso para evitar el crecimiento del partido patriótico pero rival Confederación de Libertad e Independencia, que promete mano dura con una Ucrania que desangra las arcas públicas de Polonia. El Gobierno polaco está de acuerdo con Margaret Thatcher: primero asegurarse la mantequilla, luego hablaremos de los cañones.

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