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Continúa las restricciones de libertades individuales

Escocia pone en jaque la libertad de expresión con su ley de «delitos de odio»

El primer ministro de Escocia, Humza Yousaf. Europa Press

A partir del mes de abril Escocia se va a transformar en un terreno baldío para la libertad, una prisión infinita cercada por el temor a todo, incluso al propio pensamiento, un pozo de opresión en el que los escoceses se metieron por su propia voluntad y al que condenarán perversamente a sus pobres hijos. Y es que el mes que viene entrará en vigencia la Ley de Delitos de Odio, que convierte en un delito punible con siete años de cárcel a «cualquier delito que la víctima o cualquier otra persona considere motivado, total o parcialmente, por malicia o mala voluntad hacia un grupo social». La ley da carta blanca a cualquiera para acudir al centro de delación más cercano para ventilar sus sentimientos heridos.

Para tratar de que este delirio sea aplicable, la Policía escocesa creó una campaña de dibujos animados en la que aparece un «monstruo del odio» que advierte a los escoceses que pueden estar enojados y frustrados y que por ese motivo podrían estar cometiendo un crimen de odio. Si se piensa bien, el estúpido Occidente, que pretende fabricar y gerenciar la felicidad de las personas, no iba a tardar mucho en convertir al enojo en delito. La ley hace que el acusador sea juez y parte dado que no es necesaria ninguna prueba y el delito es enteramente subjetivo. Este crimen de pensamiento se aplica incluso puertas adentro de una casa, lo que le permitirá a la policía irrumpir en la casa de alguien para registrar un crimen de odio cada vez que una suegra se pelee con su yerno o un adolescente se enoje porque le sacan el celular como castigo, sólo será necesario relacionar el disgusto con alguno de los ítems referidos por esta ley draconiana.

La Federación Escocesa de Policía advirtió que la ley «paraliza la libertad de expresión de individuos y organizaciones al amenazar con ser procesados ​​por la mera expresión de una opinión», pero el padre de la criatura, ex ministro de justicia y actual primer ministro, Humza Yousaf, insistió en que se trataba de alarmismo de quienes eran contrarios a esta maravilla. Pero la letra de la ley es clara, incluso cuando no se ha cometido ningún delito, la Policía de Escocia registrará la denuncia automáticamente como un «incidente de odio», esto es un cambio de paradigma (otro más) respecto de aquello que sostenía que nadie era culpable hasta que se demostrara lo contrario (suena como que esto existió alguna vez en algún lugar), ah y no hay derecho de apelación.

La Ley se aprobó hace tres años, es parte del legado ultrawoke de la inefable y poco investigada Nicola Sturgeon, pero se retrasó mientras las autoridades veían cómo se podía aplicar ya que las voces en contrario han sido muchas. Finalmente el «delito de odiar» se aplicará a la raza, a la discapacidad, a la religión, a la orientación sexual, a la edad, a la identidad transgénero y las «variaciones en las características sexuales» y, con la extensión de «incitar», se está penando también la blasfemia. Como se ve, la ley cubre todo lo que se diga, escriba, envíe o reenvíe e incluso se insinúe en cualquier lugar y contexto. Está en el ojo de la tormenta la escritora JK Rowling, que vive en Edimburgo, que se ha negado a borrar sus antiguas publicaciones en Twitter en las que osa decir que los hombres son hombres y las mujeres mujeres más allá de la famosa «autopercepción» cosa que es tomada como un “delito de odio”, diga lo que diga la biología que acá no pinta mucho. Ella respondió que no borrará nada: «Si realmente imaginas que eliminaría publicaciones que llaman hombre a un hombre, para no ser procesada bajo esta ridícula ley, espera a la madre de todos los chistes del Día de los Inocentes», sostuvo la autora.

Para subirle un par de grados más a este infierno, la ley estipula que los escoceses pueden denunciarse unos a otros anónimamente a través de una muy amplia red de «centros de denuncia», creados a tal fin, que incluye cientos de lugares como de campus universitarios, un sex shop de Glasgow o una granja de hongos en North Berwick. Para que la policía sepa cómo aplicar este escarmiento se ha organizado una capacitación policial on line de un par de horas que dice a los agentes que el material «amenazante y abusivo» puede incluir eventos como la representación pública de una obra de teatro. Joe Rogan, el famoso influencer, sostuvo en su podcast The Joe Rogan Experience, que el Gobierno escoses había «perdido la maldita cabeza» haciéndose eco de los temores del mundo del espectáculo respecto de los informes que se filtraron y que indican que los actores y comediantes son un “objetivo” específico cuando la nueva ley entre en vigor.

Lo paradójico es que la Policía escocesa está saturada, sin recursos y sin poder responder al delito real hace años. Hace pocos días la Policía de Escocia anunció una nueva estrategia de «respuesta proporcional» que, para ser claros y traducir a la oficina de comunicación de la fuerza, informaba que no investigarían los delitos como ventanas rotas, robos que no fueron captados por una cámara y otras cosillas difíciles de resolver de manera inmediata. Los medios estimaron que este «enfoque» dará lugar a que se realicen miles de investigaciones menos al año, lo que les aliviaría el presupuesto (guiño, guiño). Evidentemente es mucho más fácil dejar de perseguir el crimen real, que demanda material, preparación y compromiso, y en cambio perseguir los sentimientos que sólo necesitan un curso de dos horas y un sólido compromiso con la perspectiva woke que gusta de controlar a la no delincuencia, dejando en piadosa libertad al crimen y a los pobres criminales.

La visión del Gobierno escoses parece considerar que se debe construir una sociedad totalmente sumisa a punta de pistola, de ser necesario, y las personas en Escocia hasta están eliminando sus antiguos chats de WhatsApp por temor a ser encarcelados. La Policía escocesa dice que investigará cada denuncia de odio, de manera tal que es muy esperable que esta aberración colapse las oficinas y sistemas de seguridad, así como el cerebro de agentes y jueces cuando tenga que resolver las denuncias cruzadas, contradicciones y absurdos en los centros de delación o en un tribunal de justicia. No parece ser una mala estrategia la saturación, después de todo. Por ejemplo, hace poco tiempo la policía escocesa fue acusada de burlarse de JK Rowling al inventar un personaje ficticio llamado «Jo» que durante un evento en el «mes de la historia LGBT» pedía que las personas transgénero fueran enviadas a cámaras de gas. ¿Y si los acusados comienzan a acusar a la policía o al Gobierno por odiarlos? ¡El invento revienta al inventor una vez más!

Más allá de lo absurdo y grotesco del asunto, es necesario poner un ojo en Escocia como adelanto de cómo funcionan los gobiernos woke cuando se instalan y arruinan los países. Escocia ya no es libre, es un páramo retrógrado, donde la libertad de expresión se considerará una amenaza al poder y por tanto legítimamente condenable. El fatal invento llamado «crimen de odio» se describe exhaustivamente en el libro Hate Crime Hoax de Wilfred Reilly donde se examinan cientos de incidentes famosos de los llamados crímenes de odio que nunca ocurrieron. Reilly desmonta estas denuncias inventadas «no estamos experimentando una epidemia de crímenes de odio», sostiene Reilly, «pero podríamos estar experimentando una epidemia sin precedentes de engaños sobre crímenes de odio». El fenómeno fue también denunciado por Thomas Sowell en su magnífico libro Affirmative Action Around the World: An Empirical Study donde explica que la acción afirmativa y sus reglamentaciones aumentan la hostilidad dondequiera que se implementen.

Escocia está viviendo un período sombrío de restricciones de las libertades individuales y como ha pasado en otras épocas de control social asfixiante, entrará en un oscuro momento para su cultura. Sabido es que los odiadores de JK Rowling se frotan las manos con esta ley, pero la escritora está sobrada de recursos para hacer frente a la turba de desquiciados, en cambio los actores, comediantes y escritores deberán arbitrar los medios para huir de la omnipresencia de la nueva Stasi que desde el 1 de abril dedicará el tiempo a investigar sentimientos heridos mientras los asesinatos, violaciones y robos proliferarán. La política ha sido, como siempre, profundamente cobarde frente a este liberticidio. La oposición no ha logrado ni imponer una argumentación contundente ni una demanda que acuse seriamente al gobierno del Partido Nacional Escocés (SNP), o a su líder, el actual primer ministro, Humza Yousaf.

Mucho se ha hablado de la concreción de las novelas distópicas del siglo pasado en la realidad palpable del Occidente del Siglo XXI. Pareciera que Aldous Huxley, Ray Bradbury, Philip K. Dick o George Orwell acertaron en cada predicción y es también muy dada la comparación de lo que estamos viviendo con los sistemas más espeluznantes de control social como los vividos en el régimen sovietico o el nazi, por ejemplo. Pero todos los análisis y comparaciones parecen caer en saco roto, nada detiene a los gobiernos que destrozan los derechos civiles en nombre de esos mismos derechos y del “bienestar” de las personas. Las comparaciones con Un mundo feliz, 1984 o Fahrenheit 451 ya son inocuas, superados sus argumentos largamente por las atrocidades cometidas por los Estados en su afán de opresión y control en este siglo. Pero, si alguna vez salimos de esta pesadilla y los países logran deshacerse de estos líderes dementes y de esta ideología desquiciada, será necesario que se erija un museo para recordar lo que vivimos y en él, esta Ley de Delitos de Odio merece tener un lugar de privilegio. Mientras tanto no nos enojemos mucho, no sea cosa de que por ello nos metan presos.

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