Inseguridad, intimidación religiosa, robos, agresiones, crimen organizado… son algunos de los ingredientes que caracterizan a las no-go zones; el eufemismo postmoderno de los guetos, que no son una novedad en Europa pero sí un tema tabú, silenciado por medios y dirigentes nacionales que niegan la existencia de un problema que existe en las grandes ciudades europeas.
El ejemplo más reciente e ilustrativo: el barrio de Saint-Denis, en el que este sábado se jugó la final de la Champions entre el Liverpool y el Real Madrid y en el que grupos de violentos magrebíes se colaron en el estadio generando el caos en las inmediaciones del campo y que también atracaron y provocaron el pánico de los turistas al terminar el partido.
Las no-gone zones, lo que se entendería en español como «zonas prohibidas», son mini estados islámicos en los que rige la sharía –la ley islámica– y en los que sus vecinos musulmanes actúan con impunidad, sabedores de que las autoridades no entrarán en la zona para detenerlos.
La primera persona que se atrevió a utilizar el término para referirse a esos barrios de mayoría musulmana, en los que quienes no practiquen la religión islámica no son bienvenidos, fue el periodista David Ignatius en un artículo publicado en 2002 en el New York Times en el que aseguró que «los suburbios de norteafricanos en París» se habían convertido en «zonas prohibidas de noche».
Unos años más tarde, en 2006, Daniel Pipes popularizó el término con la publicación del artículo ‘Las 751 zonas prohibidas de Francia’. El autor dio así visibilidad a la lista elaborada en 1996 por la Policía Francesa de las 751 «zonas urbanas sensibles» del país galo, en referencia a los barrios de las afueras de las ciudades donde las autoridades no pueden entrar sin que se desaten fuertes tensiones y que han actuado como criaderos del extremismo islámico y han servido de centro operativo para algunos de los últimos atentados terroristas que han sacudido a Europa.
No es la única lista de estas características elaborada por las autoridades; en 2005, la red de inteligencia interna de Francia identificó 150 «zonas prohibidas» en todo el país donde la Policía no entraría sin refuerzos.
La existencia de no-gone zones en áreas predominantemente musulmanas en Europa adquirió mayor relevancia tras los atentados yihadistas que tuvieron lugar en 2015 –en enero contra el semanario satírico Charlie Hebdo y en noviembre contra las terrazas de varios bares parisinos y la sala Bataclán— principalmente debido a las numerosas conexiones de los asaltantes con Molenbeek, un distrito mayoritariamente musulmán de Bruselas.
Desde el Jihad Watch, su director Robert Spencer advirtió entonces de la existencia de zonas a lo largo de todo el territorio de Francia en los que la comunidad musulmana ostenta el control. “Lo que están tratando de hacer es cerrar cualquier tipo de crítica del Islam, cualquier tipo de expresión, de viñetas, la discusión, de nada […] En esencia, el Gobierno francés y los demás gobiernos europeos han perdido el control sobre la situación. Es una bola de nieve que crece más y más grande, en particular, en los últimos 10 años», denunció el director de esta organización sin ánimo de lucro que monitorea a los extremistas musulmanes.
Un problema que no es exclusivo de Francia
Las no-gone zones no son un problema exclusivo de Francia. En Suecia, más de 3.000 agentes de policía firmaron una carta en 2021 dirigida al ministro del Interior sueco, Mikael Damberg, en la que reclamaban al Gobierno mayor protección en esas zonas. El problema ha alcanzado tales dimensiones que, en 2022, la primera ministra sueca, Magdalena Andersson, ha reconocido que la integración de los inmigrantes –equivalen a una quinta parte de la población sueca– ha fallado, lo que ha provocado la creación de «sociedades paralelas».
El fenómeno también existe en ciudades como Londres, Bruselas, e incluso Estados Unidos. En 2015, un policía de Lancashire reconoció al Daily Mail que existían “áreas musulmanas de Preston» en las que «si deseaban patrullar», tenían que contactar antes con los líderes de la comunidad musulmana «para obtener su permiso«.
Con el paso de los años y ante el silencio de medios e instituciones sobre las no-go zones, periodistas como Raheem Kassam han documentado su paso por estas zonas prohibidas. En su libro ‘No-go zones: cómo la sharía se está implantando en un barrio cercano al tuyo’, Kassam transporta a los lectores a áreas islámicas menos conocidas. «Desde San Bernardino, California, hasta Hamtramck, Michigan; desde Malmö, Suecia, hasta el corazón de Londres», detalla en la sinopsis del texto.
Kassam denuncia cómo en estas zonas se hace la vista gorda ante la poligamia, la mutilación femenina, las agresiones sexuales, la segregación e incluso los asesinatos por honor.
España, en la lista de países con no-gone zones
España también ostenta el dudoso honor de contar con no-gone zones. En 2017, la Fuerzas de Seguridad consideraron que existen tres territorios que encajan con las características de las «zonas prohibidas».
Las tres regiones se encuentran en Ceuta, Melilla y Cataluña. Las dos más peligrosas se ubican en ‘La cañada de Hidum’ en Melilla y ‘El barrio del Príncipe’ en Ceuta.
En Cataluña, la situación es “muy grave”, según fuentes de la Policía Nacional. En primer lugar, porque son muchas las zonas que corren el riesgo de acabar como las anteriormente explicadas; y en segundo porque “la falta de información de los Mossos» hace que no se pueda «valorar con la misma fiabilidad la situación que se vive en esa zona de España”. Allí existen varias áreas donde se aprecia radicalismo, pero especialmente hay una que preocupa a los agentes. En Santa Coloma de Gramanet hay barrios que están controlados por el islam más radicalizado, pero no son propiamente no-go zones, al existir presencia policial, aunque no la suficiente como para parar costumbres impuestas que chocan con “nuestra legalidad”.
Los datos sobre inmigración en España no asoman un futuro mejor. El número de musulmanes residentes en España superó por primera vez los dos millones en 2019, con Cataluña como la comunidad autónoma con más fieles, según el Estudio Demográfico de la Población Musulmana.
El crecimiento de la inmigración musulmana en la región también ha venido acompañada de un aumento de la delincuencia y de las operaciones anti yihadistas desarrolladas por la Policía Nacional en Cataluña. Así, más del 30% de los operativos contra el yihadismo en España se han desarrollado en suelo catalán, según informes del Ministerio de Interior del 2021.