El presidente de Irán, Ebrahim Raisi, se reunió con Nicolás Maduro en Caracas, con miras a afianzar su «relación estratégica» con el chavismo a través de la firma de, al menos, 25 acuerdos en materia petrolera, minera y de transporte, trazando así un plan en su relación con Venezuela que aspira a extenderse al menos durante las próximas dos décadas.
La república islámica de Irán se ha convertido en un socio clave de la izquierda venezolana desde que el fallecido líder de la revolución bolivariana, Hugo Chávez, emprendió la ruta de la confrontación contra «imperialismo» de los Estados Unidos y decidió estrechar sus vínculos económicos y políticos con Teherán y su teocracia.
La gira de Raisi se extenderá durante toda esta semana y llama la atención por ser la primera que realiza el mandatario iraní por América desde que ascendió a la presidencia, en 2021. La misma contempla, además de Venezuela, a Cuba y Nicaragua como destinos.
En su declaración a los medios de comunicación del Estado venezolano, el presidente de Irán dijo que «la relación con Venezuela no es una relación diplomática normal, es una relación estratégica, de cooperación profunda, tenemos intereses y enemigos comunes».
Del mismo modo, Raisi enfatizó el hecho de que la «amistad con el pueblo y el Gobierno de Venezuela» se ha perpetuado durante muchos años, incluso durante «tiempos difíciles». En 2020 el Gobierno iraní sirvió de salvavidas a Nicolás Maduro enviando gasolina al país sudamericano en medio de un contexto de escasez de combustibles, sanciones económicas internacionales y desmoronamiento de la industria petrolera local.
«La meta que tenemos para la cooperación comercial y económica, en (un) primer paso, es llevar ese nivel a 10.000 millones de dólares y en una próxima etapa, aumentar la cifra hasta los 20.000 millones de dólares», detalló el presidente de Irán a propósito de los planes futuros del país persa en cuanto a su relación económica con Caracas.
Venezuela y la tolerancia al terrorismo islámico
Sin embargo, la cooperación entre ambos países trasciende lo meramente económico. Desde hace varios años diversas autoridades y centros de estudio de los Estados Unidos han denunciado la presencia de grupos extremistas islámicos en territorio venezolano. En este sentido, la agrupación que más alertas genera es definitivamente el Hezbolá, una organización nacida en el Líbano pero alentada abiertamente en el plano ideológico y financiero por Irán.
En 2019, durante la presidencia de Donald Trump, el secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo refirió que «Hezbolá tiene células activas y que con su accionar, los iraníes, están afectando a los pueblos de Venezuela y de toda América del Sur«.
Un informe del Departamento de Estado de 2003 contempla a la turística isla de Margarita como un gran centro de operaciones de esta agrupación terrorista. Allí, supuestamente, se han venido desarrollando durante todo este tiempo campos de entrenamiento para sus integrantes, así como operaciones vinculadas al narcotráfico.
Un ajedrez geopolítico contra occidente
La gira del presidente iraní se produce en un contexto global en el que recientemente varios medios de comunicación han denunciado que China emprendió la construcción de una base para espiar a los Estados Unidos desde Cuba. Sin embargo, tal hecho ha sido negado reiteradamente por La Habana y Pekín.
Lo que sí es cierto es que Xiomara Castro, la presidente izquierdista de Honduras y una ferviente aliada del chavismo, emprendió en días pasados un viaje a China. Allí estrechó sus vínculos con el régimen de Xi Jinping e incluso anunció la apertura de la embajada de su país en la nación asiática.
Hace poco menos de dos meses, Rusia, otro antagonista de los Estados Unidos, envió a su canciller Sergei Lavrov a una gira por el mismo eje de países que hoy está visitando el jefe del Gobierno de Irán en América. Todo parece apuntar al hecho de que los países que sostienen un enfrentamiento soterrado contra occidente han pasado a la ofensiva, al menos desde el campo «diplomático».
