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LA OPOSICIÓN AL CHAVISMO JAMÁS HA ESTADO EN BUENAS MANOS

Venezuela, ante la oportunidad de tener un verdadero liderazgo disidente

Protestas contra el régimen de Maduro en Venezuela. Europa Press

No se explican más de 20 años de chavismo en Venezuela sin hablar de 20 años de complicidad opositora. El chavismo existe porque el liderazgo de la oposición jamás ha estado en buenas manos. Fracaso tras fracaso esconde una desagradable historia de corrupción, mediocridad y connivencia.

Desde Manuel Rosales, Henrique Capriles hasta Juan Guaidó. La oposición venezolana, que siempre estuvo cerca de arrebatarle el poder al chavismo, terminaba diluyendo el capital que tuviese, dejando que se perdieran los momentos y se extraviaran los propósitos. Poco a poco nos hemos enterado qué pasó. Resulta que aquellos en quienes confiamos jamás tuvieron la voluntad de salir del chavismo, porque dependían de este o porque les convenía que el chavismo siguiera, para ellos enriquecerse.

Simular la condición de disidencia se volvió un negocio para todos. El chavismo lo aprovechó muy bien y, poco a poco, fue esculpiendo su oposición, a la medida. La loyal opposition, dirían los británicos, con pudor. Leal, dócil y muy dispuesta. La falsa oposición hijueputa que nos traicionó y nos vendió a cambio de miserias, diría yo.

A Capriles siempre le perseguirá el fantasma de Odebrecht, que le impidió cobrar lo que nos pertenecía a nosotros (porque no a él, nos robaron a todos). A punta de sobornos le compraron la conciencia y hoy el otrora gran líder es un indigente político, que mendiga la atención de la dictadura, que aprendió a tratarlo bien. En Manuel Rosales no vale la pena invertir letras y, en Juan Guaidó, apenas. Su historia es la más trágica. Subió de golpe, pero cayó con la misma fuerza. Su error es imperdonable: desaprovechó la mejor oportunidad que hemos tenido en 20 años para salir del chavismo. Se le perdió entre los dedos, mientras la corrupción lo acosaba. No estuvo a la altura.

Y esa ha sido nuestra tragedia. Insisto: 20 años de chavismo no se explican sin hablar de 20 años de complicidad opositora. El liderazgo, que se ha impuesto por el contexto del momento, jamás ha estado a la altura. No se puede alcanzar la libertad si no hay ánimo que impulse el levantamiento. Falta un Euromaidán, que no ocurrirá sin un Vitali —ahora que Ucrania está de moda—.

Tenemos, en el horizonte, una buena oportunidad. Los dirigentes que presuntamente representan a la oposición están dispuestos a someterse a una consulta para ver a quién prefiere la gente. Parece ser un hecho político importante, porque de esa consulta, que aún no sabemos cómo será, quedará electa una persona. En consecuencia, el mundo se enterará y sabrá a quién apoyar, porque eso quisieron los venezolanos (y, como sabemos, porque enfrentamos a una tiranía narcotraficante y que mata sin problema, la única manera de ser libres es con el apoyo internacional). Y el mundo sabrá, también, a quienes repudiamos los venezolanos.

Si a Guaidó millones lo apoyaron en el 2019, no fue por ninguna cualidad especial del diputado (porque si algo le falta es talento). Si millones lo apoyaron fue porque Trump tuiteó que ese era su caballo contra Maduro. Y era su caballo porque gozaba de legitimidad (en su caso, constitucional).

El próximo líder de Venezuela lo será si es legítimo ante los ojos de la comunidad internacional. Para ello, una consulta, autónoma, libre, abierta, y sin participación o anuencia del régimen (quien se atreva a sugerir que el régimen esté presente deberá ser visto como el enemigo), se convierte en una gran oportunidad. De ella, debería de salir la persona ideal para, finalmente, trazar la estrategia adecuada contra el régimen: la fuerza. Espero no ser ingenuo al pensar que, luego de 20 años y de tanto fracaso, los venezolanos, por primera vez, escogerían bien.

Y escoger bien hoy, es, apoyar a María Corina Machado. No hay duda. Machado, la cabeza de Vente Venezuela y una de las figuras políticas más prominentes del país, es quien merece la oportunidad de liderar las voluntades contra Maduro y el chavismo. Nadie como ella goza del prestigio y el respeto de quien ha sido coherente. Nadie como ella ha mantenido intacta su reputación. Su honestidad e integridad la diferencian del resto de la política venezolana. Porque sí: pedir honestidad a algún político en Venezuela es un acto extravagante de inocencia.

Pero, además, María Corina Machado tiene las ideas correctas. Ocurre que los opositores que han liderado no solo han sido corruptos, mediocres o cómplices, también han sido de ideas miopes y desgraciadas. A todos, absolutamente a todos, los compone la misma sangre chavista: todos son socialistas. Machado, en cambio, es la única líder de alto perfil que habla sin pudor de capitalismo, familia y libertad. Es la única que cree en la generación de riqueza, en la propiedad y que reconoce que al chavismo hay que sacarlo es con la fuerza. Es la única que habla de privatizaciones y aprecia la ética de los empresarios. Es la única cuyas ideas disienten completamente del espíritu chavista, que no es sino una extensión maximizada del espíritu de los partidos venezolanos.

Machado es, sin temor a equivocarme, quien merece la oportunidad de liderarnos. Estaremos, eso sí, atentos. Alertas ante lo que proponga, por miedo a que haga lo incorrecto. Acosados por la historia, sabemos que cualquiera es susceptible de los vicios y las manipulaciones. Pero creo que vale la pena apostar. Lo contrario es abandonar la esperanza, no solo en la política sino en Venezuela. Creo, empeñando mi palabra, que vale la pena confiar.

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