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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Juncker: Por mucho que se agrave el terrorismo, la UE siempre mantendrá fronteras abiertas

Muestra su firme compromiso de no renunciar jamás a las fronteras abiertas.

Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea -aunque usted nunca le votó-, ha reiterado en el programa televisivo Cuatro Verdades de France2 su firme compromiso de no renunciar jamás a las fronteras abiertas por mucho que se agraven el terrorismo o la crisis migratoria. «Es una de las cuatro libertades fundamentales del Tratado de Roma», dijo. «Es un principio inviolable». Y nos tememos que lo dice de verdad, a pesar de sus palabras de mayo de 2011, cuando confesó que «cuando las cosas se ponen serias, hay que mentir».

El presidente de la Comisión Europea -que no ha tenido que presentarse a elecciones para estar donde está-, trazó el pasado miércoles, durante el debate anual sobre el Estado de la Unión, un ambicioso plan sobre el futuro del club europeo que incluye su ampliación, la creación de un ejército único europeo, un ‘superministro’ de Finanzas y la aceptación obligatoria del euro para todos los Estados comunitarios. Es decir, la bases para avanzar a velocidad de crucero hacia el megaestado europeo.

Y no deja de ser una ominosa pero significativa coincidencia que el mismo día que anunciaba su sueño globalista para Europa, al otro lado del Atlántico el presidente Trump diera el volantazo político más espectacular de la historia americana moderna al acordar con sus enemigos jurados -los demócratas Nancy Pelosi y Chuck Schumer- que los inmigrantes ilegales que se acogieron al programa DACA pueden quedarse. Es decir, la temida ‘amnistía’ -una más- que llevó a 68 millones de americanos a votar por un plutócrata atrabiliario y narcisista sin la menor posibilidad de salir elegido.

Uno empieza a ver un patrón aquí. ¿Sigue siendo ‘conspiranoico’ sospechar que las élites transnacionales tienen un urgente deseo de borrar fronteras e identidades, pasando por encima de lo que quieran los pueblos?

De hecho, es singularmente significativo que el aborrecimiento de Juncker hacia los Estados que ya existen y hacia los referenda no se extienda hacia los que todavía no existen. Preguntado por la cuestión catalana, respondió que «Si gana el «sí» a favor de la independencia de Cataluña, entonces respetaremos esa opinión». En un hombre que no ha desaprovechado ocasión para maldecir despectivamente los plebiscitos cuando se trataba de Europa, no deja de ser curioso, y una mente maliciosa podría concluir que, para Jean-Claude -que no ha tenido que pasar por las urnas para presidir la Comisión-, todo es bueno si debilita a los Estados.

La propia Merkel, en campaña electoral, ha tenido que bajar la cabeza y comerse con patatas un viejo proyecto comunitario, el de la creación de un ‘superministerio’ de Finanzas ante el que Alemania siempre se ha mostrado reticente.

Unos tragan, otros aplauden, todos aceptan. 

¿Todos? No: un pequeño grupo de países comunitarios resiste a los planes antisoberanistas de Bruselas, el Grupo de Visegrado, formado por Polonia, Hungría, Eslovaquia y Chequia.

Se amontonan las cuestiones que enfrentan a este aguerrido grupo de países del antiguo Bloque Soviético con Bruselas, pero quizá la más significativa sea la ‘obligación’ de acoger en su suelo a los supuestos ‘refugiados’ de países islámicos invitados por Merkel.

Polonia ha dicho no, y a la multa con que Bruselas amenaza ha respondido con la exigencia billonaria a Alemania de reparaciones de guerra. Para chulos, Varsovia. Y el otro gran rebelde, el húngaro Viktor Orbán, ha declarado la victoria en su lucha contra la Comisión por el asunto de los refugiados.

Al final, no es tan difícil. La UE, mientras no se demuestre lo contrario, es una unión de Estados soberanos. Como tal se formó, como tal entraron en su día los distintos países y, hasta el momento, ningún acuerdo exige a las naciones integrantes que renuncien explícitamente a su soberanía. Y si no puedes decidir quién pertenece y quién no a tu país, sencillamente, no eres soberano. Ni tienes un país.

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