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las metas ideales del primer ods luchan contra la pobreza de forma abstracta

Los ODS no acabarán con la pobreza: la Agenda 2030 contra la verdad (I)

Niños en situación de pobreza. Europa Press.

En el mundo hay muchos pobres. Esta es la premisa con la que las Naciones Unidas abre su Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible. Según la Agencia para el Desarrollo de la ONU, «erradicar la pobreza en todas sus formas sigue siendo uno de los principales desafíos que enfrenta la humanidad». Es un desafío que la organización internacional se ha propuesto resolver. Cierta o no la premisa, indagar sobre ella se ha vuelto urgente, ya que en España tenemos un Ministerio de Asuntos Sociales y Agenda 2030, capitaneado por Ione Belarra.

En esta línea, la Agenda 2030 pretende que los países de esta organización supranacional ejecuten políticas dirigidas a cinco metas específicas, todas ellas con el mismo fin de acabar con la pobreza. Sin embargo, el velo de la ONU ha fijado unos objetivos abstractos como «erradicar la pobreza extrema», «reducir al menos a la mitad la proporción de ciudadanos que viven en pobreza», «lograr una amplia cobertura de los pobres», «garantizar la igualdad en el derecho a acceder a los mismos recursos económicos» o «fomentar la resiliencia de los pobres». Estas metas, loables sin duda, esconden detrás un relato falso.

Aunque la Agenda 2030 pretende acabar con la pobreza —creando, como consecuencia de sus políticas, nuevos pobres—, los datos demuestran que el primer ODS se aleja cada día más de la realidad. En el mundo hay muchos pobres por muchos motivos muy diversos. La Agenda 2030, sin embargo, no cuestiona las políticas intervencionistas, la corrupción de los regímenes socialistas, la importación de producción extranjera, la deslocalización de grandes empresas, etc.

Por eso el capitalismo moralista (Quintana Paz dixit) de la ONU actúa como un visillo por el que ver a la perfección lo de fuera pero ocultar lo de dentro. Cuando el relato de la pobreza extrema se impone, numerosos estudios demuestran lo contrario. Todos los indicadores macroeconómicos indican exactamente lo mismo: cada día hay menos pobres y las soluciones que se deben tomar para erradicar la pobreza no pueden pasar por el intervencionismo. El dato mata el relato.

Precisamente el organismo internacional ha llegado a reconocer que el número de personas que viven en situación de extrema pobreza ha disminuido, en los últimos 25 años, del 36% al 10%. En esta misma línea, la ONU publicó recientemente un informe en el que queda claro que para 2030, siguiendo el ritmo actual, más de un tercio de los países del mundo habrán reducido a la mitad sus tasas nacionales de pobreza.

Claro que estos datos apenas tienen importancia para el primero de los ODS. La citada Agencia para el Desarrollo explica en su página web que «hemos construido los sistemas que crearon la pobreza; por ende, también podemos desmantelarlos», como si la desigualdad dependiera del BOE y no de la naturaleza humana. Como si la Estrategia de Igualdad de Género del PNUD pudiese acabar con los terribles «sistemas económicos, sociales y políticos que perpetúan la discriminación», según explica el administrador de la Agencia. El primer ODS, por tanto, no va sólo de pobreza sino de heteropatriarcado. Y el relato se busca de nuevo imponer sobre el dato.

En el caso de España, pese al alarmismo de la Agenda 2030 y del Ministerio liderado por Belarra y Lilith Verstrynge, la pobreza sigue cayendo. Con unos datos elevados, y por encima de la media europea, el continuo descenso de la pobreza en España no se debe a las políticas del Gobierno sino a la iniciativa de la pequeña y mediana empresa, así como a las redes de solidaridad de nuestra sociedad civil. Los datos de 2022 explican que la pobreza bajó en un punto y medio respecto al periodo anterior. De la misma forma, el umbral de pobreza creció en más de 500€, lo que indica mayores ingresos en la población. El Objetivo de Desarrollo Sostenible, por tanto, podría centrarse en sostener la libertad. Porque allí donde hay libertad hay riqueza.

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