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el foro aborda la posibilidad de producir vacunas aún más rápido

Tony Blair propone en Davos una infraestructura digital para el seguimiento de las vacunas

Tony Blair. Europa Press
Tony Blair. Europa Press

La información que llega de la reunión de Foro de Davos deja a uno con la duda de si está contemplando una parodia o una película de terror, o una extraña mezcla de ambos géneros. De lo primero tenemos todas las desastrosas recomendaciones que ha hecho hasta la fecha, como las que llevaron a la quiebra y el hambre a Sri Lanka, o las distópicas instrucciones sobre nuestro futuro, o incluso el propio hecho de que sean un hatajo de particulares pretendiendo, muy serios, decidir el futuro de ocho mil millones de personas. Incluso el propio hecho de ser una camarilla con toda la parafernalia de una conspiración de Serie B, pero en abierto.

Pero lo que tiene de película de terror es que nuestros gobernantes visibles y electos les hacen caso. Sus recomendaciones se convierten a menudo en leyes en un país tras otro, sus disparates pasan a ser la opinión convencional avalada, repetida y amplificada por los medios y si su fundador, Klaus Schwabb, presume de colocar a sus pupilos en los puestos más altos de los ejecutivos mundiales no puede decirse que no tenga razón, para nuestra desgracia.

Así que habrá que seguir escuchando lo que dicen, porque con toda probabilidad será lo que en breve quieran imponernos nuestros políticos. Como las medidas que nos tienen preparadas para la próxima pandemia, de la que hablan en un tono de pavorosa anticipación.

Recuerden: Schwabb nos dijo en su momento que la pandemia era una magnífica oportunidad para aplicar el Gran Reinicio, como nos dijo que toda idea de una vuelta a la normalidad de siempre era “una fantasía”. No importa que todas las medidas ‘anticovid’ hayan resultado no meramente inútiles, sino frecuentemente desastrosas, y que la pandemia no haya sido la magnífica oportunidad que preveía Schwabb, porque vuelven a la carga como si nada hubiera pasado. Y ahora van por la nueva pandemia.

Ese ha sido el tema de un panel que incluye al ex primer ministro británico Tony Blair y al actual director de Pfizer Albert Bourla, en el que se lamentan del fracaso en el intento de formar un frente común en la emergencia sanitaria. En realidad, los pobres mortales sí vimos un frente común, asustantemente común hasta en las consignas, pero que los políticos, aterrados ante sus consecuencias, se vieron obligados a ir suavizando discretamente.

Pero la próxima vez será la buena, y el panel concluye que las instituciones globales en el futuro necesitan ejercer una presión constante sobre los gobiernos y sobre las poblaciones nacionales para obtener los resultados que desean.

Se habla de África, ejemplo de la falta de “equidad” en el tratamiento de la pandemia porque en el continente no triunfaron las medidas que se aplicaron en el resto del mundo. Se pasa por alto, en cambio, que en África no ha habido apenas muertos por covid a pesar de que dos tercios de la región no están vacunados, según los datos aportados por el New York Times. No están solos en esto: todos los alarmistas de la pandemia pasan de puntilla sobre la misteriosa “excepción africana”. Una excepción que, naturalmente, no deberá tolerarse la próxima vez.

Tony Blair, uno de los personajes más siniestros de nuestro tiempo, propone una infraestructura digital nacional para el seguimiento de las vacunas y convencer a los gobiernos nacionales de que las pandemias son un problema permanente.

Albert Bourla aborda la posibilidad y los desafíos de producir vacunas en un marco de tiempo aún más rápido para responder a nuevos eventos virales, y concluye, sorpresa, sorpresa, que los reguladores deben seguir haciendo la vista gorda frente a los productos que saquen las grandes farmacéuticas, haya o no pandemia. ¿Diez años para lanzar una vacuna al mercado, como ha sido hasta ahora? No es probable, después de lo estupenda que ha sido la desarrollada en menos de un año para acabar con la peste china. No es probable, así, que se vuelva al modelo prudencial aplicado hasta la fatídica enfermedad de Wuhan.

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