«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Mentiras e indignidad

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, pasa ante el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez y el ministro de Exteriores, Josep Borrell, durante el pleno del Congreso ante el que comparece Sánchez para informar de la posición que trasladará al primer Consejo Europeo al que asiste como jefe del Ejecutivo y que se inicia el jueves en Bruselas. EFE
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, pasa ante el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez y el ministro de Exteriores, Josep Borrell, durante el pleno del Congreso ante el que comparece Sánchez para informar de la posición que trasladará al primer Consejo Europeo al que asiste como jefe del Ejecutivo y que se inicia el jueves en Bruselas. EFE

El ser humano tiene que saber robusto o débil, joven o anciano, autónomo o inválido, vestido o desnudo, rico o pobre, exitoso o fracasado, su vida, su paso por la tierra, es irrepetible, digno e importante.

No podemos decir que este caluroso miércoles de junio tengamos demasiado que celebrar. Hace unas horas el pleno del Congreso de los Diputados daba luz verde a la tramitación de una ley que despenalice la eutanasia e incluya dicha práctica en la cartera pública sanitaria. Pero lo peor no es -siendo grave- la votación sobre esta propuesta del PSOE. Lo peor es la triste, terrible, equivocadísima concepción de libertad y dignidad que tienen sus señorías, los que nos representan en la Cámara Baja.
Salvo dos excepciones -UPN y Partido Popular (que en esta cuestión de la eutanasia parece no estar todavía contaminado por el virus del progresismo)- el discurso de nuestros políticos despoja al ser humano de toda trascendencia. En nombre de la dignidad, le ofrece institucionalizar la muerte para cuando la enfermedad o el sufrimiento conviertan la vida en algo insoportable. No hay más alternativa, no hay más solución. Ante la desesperación, el cóctel indoloro del nihilismo institucionalizado. Dejemos de lado la cuestión religiosa. El hombre, incluso el hombre ateo, necesita saber que su ser, su existencia, no es -por mucho que el ministro de Cultura se empeñe en compararlo- como la de una cabra. Tiene que saber que robusto o débil, joven o anciano, autónomo o inválido, vestido o desnudo, rico o pobre, exitoso o fracasado, su vida, su paso por la tierra, es irrepetible, digno e importante. Pero nuestro Congreso prefiere acotar la libertad del ser humano a tener derecho a decirle a un médico que acabe con su vida. Dijo este martes el diputado de UPN Carlos Salvador que cuando se encuentran motivos para eliminar la vida humana se hará muy difícil encontrar motivos para defenderla. Y el Congreso parece haber encontrado más de un motivo para no luchar por la dignidad -la verdadera dignidad- del ser humano. Lástima.
Es el mismo Congreso que este miércoles recibe y homenajea a las víctimas del terrorismo. El mismo lugar en el que partidos como EH Bildu se niegan a condenar el terrorismo etarra, rinde homenaje a las que han sido sus víctimas. Y ante tamaña ridiculez, el Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite) dice que por “dignidad, coherencia y respeto” prefiere no ir (así lo hace desde 2013). No con los “los herederos políticos de ETA”. Y hace bien.
Del Congreso a Gerona, hasta donde viaja el Rey para participar en los Premios Princesa de Gerona. El separatismo sigue sin digerir los aplausos a Felipe VI y los abucheos al presidente Torra durante la inauguración de los Juegos del Mediterráneo y prepara un recibimiento al monarca para intentar evitar que se repitan las imágenes de apoyo al jefe del Estado. Suerte con eso, CDR… suerte.

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