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Los apoyos de la izquierda española no han sido gratuitos

De Podemos a Rodríguez Zapatero: la compra de voluntades del chavismo al socialcomunismo español

El tirano Maduro y el expresidente Zapatero. Reuters
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. Reuters

El apoyo del socialismo español –en todas sus variantes y combinaciones posibles– a la oprobiosa tiranía propiciada por el chavismo en Venezuela no ha sido casualidad. A medida que pasa  el tiempo vamos topando, cada vez más, con una realidad que nos habla de complicidades entre factores vinculados al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y de los comunistas irredimibles de Podemos con los jefes de la revolución venezolana.

Y como todo en la vida, siempre hay un porqué. Nada es casual. Nada pasa por azar.

En el caso que nos ocupa las alarmas se han disparado a propósito de las declaraciones de una de las caras notables de la represión y el espionaje en Venezuela, Hugo “El Pollo” Carvajal. El antiguo jefe de inteligencia de Chávez se ha terminado convirtiendo en una fuente infinita de acusaciones contra la progresía de España, a propósito del contubernio que esta ha ejercido por años con el chavismo sanguinario.

La fuente de todas las acusaciones remite a lo mismo: la relación que se ha estructurado entre los líderes del centro-izquierda y la izquierda española no es gratuita. Remite, más bien, a la compra de voluntades, al chanchullo, a la transacción. Alejados de cualquier precepto idealista propio de los libritos de formación para comunistas y socialdemócratas principiantes, los progres españoles se han colocado a la vera del chavismo -prestos a lavarle la cara- por dinero o bienes materiales.

No hay misterio: me financias al partido y digo que tu modelo es una alternativa sumamente innovadora para sacar a los pueblos del tercer mundo de las ruinas del capitalismo devastador.

Me das un maletín con un jugoso soborno y hago mutis sobre la sistemática maquinaria de violación de derechos humanos en la que has convertido a tu régimen.

Me otorgas una comisión aquí y otra allá, y me presto para blanquear tus elecciones, diciendo que el viciado sistema que utilizas para llevarlas a cabo es tan transparente como el agua del río; que no hay posibilidad alguna de que ocurra un fraude dentro del mismo. 

Así por ejemplo, se explica el caso de Raúl Morodo, ex embajador de José Luis Rodríguez Zapatero en Caracas entre 2004 y 2007. Actualmente se ha visto envuelto en un juicio en el que a él y a miembros de su familia se les hace responsables de la recepción de sobornos provenientes de la estatal de petróleos venezolana PDVSA que ascienden a 4.5 millones de Euros.

El período coincide, por cierto, con la etapa en la que Hugo Chávez concretó la partidización de PDVSA, al punto de convertirla en una suerte de alcancía destinada a sufragar los gastos de campaña de los candidatos chavistas elección tras elección en Venezuela, así como la realización de cuanto proyecto faraónico cobrase vida dentro de su cabeza.

Durante ese tiempo el gobierno español y sus burócratas se convirtieron en grandes amigos de la revolución chavista, suscribiendo sus elecciones amañadas y diciendo que el jefe de la revolución bolivariana podía ser cualquier cosa, pero ante todo era un demócrata.  

Luego de aquello el chavismo vio una ventana de oportunidad para financiar a unos ultras dentro de la política española, y así lo hizo. Un momento de crisis dentro del sistema de partidos de España fue la ocasión perfecta para que el propio Hugo Chávez optara por darle dinero a un think thank llamado Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS).

La fundación CEPS fue la célula embrionaria de la que luego saldrían los comunistas de Podemos: los Monedero, los Iglesias, los Errejon, los Serrano Mancilla, entre otros. Recientemente el narcotraficante Hugo “El Pollo” Carvajal ha ratificado el relato ante la Audiencia Nacional – pruebas mediante– que sitúa a Chávez aprobando uno de los primeros pagos del régimen venezolano a este ente, en el que se destinaron casi 6 millones de Euros a CEPS.

La relación, obviamente, no terminó allí, sino que se sostuvo en el tiempo. Eso explica que Iglesias y compañía hayan prestado sus voces y plumas con tanto entusiasmo durante años para alabar las facetas positivas de ese sistema de creación de miseria que es el chavismo; señalando bondades imaginarias en donde solo ha existido maldad desde un principio.

La guinda del pastel la ha puesto precisamente el mismo Carvajal, cuando en días recientes ha afirmado que la afinidad del exjefe de gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, se ha visto recompensada por la tiranía chavista al punto de otorgarle la titularidad de la explotación en una mina de oro dentro del país sudamericano.

La acusación -que ha sido catalogada de “surrealista” por el propio Rodríguez Zapatero en el reciente encuentro federal del PSOE- no emerge en la opinión pública por primera vez. Ya el año pasado la ex senadora izquierdista colombiana, Piedad Córdoba, había dado cuenta de un modus operandi en el que el régimen venezolano pagaba los favores de sus amigos internacionales con la entrega de minas de oro en la nación caribeña.

El caso es que el político socialista español ha pasado los últimos años viajando continuamente a Caracas, dibujando estrategias que le permitan a Maduro y los suyos comprar tiempo y permanecer en el poder. Cuando aparecen los tiempos de tempestad para el chavismo, allí está Rodríguez Zapatero para servir de pararrayos, de valedor internacional de los intereses del chavismo.

La última gran pirueta protagonizada por el ex jefe de gobierno destinada a conseguirle continuidad a la tiranía chavista fue escenificada durante los diálogos de República Dominicana, en 2017. Allí Rodríguez Zapatero fue pieza vital en una operación que buscaba comprometer a la oposición venezolana en la firma de un pacto en el que se aceptaban condiciones electorales absolutamente truculentas, con el objeto de quitar de en medio cualquier obstáculo para que Maduro fuese reelecto como Presidente en 2018.

Al final la oposición desestimó la firma de aquel acuerdo leonino, pero Maduro igual realizó la elección presidencial fraudulenta. Rodríguez Zapatero acompañó la jugada hasta sus últimas consecuencias, dando su anuencia a la “reelección” del tirano venezolano al tiempo que cargaba culpas a la oposición por haber roto el “diálogo” que se había escenificado en aquella isla del Caribe. Así era el tamaño del compromiso de Rodríguez Zapatero con el chavismo. Sin rubores, ni aspavientos.

Así, las vinculaciones existentes entre el chavismo venezolano y el socialcomunismo español son cada vez más claras. Pero no por claras deben dejar de recordarse. Tanto más cuando el vínculo fraternal entre ambos -de acuerdo a lo que el sentido común indica- se ha construido a base de dinero sucio y compra de voluntades.

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