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Eliminan del callejero a héroes militares españoles

El almirante Churruca, un franquista dieciochesco para la izquierda

El almirante español Cosme Damián Churruca y Elorza (1761 - 1805)

Con la solemnidad que requieren los heroicos actos de antifranquismo retrospectivo, el alcalde socialista de Palma de Mallorca, José Hila, que encabeza una coalición formada por el PSOE, Podemos y Més, ha anunciado la sustitución del nombre de una docena de calles de la ciudad. Según dijo en su intervención, el motivo de la retirada es la conexión de los rótulos con el régimen franquista. De este modo, en breve, la plaza del almirante Churruca se llamará Mateu Pruners, la calle del almirante Gravina, Angelí Dulcert y la de Cervera, Pere Rossell. Como es lógico, la noticia ha causado cierto revuelo, motivando un intento de explicación por parte del grupo municipal. Según se ha tratado de aclarar desde el consistorio, los Churruca, Gravina y Cervera que figuran en las placas palmesanas no son los personajes históricos sino el nombre que tenían los barcos que empleó el bando franquista en la Guerra Civil, argumento exquisito que encubre, con escaso éxito, el firme propósito de eliminar del callejero mallorquín a héroes militares españoles. Tan rebuscado pretexto se desvanece ante una posibilidad que, sin duda, ha manejado y desechado el tripartito: dejar las placas en su sitio como homenaje a tan insignes figuras, motivo por el cual los citados barcos, construidos antes de 1936, recibieron tales nombres.

Así las cosas, Churruca, Gravina y Cervera abandonarán las fachadas palmesanas por sus connotaciones franquistas, dando continuidad a lo ya realizado hace tres años por Ada Colau, que arrebató la calle al Almirante Cervera, a quien llamó facha a pesar de haber fallecido en 1909, para dársela al autor de estas palabras: «Que vayan a cagar a la puta playa con la puta España, que llevo desde que nací con la puta España, que vayan a la mierda ya con el país este y dejen de tocar los cojones».

La medida protagonizada por Hila confirma la enfermiza obsesión franquista, en muchos casos exculpatoria de un pasado familiar desajustado con los vientos ideológicos dominantes en la actualidad, de gran parte de la autodenominada izquierda española y de sus socios secesionistas. Una obsesión que ha ofrecido disparatados episodios como el protagonizado en los golpistas días de octubre de 2017, cuando el senador del PNV, Jokin Bildarratz, aseguró que la aplicación del artículo 155 de la Constitución por parte de Mariano Rajoy, presidente que no derogó la Ley de Memoria Histórica de la cual se derivan estas retiradas de placas, no solucionaría el problema de Cataluña, pues tal medida no se había aplicado «ni con Franco». 

Sea como fuere, insistimos, Churruca, Gravina y Cervera sufrirán una particular damnatio memoriae callejera que seguirá a la ya puesta en marcha por la educación autonómicamente transferida, orientada a eliminar todos los nexos históricos entre españoles. Como es sabido en la España que fabrica su disolvente plurinacionalidad, los personajes que puedan representar a todos van siendo arrinconados para ceder su sitio a figuritas locales. Y si esa es la estrategia, la de dinamitar la Historia de España para dar paso a la ajustada a la correspondiente comunidad autónoma, si bien en este caso con los Países Catalanes como meta, hay que reconocer que el tripartito ha tomado el rumbo adecuado, pues Cosme Damián Churruca es insoluble en las aguas pancatalanistas.

Nacido en Motrico en el prefranquista año de 1761, Cosme Damián Churruca se hizo marino entre Cádiz y El Ferrol, dato que acaso podría sumarse a los vínculos con Franco Bahamonde. Ya formado, participó en el sitio de Gibraltar antes de dirigirse al Estrecho de Magallanes en misión cartográfica y recorrer el Caribe, hechos que le hicieron acreedor de la admiración de Napoleón. Todos estos méritos palidecen ante su comportamiento durante la Batalla de Trafalgar, en la que combatió al mando del San Juan Nepomuceno, en cuyo mástil hizo clavar la bandera para impedir que pudiera arriarse en señal de rendición. Días antes de aquella jornada, en la cual perdió la vida tras recibir un cañonazo que le arrancó una pierna, consciente de la superioridad naval de la armada inglesa capitaneada por Nelson, dijo a su cuñado, José María Ruz de Apodaca:

Escribe a tus padres que vas a entrar en un combate que seguramente será sangriento. Despídete de ellos, pues mi suerte será tula tuya: antes que rendir mi navío, lo he de volar o echar a pique. Éste es el deber de los que sirven al rey y a su Patria.

Palabras estas, inasumibles por aquellos que combaten micromachismos o queman banderas nacionales embrutecidos por su visceral hispanofobia y protegidos por las estructuras aldeanas que todos financiamos.

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